CAP. 37 [ATTE, TUS PADRES]

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{ANNIE}

Desperté al día siguiente con ganas de estar muerta. Muchos problemas he tenido ya como para que alguien venga con sus secuaces y continúen arruinando mi miserable vida.
No sé por qué no me suicidé antes cuando mi hábito era cortarme.

Bueno, no mentiré: de vez en cuando he querido volver a caer en las auto-lesiones.

Cuando desperté, estuve pensando. ¿Realmente he soportado tanto? Justo cuando me hice esa pregunta, busqué una libreta donde apuntar y un bolígrafo. Volví a mi cama y me senté. Esto fue lo que rescaté:
-Muerte de mi madre.
-Acoso escolar.
-Muerte de mi padre.
-"Sobreviví" a la anorexia.
-Me intentaron secuestrar.
-Descubrí que tenía hermanastra.
-Varias traiciones
-Dejé de cortarme.

"¿Qué haces?" Preguntó a medio bostezo Samantha, estaba en el marco de la puerta.
"Ehm... La lista de las compras." Contesté.
Se quedó callada unos minutos, pero luego volvió a hablar, llamando mi atención.
"Cereal."
"¿Perdón?" Pregunté.
"Eso es lo que hace falta. Apunta cereal para que compres alguno." Terminó y se fue.
Luego sonó mi celular. Era una llamada de Dylan.
"Hola." Contesté la llamada cortante, sin querer.
"¿Qué ocurre? Yo que venía a desearte los buenos días."
"Lo lamento, no desperté de ánimos hoy, y eso que es sábado."
"¿Estás en tu habitación aún?"
"Sí, bueno, con Sam aquí duermo en la de mi padre, ¿por qué lo preg..."
"Pásame a Samantha." Interrumpió.
"Okay..."
Tapé el micrófono del teléfono y grité.
"¡Samantha! ¡Mi novio quiere hablar contigo!"
No sé como, pero de un momento a otro ella ya estaba en la habitación.
"Dame." Tendió la mano para que le diera el celular, cosa que hice.
A partir de ahí, solo escuché los «ajá, sí...» y los «Okay» de Samantha. Terminó y me regresó mi celular.
La llamada había terminado.
"¿Qué ocurrió?" Pregunté.
"Dijo que tienes prohibido salir de tu habitación hasta que el venga a la casa y suba a verte."
"Pero..."
"Pero nada. Te quedas aquí o iré a buscar unas cuerdas para atarte a un poste o algo así."

Reí.

Ella sonrió y se fue, pero al momento volvió con ropa limpia y un cepillo para el cabello. Claaaro, si estaba en la habitación de mi padre no podía hacer gran cosa.
Me cambié la ropa y me alisé el cabello. Luego, vagué un poco por la habitación de mi padre. No había movido los cajones, ni armario. No hasta hoy. Comencé a ver que había. Solo había ropa y algunos documentos importantes. Hasta que vi el pequeño cofre que siempre me gustó. Realmente no sé de donde lo consiguió, pero lo tiene desde que yo estaba pequeña. Recuerdo cuando jugaba con mi madre a la búsqueda del tesoro.
Con una sonrisa y una lágrima en mi rostro ante el recuerdo, abrí el baúl.
Dentro, había una carta.

Querida Annie
Hola hija,...

No puede ser. No. Sentía mi corazón romperse en mil pedazos. No soportaba la idea de que su presencia ya no estaba.

... soy yo, tu padre. Y tu madre está aquí, también, me ayuda a escribirte esto. No es fácil, ¿sabes? Seguro que si estas leyendo esto, esté muerto. Y tú madre igual. Tarde o temprano entrarías a mi habitación a ver que había, ambos lo sabemos. Perdón, sabíamos. No llores. Por favor, no llores. Me duele mucho escribir esta carta, porque realmente no quería, pero tu madre ha insistido.
Annie, tal vez ya no estamos ahí contigo, pero quiero decirte una cosa: no hagas estupideces, al menos que consigas a alguien que te quiera y haga esas estupideces contigo, ¿esta bien? Porque si esa persona te quiere, no dejará que te dañes. Me gustaría conocer al esposo de mi hija, ¡si señor! Y no dejar que estés con patanes, porque para eso estoy yo. Espera, tu madre quiere escribir también.
¡Annie! Acabas de romper un plato ¡Dios, otro más! Tú padre corrió a donde estabas para que no te dañases. Hija mía, no importa que pase, siempre estarás en nuestros corazones, aunque suene muy cliché, es la verdad. Somos tus padres y estaremos para lo que necesites. Tal vez no para siempre, pero mientras podamos, buscamos y nos encuentras. ¡Me alegro de tener una hija tan bonita como tú! Te mando un beso;*
Eso fue todo hija. ¡Te amamos!♥️
-Tus padres.

¿Tenían que escribirla?
Sin darme cuenta, yo ya estaba sentada en la alfombra del suelo, a punto de llorar.
Dejé la carta a un lado y me acomodé de forma que abrazaba mis rodillas, dejando un hueco entre mis brazos para ocultar mi rostro.
No aguantaba más, estaba reteniendo las lágrimas. Hacia tanto esfuerzo que apretaba demasiado mis piernas con los brazos.
Una... Dos... Tres... y más.
Esas gotas que surgen de los ojos no paraban de brotar. Sentía que me faltaba el aire, que me fallaba la respiración.

Lloraba intensamente.
Como nunca lo había hecho.

"Annie." Escuché la voz de Dylan y sus pasos acelerados acercarse y agacharse hasta donde estaba yo. Me abrazó y me dio un beso en la cabeza.
Pese a todo eso, no podía dejar de llorar.

Ellos, mis padres. Dejaron eso para mi.

Dylan, sin decir algo al respecto, tomó la hoja y la leyó. Luego de un momento dejó la hoja de nuevo en el suelo.
"Hey, Annie. No soy bueno para hacer sentir mejor a la gente, pero tienes que levantarte. Tenemos unas estupideces pendientes."
Levanté mi cabeza y lo miré confundida.
"Tu padre quería que consiguieras a alguien que hiciera estupideces contigo, y ese seré yo. Además, no dejaré que te deprimas de nuevo."
Me ofreció una mano. La tomé y me ayudó a levantarme.
"Mira, te traje el desayuno."
En la cama, había una bandeja con un par de platos. Uno tenía pancakes, y otro fruta picada.
"No tengo hambre." Dije con la voz entrecortada.
"Entonces yo tampoco. Y si no comes, iré por una navaja y me cortaré."
Pensé que había sido una broma, pero al verlo serio, cambié esa idea.
"No lo entiendo, no sé cuál es el fin de que te cortes. No quiero que lo hagas, pero es que no entiendo."
"Tú lo has dicho. No quieres que me dañe. Yo tampoco quiero que te dañes. Si no comes hoy, tal vez tampoco mañana y pasado de mañana. No dejaré que hagas estupideces sola."
"¡Pero eso es trampa! ¡Además, si es como tú dices, dejarás que me dañe!"
Negó con la cabeza.
"No entendiste bien. Si no comes, te haces daño. Si me corto, me hago daño. Tú no quieres que me dañe y yo no quiero que te dañes. Tiene algo de trampa, sí. Pero no dejaré que hagas tonterías."
Lo miré unos instantes. No sabía que pensar.

"Dylan..." Comencé a decir.
"Annie, -interrumpió- te amo."
Bien, eso no lo esperaba.
"Estas diciendo tus pensamientos. ¡Estas nerviosa!"
"N-no, yo... esto..." Volteé a ver el suelo.
Él se acercó y abrazó, luego tomó mi cara entre sus manos, haciéndome levantar la vista.
"Te amo" susurró con una sonrisa.
"Dylan, también te amo."
Él se acercó más, haciendo que nuestros labios se unieran para darnos un largo beso.

Nos separamos y nos quedamos abrazados un rato, con nuestras frentes juntas y los ojos cerrados. Era un silencio que expresaba mucho.
Irónico, ¿no?
"¡Hey chicos, miren lo que dice el perió... dico" dijo Samantha, llegando a la habitación.
Ambos la volteamos a ver, sin separamos aún.
"¡Se va a quemar la comida!" Gritó de improviso y se fue corriendo.
"¡Creo que arruinar momentos será tu especialidad!" Grité como respuesta.
"Annie..." dijo en voz baja Dylan.
Volteé a verlo. Sus ojos tenían un brillo especial. Sonreí.
"Sé que quieres decir muchas cosas."
"Qué no te diría..."
"Recuerdas cuando... ¿Dijiste que me necesitabas aquí, contigo, sana y salva?" Pregunté.
"Sí, me dijiste que lo harías. Que te quedarías."
"Bien... pues mi promesa sigue en pie y nunca la olvidaré. La cumpliré."

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Capítulo Sorpresa!
Espero que les haya gustado:3
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Hasta luego!

Víctima de Todos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora