Capítulo 4. 🥃

261 12 1
                                    

Advertencias

La perfección en una pulida colección de errores. -Mario Benedetti.



Alessandro

No presto atención a nadie cuando entro en Tre Tesori. Paso entre los pasillos recto hasta la habitación donde está Marino. Estoy enojado, estoy furioso conmigo mismo por haberlo dejado vivo y aun no entiendo cómo es que no vuelo su cabeza de una vez por todas. Desde la última vez que lo vi, no ha causado más que problemas. No sé por qué sigo gastando mi dinero para que este ser despreciable siga viviendo.

Todo esto es culpa de Gianna, ella es la que está pendiente de que viva bien. Mis hombres me informan de todo y ella piensa que no estoy enterado de nada. En especial Pietro quien es la que está detrás de ella. Quizá no viene a verlo, pero pregunta cómo va todo con él.

Yo no hablaré del tema, veamos qué tan lejos llega. Quiero saber lo que ella es capaz de hacer por ese bueno para nada. Yo sé que algún día de estos vendrá a verlo, a hablar con él. Ya mi mente me lleva por pensamientos que no debería aparecer.

El soldato que va delante de mí se detiene en la puerta de Marino y abre la puerta para que yo entre. Lo primero que veo es a una enfermera curando las heridas que tiene en las muñecas y a un empleado limpiando los restos de sangre y espejo roto del pequeño baño.

—Un poco cobarde para ser tú —me quedo en la entrada con los brazos en la espalda, mirándolo.

No me responde, solo me mira como siempre lo ha hecho. Con ese odio y con esas ganas de venganza. Con ganas de matarme, su padre no pudo hacerlo, mucho menos él.

—Quiero a mi hermana —gruñe bajito sin apartar la mirada de mí.

—Todos queremos algo, soldado. Y no siempre lo tenemos —avanzo unos cuantos pasos más.

—Vendrán por ti. No se cansarán hasta que estés muerto.

—Los estaré esperando en mi oficina y quien se atreva a tocarme le vuelvo la cabeza. Ahora, dame opciones de lo que haré contigo.

—Déjeme ir —me río a la vez que me acerco hasta la cama.

—Vaya, ¿por qué no lo había pensado antes? —el sarcasmo en mi voz en evidente— En estos diez meses solo han sido problemas contigo. Intentas huir, chantajear a mis empleados y ahora llamas la atención intentando suicidarte. Aquí no hay gente que te controle todo el puto día, así que tengo que moverte a otro lado.

No hablo, ya que unos tacones suenan a la distancia, en segundos ya veo a mi esposa entrando en la habitación y parándose a mi lado.

—Amor —la tomo de la cintura— ¿Qué haremos con él?

—Bueno, matarlo sería lo mejor, pero si aun insiste en mantenerlo con vida, es mejor que tenga más vigilancia y tenerlo amarrado si es posible —no aparta la mirada de Marino. Puedo notar la preocupación en sus ojos.

Solo dice lo que quiero escuchar.

—Gianna. Tú no eres así —ella se ríe —sabes que él solo te utiliza.

—No tienes ni idea de cómo soy —se acerca un poco más— así que mejor cállate. Que lo lleven a Ginevra. Que los associati se entretengan y así saben lo que es tener a un prisionero.

—No me parece mala idea —ya estoy frente a él, con una distancia prudente. —Sabes que no te librarás tan fácil de mí.

—Mátame de una maldita vez —reacciona, se levanta de la cama empujando a la mujer que lo atendía. El empleado que limpiaba la ayuda a que no caiga al piso.

Senza Mafia © | ITALIA 2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora