Me besaron por primera vez cuando tenía diez años. Contrario a lo que se pueda creer, los labios rojos que dejaron su marca en los míos no pertenecían a una niña de mi edad, sino a una mujer. Una mujer doce años mayor a mí llamada Josephine, aunque en su lugar de trabajo se hacía llamar Merah. Ella era una vendedora de tiempo igual que lo fue mi madre.
"Vendedora de tiempo" la llamaba yo, a pesar de ya no ser tan inocente como antes.
"Puta de una sola moneda" la llamaba Kenny. A ella y a todas las que estaban ahí.
Todo empezó en un día aparentemente normal. Kenny y yo caminábamos por las calles sin hablar mucho. Él tenía las manos en los bolsillos de su abrigo, mientras que yo jugueteaba con una navaja multiusos que logré quitarle a un sujeto en la teahouse.
—¿A dónde vamos?—dije por fin.
—A divertirnos—respondió él sin voltear a verme. solo me dedicó una mirada de soslayo—. Has aprendido muy bien y rápido. Mereces divertirte.
—¿Vamos a apostar con cartas de nuevo? Eso es aburrido.
—No. Algo mejor, algo con lo que has de estar más...familiarizado.
Dejé de caminar. ¿De qué demonios estaba hablando?
Kenny apenas sonrió.
—Dime, ¿sabes qué es lo que hacía tu madre en su trabajo?
Traté de no mostrarme herido. ¿Era esto una clase de prueba? Sí, podía ser. Físicamente había alcanzado sus expectativas, pero tal parecía que quería tantear mi fortaleza mental. Y yo estaba dispuesto a complacerlo; todo lo que había hecho desde que me acogió fue probarle lo bueno que era, lo rápido que aprendía, lo útil que podía serle.
—Sí, lo sé.
Mi tono de voz no me traicionó.
—Bueno, pues iremos a un lugar así pero menos asqueroso.
¿Menos asqueroso, dijo?
Retomé el camino sin agregar algo más por un rato. No hice preguntas hasta que nos encontramos frente a un pub. No se parecía en nada a lo que tenía en mente; era un restaurante cualquiera con una barra y mesas de madera. Kenny notó la duda en mis ojos, pero no dijo nada. Solo me pidió con un gesto que pasara junto a él. Ocupamos una de las mesas más apartadas.
—Este no es un pub cualquiera—dijo—. Es uno de pulseras escarlata.
—¿Qué?
—Pulseras escarlata. Fíjate en las camareras. Algunas usan pulseras en su muñeca derecha.
Me concentré en lo que me dijo. Era verdad, algunas de las mujeres portaban pulseras de cuerda color rojo.
—¿Y por qué usan eso?—pregunté, aunque podía darme una idea de la respuesta.
—Significa que puedes comprarlas por un rato. Una sola moneda basta.
Dicho esto, deslizó una moneda en la mesa hasta que quedó frente a mí. Seguí su trayecto con la mirada, perplejo.
—No tengo ganas de comprar una—dije.
—Eso dices porque nunca lo has hecho—Kenny hizo una señal a una camarera para que se acercara a la mesa—. Pero ya que pase no vas a detenerte. Eso es parte de ser hombre, enano.
Una mujer rubia que sostenía una charola circular nos sonrió.
—Bienvenido de vuelta—le dijo a Kenny. Su pulsera escarlata tenía un par de cuentas de madera—. Oh, y veo que trajiste un amigo. Qué criatura más linda.
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El libro de Josephine
FanfictionCon tan solo diez años de edad, Levi es llevado por su mentor a un burdel para que tenga sus primeras experiencias sexuales. Pero las cosas no ocurren como se esperaba, y Levi sigue con su vida tratando de comprender a las mujeres a su alrededor y l...