30 años (primera parte)

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Revisé cuidadosamente los estantes de jabón líquido en la tienda. Por fin habían abastecido el que solía usar con frecuencia—uno con esencia de lavanda—pero estaba indeciso entre ese o uno más nuevo a base de avena y miel. Era cuatro veces más caro, mas eso no me importaba mucho.

—Capitán—dijo Crown detrás de mí—. Ya compré todos los instrumentos de limpieza en la lista.

—Y yo me encargué de la fruta seca—dijo por su parte Harris a su derecha—. Aún había arándanos a esta hora. Qué suerte.

Di media vuelta.

—Muy bien—miré las bolsas que sostenían—. ¿Y Greta y Sonia? ¿Ya hicieron las compras faltantes?

Harris y Crown intercambiaron una mirada incómoda.

—No sabemos dónde están.

—Ellas estaban acompañándolos.

—Sí, pero solo los primeros veinte minutos—respondió Harris, girando los ojos—. Luego desaparecieron de nuestra vista.

Contuve un suspiro.

Esas dos...

Miré a Crown con severidad.

—Encárgate de comprar el jabón líquido. Yo iré por ellas.

—Pero capitán...el...el mercado es muy extenso y...

—Iré por ellas—reiteré—. Los veo en diez minutos junto al puesto de carnes blancas.

Saqué mi bolsa con dinero de un bolsillo y le entregué lo suficiente por si decidía elegir el jabón más caro. Abandoné la tienda a paso tranquilo. Mi primera parada sería la taberna Fleire.

Esas dos. Cuatro años siendo parte de mi escuadrón y aún les falta disciplina. ¿Por qué permito estas faltas?

Fui directo a la taberna. A estas alturas conocía muy bien a cada miembro de mi equipo y sabía perfectamente en dónde se encontraban. Desarrollé esta intuición en un periodo bastante corto de tiempo, y me sorprendía que no hubiera pasado lo mismo con Harris o Crown.

¿En serio no tienen ni idea de dónde están o les da pereza ir?

En cuanto pensé eso, los rostros bobalicones de Harris y Crown haciendo las compras aparecieron en mi mente. De nuevo contuve un suspiro.

No. no tienen ni idea.

Entré al Fleire con el ceño fruncido y divisé a Sonia en una mesa al fondo: estaba pasándola muy bien con un par de hombres jóvenes. Uno de ellos parecía estarla halagando, a juzgar por el sonrojo que coloreaba su piel a pesar de su intenso bronceado. En cuanto sus ojos se cruzaron con los míos pasó del rojo a una palidez extrema y dejó de sonreír. Me dirigí a la mesa.

—¿Se puede saber qué demonios estás haciendo aquí?—espeté.

Sonia apretó los labios.

—D-Descansaba.

—¿De qué? ¿De caminar en el mercado por veinte minutos?

Sus dos acompañantes se encogieron en sus asientos.

—Sonia—susurró uno de ellos—. ¿Él es tu...?

—¡No, no para nada!—se apuró a responder ella, luego me miró—. Lo siento, no me di cuenta de que pasó tanto tiempo, Capitán. Solo quería tomarme un trago y quedarme aquí unos quince minutos.

—Tenemos expedición en dos días y tú estás aquí perdiendo el tiempo. ¿Podrías enfocarte de una maldita vez?

—S-Sí capitán Levi lo siento capitán Levi—respondió sin hacer pausas.

El libro de JosephineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora