25 años (tercera parte)

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Froté el largo pelo de Josephine con cuidado hasta que empezaron a aparecer burbujas. Subí poco a poco hasta llegar al cuero cabelludo y ella cerró los ojos, disfrutando la sensación. La tina no estaba completamente llena, así que podía ver gran parte de sus pechos desnudos y sus rodillas sobresaliendo entre la espuma. Sentí el impulso de entrar junto a ella pero debía terminar de lavar su cabello, así que permanecí de rodillas en el piso.

-Oye, Levi-dijo mientras le enjuagaba uno de sus mechones.

-¿Eh?-sumergí el pocillo en el agua y la vertí en el resto de su cabello-. ¿Qué pasa?

-¿Esto te excita?

La miré con los ojos muy abiertos. Ella se rió.

-Solo bromeaba-dijo.

El cabello mojado se pegó a su espalda.

-No necesitas hacer gran cosa para que eso pase-mis manos se posaron en sus mejillas sonrosadas por el baño-. Solo necesito verte. Como ahora.

Josephine desvió la mirada sin borrar su sonrisa. Una vez terminé con su cabello tomé la toalla que tenía sobre mi hombro y le pedí que se levantara para secarla. Tuve que contenerme cuando vi su cuerpo emerger del agua. Esto no se parecía ni por asomo a cuando lavaba a Crown o Hange.

Mientras pasaba la toalla por su cuerpo ella me habló sobre lo que estaba escribiendo actualmente: era la historia de una princesa triste que era visitada todas las noches por un joven hecho de sombra. Le susurraba verdades sobre su reino y sobre ella misma. Bebí cada una de sus palabras sin dejar de ver su cuerpo. Ella parecía no darse cuenta del poder que tenía sobre mis emociones solo con hablarme de lo que la apasionaba o darme el máximo de su piel. Amar a Josephine era una experiencia que me regresaba a esos años donde mi existencia era mucho más simple.

Ella me fascinó cuando era un niño. Y volvió a hacerlo quince años después.

La tetera en la cocina chilló luego de que terminé con mi labor.

-Estás lista-dije, para luego ponerme de pie-. Ahora vuelvo.

Josephine se abrazó a sí misma y asintió. Fui a apagar la tetera y preparé una taza de té de manzana, uno de los que más le gustaba. Lo dejé sobre una charola de aluminio para que la infusión surtiera efecto y me dirigí a su habitación. Su delicada bata de seda se encontraba en la cama. Volví con Josephine y la encontré temblando ligeramente. Su cuerpo, una vez más, me llamaba sin darse cuenta.

Debo tranquilizarme, dije para mis adentros. No quiero que piense que solo la utilizo para eso.

Josephine se colocó la bata y cuando puso un pie fuera de la tina la tomé en brazos.

-Levi...-musitó.

-Debes estar agotada.

-No tanto como tú.

Su sonrisa se ensanchó mientras nos dirigimos a su alcoba. Se le veía muy contenta.

-Te tomas muchas molestias por mí-dijo.

-No lo son-le di una media sonrisa-. Me gusta hacer esto.

La dejé sentada sobre la cama y me fui por unos segundos para regresar con el té. Josephine lo recibió con los ojos muy abiertos y le dio un sorbo.

-Muchas gracias-dijo.

Fui al tocador y tomé su peine. Era de un diseño muy exquisito y tenía incrustados varios cristales pequeños.

De seguro un cliente le dio esto, pensé. Quisiera poder hacerle regalos como estos.

-¿Levi? ¿Pasa algo?-me preguntó.

El libro de JosephineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora