25 años (primera parte)

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Me quité el pañuelo de la cabeza una vez terminé de limpiar la lápida de Aurora. Su madre solía limpiarla seguido, así que lo que yo hacía no era gran cosa, pero me relajaba. Cuando ya estaba lista, tenía la costumbre de sentarme a su lado y hablarle en mis pensamientos como si pudiera oírme. Cuando estaba viva me dediqué tanto a escucharla y evadir sus preguntas que ella no supo mucho sobre mí. Tenía la esperanza de que, donde sea que estuviera ahora, le llegaran mis palabras.

Al igual que tú tuviste a Altair y a Hemera, yo tuve a dos personas que significaban todo para mí, dije por dentro. Por eso entiendo perfectamente tus motivos para irte. A veces llego a preguntarme cómo es que logré seguir adelante después de perderlos.

Sus nombres eran Isabel Magnolia y Furlan Church. Fueron compañeros míos por casi cuatro años en la ciudad subterránea. Éramos unos delincuentes muy escurridizos y siempre estábamos cuidándonos las espaldas. ¿Sabes? Yo no aprendí a usar el equipo de Maniobras tridimensionales en la legión, sino allá abajo con ellos.

Isabel era una chica menuda, pelirroja y de ojos grandes. Le gustaban mucho los animales, así que cada que conseguía un libro sobre ellos se lo daba. Sus animales favoritos eran las aves, de hecho una vez cuidamos de un pájaro que tenía su ala lastimada hasta que pudo regresar arriba. Ella me consideraba su hermano mayor y yo me sentía bien al protegerla. Siempre olía a té de limón. El tiempo en el que estuvimos juntos retomé un pasatiempo de la infancia, el cual era coleccionar plumas.

Furlan, por su parte, era calmado, pero no hosco ni distante como yo. Era un gran jugador de ajedrez, y solíamos matar el tiempo en eso por horas sin aburrirnos. Nunca pude ganarle por más que traté. Creo que era un genio. Siempre hubo cierta tensión entre Isabel y Furlan que nunca supe interpretar hasta ahora que han pasado tantos años. Fui testigo del amor y deseo romántico mucho antes de lo que había creído.

Fueron días muy buenos. La llamo mi tercera felicidad. La primera fue mi madre, la segunda Emma y Finn y la tercera ellos. Luego llegó la cuarta: tú. Isabel y Furlan murieron en batalla, igual que tu hermana y tu mejor amigo.

Dime Aurora, ¿estás con Hemera y Altair ahora? ¿Por fin pudieron reunirse? ¿Has visto a Isabel o a Furlan? ¿Te han hablado de mí? Espero que Furlan no me avergüence contigo. Es alguien muy franco.

Miré la lápida de Aurora por el rabillo del ojo y después el cielo.

Tengo un deber aquí, pero cuando lo termine voy a alcanzarlos.

♚ ♛ ♚

Lance Harris me hacía las mismas preguntas una y otra vez:

—Lo hice genial ¿no lo crees, capitán?—esbozó una sonrisa tonta—. ¿Verdad que sí? ¿Verdad que lo hice genial?

Yacía boca arriba en la carreta con un brazo y una pierna vendada. Yo, sentado a su derecha, contemplaba el paisaje tratando de ignorarlo. Me estaba arrepintiendo de haberle cedido mí caballo a Moblit para el viaje de regreso a la expedición. ¿Por qué Harris hablaba tanto? ¿La pérdida de sangre le estaba afectando el juicio?

—Oye, capitán—insistió—. ¿Verdad que lo hice genial? Fue un titán excéntrico. Maté mi primer excéntrico.

—Y casi pierdes dos miembros del cuerpo—respondí irritado.

—¡Pero no los perdí! Maté un excéntrico, ahora solo necesito unos...—se puso a contar con los dedos—. Unos cincuenta para alcanzarte. ¿O sesenta?

—No lo sé. No suelo contarlos.

—Han de ser setenta. Oye, ¿viste como lo hice?

—Sí, sí vi. Felicidades por no morir, Harris. Ahora cállate y duerme.

El libro de JosephineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora