35 años (primera parte)

645 86 158
                                    


Eren

El comedor, viernes 8:05 de la noche

Miro a Armin mientras revuelve su sopa de zanahorias. Tiene ojeras. Unas muy pequeñas.

Apenas perceptibles.

—¿Eren?—Mikasa me toma del hombro—. No has comido nada, ¿estás bien?

Me estremezco. Volteo a verla y le doy una leve sonrisa.

—S-Sí, estoy bien.

—¿Seguro?

Doy una mordida a mi pan de trigo.

—Mjú.

Ella recupera la tranquilidad y sigue comiendo. Cuando deja de prestarme atención vuelvo a ver a Armin discretamente. Parpadea varias veces como para espantar un bostezo. Pero fracasa. Se cubre la boca para bostezar.

Lo sabía, pienso. Lo sabía. Me excluyen. Malditas lechuzas.

Golpeo la mesa levemente.

—Muy bien, suficiente—digo, luego señalo a Connie, a Jean y finalmente a Armin—. Tú, tú y tú. ¿Qué se traen?

Jean bosteza.

Otro que bosteza.

—¿De qué carajos estás hablando?—me cuestiona.

—La semana antepasada tú tenías ojeras. Luego Connie. Y ahora Armin.

—Eh—Armin se señala a sí mismo—. Yo no...

—Apenas te están saliendo. Me di cuenta. Ustedes han estado desvelándose una vez por semana, siempre los jueves. Encienden una vela. Los he visto. Pero me quedo dormido antes de saber qué demonios hacen.

Sasha, aprovechando que Mikasa está viéndonos, acerca una mano discretamente al pan de centeno en su bandeja. Mikasa le da una ligera palmada en el dorso.

—¡Auch!—se queja ella.

Mis tres compañeros intercambian miradas. Tres pares de ojos soñolientos.

—No te hemos estado excluyendo—dice Connie—. Lo que pasa es que, tal y como tú dijiste, te quedas dormido. No soportarías.

—Te dormirías en la primera página—comenta Sasha con la boca llena.

—¿Qué? ¿Tú también haces lo mismo? ¿De qué se trata?

Sasha traga un bocado de papa cocida.

—No. Me gusta dormir bien.

—No hacemos gran cosa, Eren—me asegura Armin—. Solo...leemos cuentos de terror. Es todo.

—¿Cuentos de terror?

—Se titula "doce noches en vela"—dice Connie—. Se disfrutan mejor cuando pues...los lees en una noche en vela. Son bastante buenos.

—Mi favorito es el de la semana antepasada, "La institutriz" —comenta Jean—. Maldita sea, esa mujer estaba loca.

—Pobre trío de niños ricos—suspira Armin—. Jamás esperé ese giro de tuerca.

Los tres se disponen a hablar sobre el cuento. Me siento excluido, así que no tardo en interrumpir:

—¿Podrían decirme de qué va?

Armin me mira con una gran sonrisa.

—Tres hermanos adinerados viven en una casa grande y bonita y tienen a una institutriz que les enseña matemática e historia. La madre que tienen es está muy deprimida porque su marido desapareció sin dejar rastro hace tres años, así que la institutriz es su única fuente de afecto.

El libro de JosephineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora