Capítulo especial (primera parte)

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10 años y 7 meses

Josephine

Salí de la tienda de víveres arrastrando los pies. No había dormido bien la noche anterior.

Oh, pero la señorita Josephine quería terminar el capítulo dieciocho, pensé, odiándome a mí misma. Me gustaba ser la víctima de mi pasión, mas el precio era demasiado alto.

Apreté la bolsa con panes y verduras contra mi pecho y alcé la mirada a la oscuridad eterna. En la ciudad subterránea no había cielo. A lo largo de mi vida leí muchísimos libros donde lo describían, pero aún así no podía imaginarlo. ¿A qué se referían los autores al decir que las estrellas "eran como las joyas de la luna"? ¿Qué era un atardecer?

Aquí solo hay miseria y podredumbre. Mercenarios y putas. Y yo soy una de las putas.

Esbocé una leve sonrisa. Qué afortunada era de ser una puta. No podía imaginarme trabajando en esos talleres textiles donde explotaban a madres solteras o adolescentes, ni tampoco en uno de los miles de negocios ilícitos que se desarrollaban en la ciudad. Mi trabajo no era muy limpio que digamos, pero al menos tenía una vida holgada y no hacía daño a nadie.

Continué mi camino de regreso a los dormitorios del pub lo más rápido que pude. El sueño me estaba venciendo y no quería desmayarme ahí mismo. Entonces una mano grande y callosa me tomó de un codo, haciéndome estremecer. Volteé rápidamente para encontrarme con un par de diminutos ojos castaños.

Maldición, pensé. Es el sujeto raro de la otra noche.

—Hola, Merah—dijo él (¿cuál era su nombre?)—. No pensé encontrarte por aquí.

Forcé una sonrisa. Él era alto e intimidante y no quería hacerlo enojar.

—Hola. ¿Cómo...cómo te va?

Me devolvió la sonrisa.

—No tan bien desde que te negaste a besarme el lunes pasado—dijo, para después lamer su labio inferior.

—Eso tenía un costo adicional—le recordé.

—Lo sé, lo sé, pero nos volvimos tan cercanos que pensé que ya no lo veías como un trabajo. Quería que me dieras besos de buena gana, ya sabes.

Para mí solo eres uno más, cerdo.

—Ya veo—dije, soltando una risita tonta.

—No tienes qué contenerte, preciosa, yo sé que te gusto.

El sujeto se inclinó y me tomó de la barbilla.

—Eres la más bonita del pub, Merah—susurró—. ¿Lo sabías?

El deseo ardía en sus palabras. Él apestaba a cerveza negra y a sudor.

—No...e-eso no es verdad...—murmuré.

—Ohh, sí que lo es...

Me encontraba en una sección desolada de la ciudad, así que no podía darme el lujo de ser remilgada. Lo mejor que podía hacer era obedecerlo tal y como obedecía a todos los hombres que me poseían cinco días a la semana. Levanté el rostro y cerré los ojos, lista para lo inevitable. Pero, antes de que sus labios pudieran tocar los míos, él gimió y volteó hacía atrás. Todo ocurrió muy rápido: una sombra lo golpeó a ambos costados, logró tumbarlo y someterlo contra el suelo. No pude ver con claridad al atacante hasta que dejó de moverse: era Levi, el dulce y tímido Levi, quien rodeaba el cuello de ese hombre con el brazo izquierdo mientras posaba el filo de su cuchillo en la piel con la mano derecha. Le clavó su mirada fría; unos ojos decididos y sedientos de sangre que jamás le había visto.

El libro de JosephineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora