Un fanfic llamado "Peeping tom"

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¡Hola! Aquí Aria, la autora de este fic. Poco después de terminar "El libro de Josephine" empecé a escribir otro llamado "Peeping Tom" el cual es una expresión inglesa que significa "mirón". Me tenía muy entusiasmada, pero desde entonces se me han atravesado un montón de situaciones que me han impedido continuar, una de ellas es que no sé si será tan bien recibido como el primer fic de Levi que escribí debido a que es muy diferente a "El libro de Josephine". Es por eso que he decidido publicar aquí los primeros capítulos. Espero que les guste.

Una anécdota en Kabuki-cho

2020

Rosamund despierta con el cuerpo ligero y un tenue cosquilleo en el centro de su cuerpo. Mira a su derecha y sonríe al ver que el hombre con el que pasó la noche ya se ha ido. ¿Cómo se llamaba? Leigh. ¿O era Lester? No lo recuerda bien. Una pena que se fuera sin dejar su número de teléfono, ella tenía ganas de conocerlo mejor.

La joven está disfrutando sus vacaciones en Tokio al máximo, saliendo casi cada noche. Ha conocido a otros turistas y lugareños muy interesantes, pero ninguno como el hombre que se fue. Había algo en su rostro pálido y anguloso y sus ojos azules que denotaba sabiduría y tristeza.

Es un alma vieja, piensa Rosamund. Se levanta, se viste con una bata de seda negra y se dirige al balcón. Da un respingo al ver que su ligue de una noche está ahí, fumando mientras mira el paisaje. Él voltea a verla y le sonríe mientras libera una despreocupada nube de humo.

—Buenos días, Rosamund—dice.

—Buenos días, creí que ya te habías ido. No es como que te esté corriendo, claro. De hecho me gustaría conocerte mejor y eso...—la chica suelta una risa nerviosa.

Este hombre...

Esa mirada suya era más fácil de enfrentar a oscuras, adornada por las luces estroboscópicas. Ahora, a plena luz del día, es más intensa que nunca.

—Me parece bien—responde él—. Podríamos ir a desayunar si quieres. Hoy es mi día libre y tengo todo el tiempo del mundo.

Rosamund asiente sin poder disimular su emoción.

—Iré a cambiarme—dice—. No tardaré nada.

Regresa a la habitación y se pone lo primero que encuentra al abrir la maleta. Siente el impulso de enviarle un mensaje a Joe, su mejor amiga, pero se abstiene. Le contará la historia completa en la noche. Ya vestida, va al tocador y desenreda su largo cabello rubio. Al ver su rostro en el espejo se percata de que tiene el rímel y labial corridos. Rápidamente la invade un recuerdo de hacía unas horas, cuando tenía a ese hombre encima y él se tomaba su tiempo para saborear sus labios. Ningún hombre la había poseído así, siendo tan brutal pero, al mismo tiempo, cuidando de ella. Se desmaquilla en cuestión de minutos y deja su cara desnuda para que respire.

—Ya estoy lista—dice a su acompañante y este entra y la mira de arriba abajo. No dice nada, solo vuelve a sonreír.

Al poco rato ambos bajan al restaurante del hotel y piden huevos con tocino, tostadas y café.

—Entonces, Rosamund—dice el hombre después de un breve silencio—. ¿Qué te trae a Tokio?

Rosamund da un sorbo a su café.

—Solo estoy vacacionando. Pasándola bien y todo eso, nada más. Ya sabes...

Ríe con nerviosismo.

Qué idiota soy, piensa. Ella no suele cohibirse ante los hombres, y anoche, en la discoteca, ella fue quien se le acercó y se mostró seductora e interesante. ¿Dónde quedó eso? En este instante la chica desea estar un poco ebria otra vez para recuperar esas dos virtudes.

El libro de JosephineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora