Capítulo especial (segunda parte)

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16 años

Levi

Greta, arrodillada a mí derecha, tiró de la aguja con brusquedad. Hice una mueca de dolor.

—Lo siento, lo siento—se apuró a decirme—. Ya casi termino.

Siguió cosiendo la herida en mí muslo evitando verme a los ojos. Hemera y Aurora entraron a la casa sosteniendo un botiquín.

—¿Qué tan mal está ese brazo?—me preguntó Hemera.

Alcé él brazo izquierdo y le mostré las lesiones de mí caída.

—Oh, no es nada grave. Menos mal.

Aurora sonrió con alivio al oír eso. La vi abrir el botiquín y pasarle las vendas y el alcohol a su hermana.

—Quítate la camisa—dijo Hemera. Intenté hacerlo con el brazo sano, pero me tardé más de la cuenta. Greta se puso de pie y me ayudó. Una vez tuve el torso desnudo, noté que la expresión de Aurora cambió de repente. Estaba tensa.

¿Algo de mí la está incomodando?, pensé.

Por una fracción de segundo ella vio a Greta y después a mí. Se estremeció cuando Hemera le pidió otra cosa.

—¡Espabila, Aurora!—dijo, y la mencionada soltó una risa nerviosa y le entregó una venda pequeña para tratar un corte leve en mí dedo índice. A diferencia de Greta, Hemera terminó de curarme a la brevedad.

—Listo. Sé menos torpe para la próxima, Levi, ¿de acuerdo?

Esto rara vez me pasa, pensé, enfadado. ¿Podrías callarte?

—Iré a buscar a Larkin, creo que está a tres casas de este campamento—dijo Hemera—. Solo él puede aplicarte la flor de lussia adecuadamente. Greta, andando.

—S-Sí.

Hemera miró a su hermana y sonrió.

—Tú quédate cuidando al torpe de medio metro—le dijo—. No tardaremos.

Y nos dejaron solos. Miré a Aurora a los ojos y le di un amago de sonrisa. Ella me correspondió.

¿Qué es lo que pasa?, dije para mis adentros.

—¿Estás bien?—le pregunté.

Ella se tocó la venda que cubría su mejilla izquierda.

—Esto no es nada. Yo soy la que debería preguntarte eso—respondió.

—Me han pasado cosas peores que esta. No te preocupes por mí.

Le pedí con un gesto que se acercara. Ella obedeció y cuando estuvo frente a mí la tomé por detrás de la cabeza y la hice que se inclinara hasta que su frente tocó la mía. Suspiré con una sonrisa.

—No hay nada de qué preocuparse—dije—. Greta...ella solo curó mis heridas. No ocurre nada más entre nosotros.

Aurora rió y besó la punta de mí nariz.

—¡Eso lo sé, lo vi con mis propios ojos!—dijo—. No desconfío de ella. Y tampoco de ti.

¿Entonces qué te molestó hace rato?, pensé.

—No podía dejar de verte porque...bueno, porque estás herido—dijo, posando ambas manos en mis mejillas—. No estoy acostumbrada a verte así.

Miré el rostro de Aurora por unos segundos. Sus ojos grises me tranquilizaron. Qué pestañas tan largas y definidas.

—Me gusta tu cara—le dije.

El libro de JosephineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora