30 años (tercera parte)

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La taberna Fleire era el lugar favorito de Sonia. Cuando teníamos la tarde libre ella proponía que fuéramos ahí para relajarnos. La mayoría de las veces terminamos saliendo casi a medianoche con ella en brazos en un alto estado de ebriedad. Nunca se controlaba, era como lidiar con un asno. Y aunque eso me fastidiaba nunca la reprendí como era debido. Quizá era porque, muy en el fondo, me agradaba que fuera así.

Aquella noche no fue la excepción.

—Oye Lance, eres mi mejor amigo, ¿lo sabías?—dijo Sonia arrastrando las palabras mientras abrazaba a Harris—. Lance, te guiero, te guiero muchísimo...

Él le dedicó una sonrisa incómoda.

—Tú también eres mi mejor amiga, Sonia.

Sonia le dio un par de besos en sus mejillas y lo apretó contra ella.

—Eres un buen amigo, Lance, un muy buen amigo. Eres el más débil del escuadrón pero un buen amigo.

Él contuvo un suspiro.

—Tan linda y sincera siempre—tomó su botella de cerveza de raíz—. Ni siquiera borracha me dejas tranquilo.

Hange cogió otra cerveza de la cubeta y la puso frente a mí un par de minutos después de que terminé la última. Le di las gracias impresionado por su intuición; sabía exactamente cuándo quería otra cerveza, otra taza de té o una charla trivial. También sabía si estaba contento o especialmente molesto aunque yo permaneciera impasible. Ella, al igual que Erwin, podía leerme a la perfección, y eso nunca dejaba de fascinarme.

—Bonita noche la de hoy, ¿no crees?—dijo Hange barajando un mazo de naipes sin voltear a verlos.

Miré nuestra mesa: Sonia seguía abrazando a Harris, Moblit y Gunter hablaban sin parar sobre casas embrujadas y Cessna y Vika bebían viéndolos de reojo.

—Sí. Y tiene el nivel de caos habitual—respondí.

La estaba pasando bien. La última semana había sido bastante dura pues me recuperé de un leve esguince en la muñeca izquierda y en mi día libre fueron los exámenes médicos de la legión, así que no pude ver a Josephine. Ahora, ya sanado, con tiempo libre y rodeado de mis amigos, me sentía mucho mejor.

—Muy bien, ¿quién quiere jugar?—dijo Hange dejando el mazo en el centro de la mesa.

—Yo—dijo Harris, para luego ver a sus compañeros y la puerta del pub—. Oigan, Greta y Timothy aún no vuelven. Ya se tardaron bastante.

—Dijeron que saldrían a fumar un cigarrillo—dijo Cessna—. Tal vez se quedaron charlando.

Todos volteamos a verlo al mismo tiempo. ¿En serio era tan ingenuo?

Esos dos eran aún más cercanos que de costumbre, algo había surgido entre ellos. Era un secreto a voces.

Me puse de pie.

—Iré a buscarlos—dije.

No hay dudas que aclarar, pensé. Pero si hay algo ahí quisiera verlo con mis propios ojos.

Salí de la taberna y no los encontré junto a la ventana donde se suponía que deberían estar. Entonces, por instinto, me dirigí al callejón que estaba justo a un lado. Yo, al igual que Hange, conocía tan bien a mis compañeros que podía predecir detalles como esos. Esta era una habilidad que hacía no muchos años crecía exclusiva del género femenino.

Me asomé lo suficiente para que no notaran mi presencia.

—Tim...—jadeó Greta con voz queda.

El libro de JosephineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora