15 años

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Durante esta época de mi vida decidí entregarme a medias a alguien. Ese fue otro de mis errores.

Aquella chica se llamaba Aurora. Ella siempre apestaba a grafito porque le gustaba dibujar retratos y tenía el flequillo recto tan corto que no le cubría las cejas. Sus ojos grises me seguían con curiosidad y no despertó mi interés hasta que una de sus creaciones llegó a mis manos.

Era un día soleado y sofocante. Apenas tenía la energía suficiente para desplazarme por el campo repleto de miembros recién llegados a la legión. Cada generación nueva que veía llegar tenía una mirada ardiente y un espíritu vivo, mismo que desaparecía tras su primera exploración fuera de las murallas.

Hange caminaba a mi lado con los ojos muy abiertos.

—¿Sientes esto, Levi?—dijo—. Es la energía de la sangre nueva. ¿No es emocionante?

—Duran un parpadeo—contesté. No me encontraba en el mejor humor.

—¡No seas pesimista! Aquí mismo podría haber una joven promesa, alguien tan bueno como tú.

Chasqueé la lengua.

—Puede que tus predicciones sean realidad—dijo el Comandante Erwin, apareciendo a su derecha—. Los tres mejores de la tropa decidieron unirse a nuestras filas.

Hange apretó los labios.

—¿En serio? Qué genial. Por lo regular esos huyen al centro para cuidarse el trasero.

—Estos son diferentes eh...en todos los sentidos—el comandante sonrió—. Son los que están allá.

Señaló al frente y volteé a ver: a una distancia considerable se encontraba ese trío. Había un pelirrojo muy alto que jugueteaba con una flauta entre sus manos, una rubia de espaldas con el cabello demasiado largo y otra que hacía algo en una libreta, luego volteaba a verme, estrechaba los ojos y continuaba moviendo el lápiz. El pelirrojo se puso a tocar la flauta y la de cabello largo le marcó un ritmo con las palmas.

—¿Esos son los tres mejores? ¿Estás seguro?—dije.

—Totalmente.

—¡No los subestimes!—exclamó Hange—. No importa su apariencia o si son excéntricos. Por ejemplo, tú con tu estatura no te ves tan...

Le clavé una mirada severa.

—L-La apariencia no importa, eso es lo que quiero decir—dijo después de tragar saliva. Volvió a contemplar al trío—. Oye, esa chica no deja de verte. ¿Una admiradora? Hasta ahora la mayoría de las chicas se presentaron con nosotros, ¿esta será de las tímidas?

Me tomó del brazo.

—Vamos—me apremió.

—Despacio, cuatro ojos—contesté, pero no opuse resistencia. El comandante rió.

Una vez estuvimos a unos pocos pasos del trío, el pelirrojo dejó de tocar y enderezó la espalda. La de cabello largo, por su parte, me miró de arriba abajo y contuvo una sonrisa.

—Oye, Aurora—le dijo a la de la libreta, y noté que los rostros de ambas eran idénticos—. Te equivocaste con el largo de las piernas.

La llamada Aurora me miró con los ojos muy abiertos y se ruborizó. Acto seguido, borró algo en su libreta para comenzar de nuevo.

Después de unos trazos rápidos que no pude ver, ella también enderezó la espalda y nos saludó con el puño en el lugar del corazón. Su hermana gemela, al contrario, siguió con la mano en la cintura. Tenía los labios y pestañas maquillados, algo que ninguna otra mujer en la legión solía hacer.

El libro de JosephineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora