Capítulo 25

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Una semana. Una semana de altibajos y extrañas sensaciones. _______ y Zoro se demostraban libremente y sin medirse su amor todas las noches, se daban su tiempo y su espacio para dar rienda suelta a sus diversos arranques de furor. Ambos estaban enteramente agradecidos de que su pareja fuera tan ardiente y promiscua: él estaba más que satisfecho con que _______ fuera una ninfómana y ella sentía una onda plenitud de que él estuviera gustoso y dispuesto a cumplir con todos sus caprichos sexuales.

-Deseaba tanto tenerte cuando te conocí -solía decirle Zoro-, incluso cuando me mostraste tu forma híbrida por primera vez. Pero no deseaba únicamente tu exquisito cuerpo, quería tu corazón, tu alma, tu espíritu. Pensé en muchas formas de acercarme a ti sin generar la sensación de que sólo me atraías por los dotes de tu fruta, nunca fui bueno con las palabras y me formulaba mis propios discursos en mi cabeza necesitando solamente valor para decirte cuánto me prendías a ti, sin embargo, apenas pasabas a mi lado y tenía que aguantar la respiración para no lanzarme a ti y empotrarte para hacerte mía -y de pronto se ponía lascivo-. Esta noche nos vendremos juntos, sincronizaré mis penetraciones con nuestros latidos, meteré mi verga muy duro, en diversas posiciones hasta verte con la lengua afuera por tus jadeos, empujaré tus dentros, la meteré hasta que sientas que toca tu corazón.

***


Una semana. Sin embargo, durante esta semana también Adán se puso terriblemente grave, dejaron los cuidados mayores de la casa y mantuvieron cerrado el taller de herrería para poner máxima atención sobre él.

-El corazón de Adán está muy débil -hablaba muy gravemente _______.

-Te ayudaré en todo lo que necesites para cuidarle -dijo Zoro.

Después de cambiarle la solución glucosa para renovarle el tratamiento que le daba vía intravenosa, se sentaba en la cama a su lado y tomaba su mano. Siempre en silencio, como un perro mudo y fiel que obedecía sin chistar. Zoro a veces la dejaba allí, sola, por que ese no era el calvario de él, si no el de _______. La joven a ratos se detenía en la puerta de la habitación de Adán y escudriñaba su arrugada y flácida cara, escuchando la respiración dolorosa del anciano, para volver despues sus ojos atribulados y con algo de pena hacia Zoro.

***


Una semana. Al sexto día de su reanimación, la chica le desconectó todos los cables que conectaban sus venas con los medicamentos y el oxígeno que le administraba para mantenerlo estable, para así ahorrarle una muerte atada a objetos ajenos a él. Esa noche durmieron los tres en el dormitorio del viejo, no querían dejarlo solo ni un momento; _______ se sentó en una silla al lado, tomó su huesuda mano poniéndola sobre su propio rostro, como las veces en que el anciano la acariciaba para reconocerla, y contemplaba mientras Adán dormía en su mullida cama. Era su tributo silencioso al más corajudo anciano, al más fino herrero que hubo nunca en el East Blue. Durante esa noche, Adán juntó todas las fuerzas que su débil alma le dió para decirle unas últimas palabras a su aflijida hija.

-Tranquila, hija mía. No hace falta que reprimas todo tu dolor. Estas a salvo, eres libre y eres amada. Ahora tienes a tu lado a un hombre fuerte con quien serás feliz y lograrás todos tus propósitos. Sé que nunca vas a olvidar a este viejo enojón, porque mi voluntad vivirá en ti. Pido a Poseidón que te deje seguir siendo la mujer virtuosa que ahora eres. Vuélvete en alguien más fuerte, crece. Crece y libéranos. No lo olvides, tu nos liberarás.

Y entonces se durmió, cerró sus ojos, por última vez.

Mirándolo allí descansando por fin, tan viejo y moribundo, no podía evitar compararlo con ese viejo corajudo y enérgico que conoció, le recordaba las madrugadas en que aún no salía ni el sol y él ya estaba echando el alma por su trabajo, limpiando y acomodando cosas mientras se enojaba con los objetos mismos, gritándoles como si le escucharan con su voz anciana y quebrada por el sake que acostumbraba a beber y sus ganas de llorar su impudente vejez. Recordaba sus movimientos precisos para la herrería a pesar de su cuerpo siempre temblante. Recordaba su cogera al caminar, cuando aún podía caminar. Recordaba que le pedía cada que se presentaba oportunidad que se hiciera a la mar porque él nunca lo hizo, nunca conoció del océano más que el sonido que éste proyectaba en las conchas de la playa y, de esta forma, le recordaba también como el hombre más solitario que jamás halla conocido.

NINFA (rosinantextu)(zoroxtu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora