Capítulo 2

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ROMA

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ROMA

—No quiero hacer esto —le agarré la mano más fuerte. No soportaba las alturas y menos aún las atracciones.

—Venga pequeña, no es para tanto —dijo entre risas el chico de ojos verdes que tenía a mi lado —Tú no me sueltes, ¿vale? Yo te juro que no lo voy a hacer —Le miré con una sonrisa tonta y asentí, sabía que si estaba con él no me pasaría nunca nada.

La atracción empezó a bajar a toda velocidad y entonces...

Me levanté de un salto por el sueño que había tenido. No me acordaba apenas de él, solo de fragmentos separados, de unos ojos verdes, un parque de atracciones, de un "pequeña"...

Después de estar diez minutos mirando al techo e intentando recordar algo más del sueño, decidí levantarme. Hoy era el día en el que tenía que acompañar a Sophia con el trío calavera, por suerte para mí, era sábado y había podido descansar más.

Por lo visto el plan era comer con los chicos y luego ir a dar una vuelta por la playa, super divertido, nótse el sarcasmo.

Sophia me dijo que antes de ir se pasaría a buscarme para no aparecer sola. No me quejaba, agradecía que fuéramos juntas, lo último que quería era llegar y estar a solas con alguno de ellos.

Salí de la cama a regañadientes y me di una ducha rápida de agua hirviendo, sí, tenía esa mala costumbre. Me vestí con un top blanco, una chaqueta marrón que me llegaba por la cintura y unos pantalones color beige. En mi mata de pelo rubio me hice un moño un poco desordenado sacándome dos pequeños mechones por delante. Me eché un poco de rímel, me hice una raya del ojo finita y me puse un poco de colorete.

Bajé a desayunar y para mi sorpresa Sophia estaba allí, sentada en la mesa de mi salón, hablando con mi madre.

Sophia era como una hermana para mí y a su vez una hija para mi madre. La madre de mi mejor amiga, la tía Mer —como yo solía llamarla —y la mía, se conocían desde que eran unas crías y Sophia y yo... más de lo mismo. Somos las típicas mejores amigas de las películas que se conocen desde el día que nacieron. Muy cliché.

—Por fin, dormilona —¿Por qué todos me llaman dormilona? —Venga, que vamos a llegar tarde —me cogió de la muñeca y empezó a dirigirse hacia la puerta.

—Pero Soph, si son todavía las doce y media. Además, no he desayunado —me soltó la muñeca de mala gana y suspiró.

—Pues daté prisa, porque en media hora hemos quedado y tenemos que ir andando —asentí. Me acerqué a la mesa y le di un beso a mi madre en modo de "Buenos días".

Sophia y mi madre no pararon de hablar mientras yo desayunaba. Sinceramente, no me estaba enterando de nada de lo que hablaban, como siempre, estaba en mi mundo.

No hablé apenas, solo cuando me preguntaban algo o se dirigían hacia mí.

—Terminé —anuncié al beberme el último sorbo de leche —Me lavo los dientes y nos vamos —me fui a lavar los dientes y dos minutos después ya estaba volviendo a entrar en el salón para irnos.

Una constelación más Donde viven las historias. Descúbrelo ahora