Capítulo 4

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ROMA

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ROMA

El domingo transcurrió con total normalidad, solo salí de casa para volver a mi montañita y ver las estrellas. Después volví a encerrarme en mi habitación y a recordarle a él.

Los ojos azules que me volvían loca, el pelo castaño que más me gustaba en este mundo y verlo moverse al ritmo del viento era mi hobbie favorito.

Ahora ya no estaba y aunque poco a poco le iba olvidando, había algo dentro de mí que seguía roto y que estaba vacío, porque él se lo había llevado.

El lunes estaba demasiado cansada, no había dormido nada esa noche.

Volví a pensar en él y por alguna razón, Cameron pasó por mi mente unas cuantas veces.

Me vestí, desayuné, me maquillé y me lavé los dientes como cualquier mañana y esperé a Sophia en la puerta de mi casa. A veces solía esperarla yo y otras ella venía a recogerme.

Cuando la vi aparecer fui hacia ella con una sonrisa enorme y la di un abrazo como si llevara años sin verla. Lo necesitaba.

—Bueno Sophia, ¿piensas contarme lo que hay entre Daniel y tú? —la pregunté mientras me separaba de ella.

—Em... no sé de qué hablas —bromeó y yo la fulminé con la mirada —Está bien, ¿estamos saliendo? Bueno no exactamente, algo parecido.

—¿Y esto desde cuándo? Me refiero, ¿lleváis mucho hablando?

—Unos meses, sí.

—¿Y no me lo has dicho? —pregunté indignada, pero estaba bromeando.

—Roma, con todo lo que pasó con lo de tu padre y lo de Ian, no quería atormentarte la cabeza con mis cosas. No te enfades por favor —Que me recordará esas cosas había sido como si alguien me hubiese dado una patada en el estómago.

Mi padre murió hace unos meses en un accidente de coche de camino al trabajo, mi madre también iba en ese vehículo, pero por suerte ella pudo sobrevivir y estuvo solo herida. Mi padre era como mi mejor amigo, hacíamos todo juntos: nadar en la playa, ver películas, cantar canciones de "arctic monkeys"... Le echo muchísimo de menos y aunque me duela que ya no esté aquí, lo he aceptado y ahora solo puedo recordarle con una sonrisa, bueno... De vez en cuando.

Lo de Ian... bueno, creo que no estoy preparada para contar eso todavía.

—Tranquila, lo entiendo —Respondí con una leve sonrisa.

Llegamos al instituto y como siempre Sophia y yo nos separamos. No llego a entender como no me había tocado en ninguna clase con ella, había un montón. Cada día que pasaba pienso que fue hecho a propósito por los profesores, nos odian juntas, pero tampoco somos tan malas...

Me tocaba matemáticas a primera hora. Si, tengo las peores clases a la peor hora. En esta clase coincidía con el trío calavera: Leo, Cameron y Daniel, aunque si es verdad que nunca había hablado con ellos en la asignatura, estos dos últimos se sentaban juntos, Leo dos mesas detrás y yo estaba en la otra punta.

—Hey, Roma —Daniel me sorprendió saludándome nada más entré en clase. Le sonreí levemente —Ven a sentarte con nosotros, si quieres —y por no hacerle el feo, me senté detrás de él y Cameron, teniendo a Leo detrás.

—¿Qué tal estás? ¿Te fue bien con Leo? ¿O siguió siendo insoportable? —preguntó Cameron riendo y sentí como la mirada de Leo se iba directamente a él.

—Que graciosillo eres, Cameron —soltó el rubio —El único insoportable eres tú —sé que estaban bromeando, pero sentí la tensión. No entendía porque estos dos siempre estaban así.

—Ya, bueno, yo creo que los dos estáis empatados —dijo Daniel, para calmar el ambiente. Sonreí intentando contener una carcajada —Yo creo que Roma piensa lo mismo.

—Hombre... Es discutible.

La profesora entró en el aula y Daniel y Cameron se dieron la vuelta mirando a la pizarra. Y la volví a sentir, la dichosa mirada de Leo en mi nuca. No sé porque podía percibirla, pero a veces era agobiante.

El día se pasó más rápido de lo que pensaba, cuando me quise dar cuenta era la penúltima clase y me tocaba economía.

Otra vez con Leo.

Me senté en mi sitio de siempre, penúltima fila.

Al lado de Leo estaba Max, una chica pelirroja, de ojos azules, pelo largo y ondulado, que parecía bastante interesada en el rubio.

Siempre buscaba alguna excusa para entablar una conversación con él y se reía de todo lo que decía, aunque no tuviera gracia. Era frustrante.

Lo peor te todo esto es que Leo siempre le seguía la corriente.

—Madre mía el sabado como te pusiste, rubita. Parecías una niña pequeña pataleando y dándome golpecitos para que te soltara —el rubio empezó a hablar sacándome de mis pensamientos. Soltó una carcajada y se inclinó hacia delante para poner su boca al lado de mi oreja — Pero sé que te encantó que te cogiera en brazos.

Esas palabras me provocaron un vuelco en el estómago, rabia.

—La verdad esque lo que me habría encantado es matarte —solté girándome para encontrarme cara a cara con él.

—Tío, déjala ya — Cameron, que estaba sentado al lado mía, saltó a defenderme.

Ese chico era una persona súper agradable, siempre que Leo se había metido conmigo, él había salido a sacar la cara por mí. Aunque no lo necesitaba porque podía defenderme sola, pero nunca viene mal un apoyo.

—Gracias Cameron — le dediqué una pequeña sonrisa.

—No sabía que necesitabas un guardaespaldas —dijo Leo mirando al castaño con esa mirada que parecía que te iba a asesinar.

—No lo necesito, pero al menos no es tan insoportable como tú —el timbre sonó. Todos nos levantamos y salí del aula para ir a guardar los libros en la taquilla.

—Eh, Roma —Cameron me siguió hasta las taquillas y yo le miré interesada en lo que me tenía que decir — Esto... Se que empezamos a entablar una conversación normal hace dos días. Pero, me preguntaba si te gustaría salir a tomar algo una tarde de estas... Ya sabes, como amigos, claro. Para conocernos más.

—Si, claro, porque no —Sonreí ante su gesto y él me devolvió la sonrisa. Estaría bien salir con alguien más que no fuera Sophia después de tanto tiempo.

Cameron se despidió y yo cerré la taquilla. Me sobresalté por la persona que había detrás.

—Vas a tener una cita con Cameron —Sophia empezó a gritar y saltar de la emoción, siempre hacía eso cuando algo le emocionaba —Vas a tener una cita —no paró de repetir esa frase desde la taquilla hasta mi clase. Entré en el aula sacándole la lengua en modo de burla.

No era una cita, ¿verdad?

Era una quedada cualquiera, con un amigo.

Una constelación más Donde viven las historias. Descúbrelo ahora