Capítulo 34

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CAMERON

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CAMERON

Estaba muy confundido.

No sé cuánto tiempo llevaba pillado por Max, pero ya no lo podía negar más.

Si que es verdad que Roma siempre tendrá un hueco en mi corazón, pero la pelirroja vino para desmontarlo todo. Y lo peor, es que no sé lo que ella siente por mí.

Cuando nos besamos —bueno, puede que también nos acostáramos —la última noche que vino a dormir a mi casa, todo parecía ir bien, pero al día siguiente me dijo que no podía verme como algo más que un amigo.

Joder, no sé porque, pero creo que tengo bastante mala suerte en esto del amor...

—¡Max! —grité para que me oyera, ya que estaba al otro lado del pasillo. Se giró y se paró en su taquilla esperando a que me acercara.

—¿Quedas hoy? —me miró con el ceño fruncido. Llevábamos mucho tiempo sin hablar como antes...

—Cameron...

—Venga Max. Por favor. No puedes seguir negando esto —dije señalándonos —Se que me intentas evitar lo máximo posible porque estás confundida y lo sé porque a mí también me pasa.

—Cam, no es eso —espetó cerrando su taquilla y haciendo el amago de irse. Pero la sujete por la muñeca obligándola a mirarme.

—Max, ¿por qué no quieres que esto pase?

—Porque no —suspiró y la miré suplicante —Porque me da miedo, ¿vale?

—Miedo, ¿por qué?

—Porque eres el ex de Roma, Cameron. Porque no sé lo que siento por ti y porque no quiero hacerte daño, ni tampoco que me lo hagan. Ya sufrí con Leo bastante...

—Max —puse mi mano en su mejilla y sentí un escalofrío —No tenemos por qué ir rápido. No voy a hacerte daño y si tú me lo haces a mí, me da igual. Pero no podemos negar lo que sentimos Max, no nos hace bien a ninguno y lo sabes.

—Cameron necesito tiempo para pensar, todo ha pasado muy de golpe, te llamo luego, te lo juro —y sin decir nada más, se fue, dejándome con las palabras en la boca

ROMA

Tenía los nervios a flor de piel por el juicio de hoy. Una parte de mí temía volver a ver a Ian. Todavía no era capaz de creer que me hubiera hecho algo así, me parecía una pesadilla.

Me estaba terminado de arreglar cuando escuché la bocina del coche de Leo. No estaba de muy buen humor asi que no me moleste en arreglarme mucho, me puse un vestido azul claro, me recogí el pelo en un moño bajo y me tapé un poco las ojeras.

Bajé y él estaba esperándome con esa sonrisa que me transmitía tanta tranquilidad, pero ese día era imposible estar tranquila. Me metí en el asiento del copiloto y miré al frente.

Leo venía de acompañante, aunque le insistí en que no hacía falta, él es mucho más cabezota que yo. Daniel y Candela iban de testigos

—Oye Roma —puso su mano en mi muslo y me lo apretó ligeramente —Tranquila, ¿Vale?

—Si... —murmuré. Sentía que me iba a desmayar. Tenía un nudo en la tripa impresionante.

Apenas hablamos durante el trayecto, supongo que Leo entendió que no era el momento. El rubio y yo íbamos cogidos de la mano, cuando yo temblaba, el me la apretaba con fuerza y eso me ayudaba a apartar un poco los nervios. Hasta que noté como el chico que tenía al lado se tensaba. Eché la vista al frente y le vi, a Ian.

Me fijé en su aspecto, llevaba una camisa gris con tres botones desabrochados y se podía ver parte de su piel, tenía unos pantalones vaqueros negros ajustados y el pelo lo llevaba como si fuera un empresario. Ian siempre había sido así, aunque quizá esperaba encontrármelo hoy con otras pintas.

Justo cuando volví mi atención a Leo me soltó la mano y se acercó hacia él.

—Tu, capullo, como vuelvas a tocar a mi chica te juro que te mato, y si no lo hago ahora es porque hay gente delante —le soltó más enfadado de lo que nunca le había visto.

—Tranquilo eh máquina, que la rubita es mía —contesto Ian con aires de superioridad. Quería arrancarle la cabeza.

—No vuelvas a llamarle así nunca, no tienes ningún derecho —le dijo Leo con la mandíbula tensa, demasiado.

Esto iba a acabar mal y tenía hacer algo para impedirlo, justo cuando Leo dejo de hablar me acerqué a él y le acaricié la mano.

El pareció calmarse al instante, así que aprovechando su calma tiré de él y nos dirigimos a donde estaba Candela, la cual se mostraba bastante nerviosa.

Un rato después entramos a la sala, sinceramente no me enteré mucho de lo que decían, estaba muy ausente, pero hice el esfuerzo de que cuando me preguntaran supiera que contestar.

Llegó la hora de que Daniel testificara. Contó lo que pasó y me sentí fatal al pensar que me vio de ese modo, lo mal que lo tuvo que pasar...

Poco después Candela también testificó y llegó mi turno.

Me temblaban las rodillas de camino al estrado, estuve toda la noche pensando que iba a decir, pero cuando llegue ahí y vi que todo el mundo estaba tan pendiente de lo que decía...

Me temblaba todo el cuerpo, estaba muy nerviosa. Tenía un nudo en la garganta que me impedía hablar, pero entonces vi a Leo, él tenía sus ojos posados en Ian, pero cuando noto mi mirada se giró y me dedicó una sonrisa que me dio el impuso que necesitaba para hablar.

Conté con todo detalle cómo fue de nuestra relación y lo mucho que me dolía que una persona a la que había querido tanto me había dañado tanto física como psicológicamente.

Mientras que relataba la historia sentí como unas lágrimas descendían por mis mejillas, pero me contuve, no quería mostrarme débil ante Ian, no otra vez. Termine de hablar, volví a mi sitio y poco después tras unas conversaciones entre el juez de los abogados declararon a Ian culpable.

—Cuando salga juro que voy a ir a por ti, capullo —soltó Ian dirigiéndose a Leo y temblé por dentro.

No lo iba a permitir.

Una constelación más Donde viven las historias. Descúbrelo ahora