ROMA
Conseguí dormirme, pero creo que me desperté como cinco veces por la noche. Daniel se durmió bastante rápido, pero a mí el miedo me estaba comiendo por dentro y solo quería que saliera el sol para ir al hospital.
Lloré en silencio para no despertar al chico que tenía al lado, quizá estaba siendo demasiado dramática y no era para tanto. Agradecí el momento en el que Daniel se despertó y me sacudió ligeramente para que me levantara.
—Roma, despierta —susurró Daniel mientras yo habría los ojos poco a poco.
—¿Qué hora es? —pregunté desorientada. Daniel se dirigió a su mesita de noche y encendió el móvil.
—Las nueve —suspiré e hice amago de levantarme de la cama, pero estaba demasiado cansada para hacerlo.
Venga Roma, es por Leo.
Daniel tenía la mirada perdida en el suelo. Él ya estaba vestido e intuí que se había despertado hace un tiempo.
—Tienes el desayuno preparado —soltó cuando vio que me levantaba.
—Gracias —respondí y le di un beso en la mejilla a modo de buenos días. Por lo que sabía, sus padres trabajaban mucho tiempo y no solían estar mucho en casa, así que me dirigí tranquilamente hacia el comedor.
Cuando me senté y vi que había un plato de tortitas y una taza con leche caliente, sonreí. Confirmado, Daniel era la mejor persona sobre la faz de la tierra.
Me metí el primer trozo de tortita en la boca, con la vista puesta en el gran ventanal que tenía delante. Tenía una casa bastante grande. Estaba a las afueras, como la mía, pero no tenía nada que ver la una con la otra.
Los padres de Daniel parecían tener bastante dinero. Nunca me había dicho a que se dedicaban, tampoco le había preguntado, pero debía ser un trabajo importante.
Daniel vino unos minutos más tarde y se sentó en la mesa conmigo. Le observé, parecía distante, pero le entendí, porque yo también lo estaba.
Esta situación nos había venido a todos de sopetón y ninguno sabía cómo enfrentarla. Bueno, yo al menos sí. Ya había pasado por esto. Pero fue mucho peor y saber que teníamos un poquito de esperanza con Leo hizo que estuviera un poco más feliz.
—¿Vas a necesitar ropa? —me preguntó Daniel haciéndome volver a la tierra.
—No hace falta. Me pongo la de ayer. Luego por la noche volveré a casa —Daniel asintió y se levantó del asiento en cuando terminé el desayuno.
Me metí en el baño y en menos de dos minutos ya me había vestido. Tenía el pelo fatal y unas ojeras que me llegaban hasta los talones, pero era lo que menos me importaba en ese momento.
—¿Nos vamos?
—Si. ¿Sabes si viene alguno más? —pregunté mientras cogía mi chaqueta y me la ponía.
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Una constelación más
Novela JuvenilRoma Alease estaba rota por dentro por sucesos de su pasado no tan lejano. Roma Alease dejó de creer en el amor verdadero. Roma Alease ya no era feliz. Roma Alease estaba vacía. Ver las estrellas en su montaña era su salvación. Él, que era una pers...