Capítulo 12

14.7K 1.3K 1.4K
                                    

ROMA

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

ROMA

Se escuchaban los pájaros cantar, el sol de la mañana me pegaba fuerte en la cara y sonreí, porque estaba en plena naturaleza, en lo que más me gustaba.

Me giré y vi a Cameron, que todavía seguía dormido. Le observé apreciando todos sus detalles, le acaricié delicadamente la cara con un dedo para no despertarle. Me sentía bien, sin pensar, en paz.

Decidí levantarme de la cama y al mirar la hora vi que eran las siete de la mañana y que posiblemente sería la única despierta. Cerré la persiana para que la luz no despertara a Cameron y este pudiera dormir más.

Bajé en silencio y me aseguré de que no había nadie en la planta de abajo, fui hacia a la cocina y estuve alrededor de cinco minutos buscando una simple taza que al final resultaba estar en una estante alto al que no llegaba.

¿Por qué todo tiene que estar tan alto?

Cogí una silla y antes de subirme una voz ronca me sobresaltó.

—¿Te ayudo? —su pelo rubio ondulado caía ligeramente por su frente y vi que tenía una pequeña sonrisa mientras se acercaba hacia mí.

—No hace falta, puedo sola —lo dije tan fría y cortante que la sonría que tenía hace unos segundos se desvaneció, como si de alguna manera, volviera a la realidad. Sentí lástima porque quizá era verdad lo que decía Cameron y estaba siendo demasiado dura con él. Porque a lo mejor no era tan mala persona como creía y simplemente no me había parado a conocerle.

—Te voy a ayudar igual porque al final te caes —estiró su brazo y con una facilidad increíble cogió la taza y me la tendió.

—Gracias —dije, mirándole de reojo y saliendo de la cocina. Noté que me estaba siguiendo y me tensé. Su presencia me hacía sentirme pequeña, pero protegida, era una sensación muy extraña.

Me senté en la mesa de madera y cuando dejé la taza me di cuenta de que no había puesto nada en ella.

—Joder —suspiré.

Leo, que estaba apoyado en una silla en frente de mí frunció el ceño y cuando miró la taza vacía, pareció entenderlo todo. Me levanté y el hizo un gesto con la mano para que me volviera a sentar mientras él agarraba la taza. Antes de volverse hacia la cocina me miró.

—¿Qué quieres?

—Leo, no hace falta...

—No pasa nada, enserio, ¿Qué quieres?

—Un café con leche, por favor —asintió y se metió en la cocina. No solía tomar café por las mañanas, pero sabía que esa día lo iba a necesitar para vivir. Fijé mi mirada en la mesa y entonces pensé en porque Leo estaba siendo tan amable conmigo. Era bastante raro, había estado unos días sin hablarme y ahora hasta me hacía el desayuno.

Unos minutos después volvió dejándome la taza en la mesa. Le miré para darle las gracias y el solo fingió una sonrisa y se fue al jardín, no aparté la mirada de el en unos largos minuto. Sacó un cigarro y dudo en encenderlo unos segundos, pero al final lo hizo, la primera tanda de humo vino poco después acompañado de su mano pasando por su cara. Ese movimiento me hizo entender que estaba perdido. No sé cómo lo supe, seguramente porque yo también lo había estado, porque se le notaba en los ojos, lo que no sabía era porque.

Una constelación más Donde viven las historias. Descúbrelo ahora