Capítulo 25

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ROMA

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ROMA

—Roma, despierta, llegamos tarde —alguien me agitó y abrí los ojos poco a poco hasta que me di cuenta de que era viernes, estaba en la habitación de Leo y hoy había clase.

Joder.

Busque mi ropa y cuando la cogí caí en la cuenta de que era la misma que la de ayer.

—Leo no puedo ir con la ropa de ayer —el me miró y una sonrisa vacilante apareció en su rostro.

—Ponte la mia.

—No.

—¿Por qué? —preguntó apoyándose en el marco de la puerta.

—Porque no, porque se van a dar cuenta.

—¿Y?

—Bueno, vale —rodé los ojos y Leo soltó una carcajada mientras abría al armario y buscaba algo para mi.

Al final se decantó por una sudadera blanca y unos pantalones grises que me llegaban por las rodillas. Me metí en el baño para vestirle y cuando salí ya vestida, Leo me miró de arriba abajo con un brillo en los ojos y una sonrisa maliciosa.

—Venga, vamonos —dijo saliendo por la habitación.

Yo le seguí y en cuanto salimos por la puerta principal e su casa se echó a correr e hice lo mismo. Llegabamos bastante tarde, pero por suerte entramos en el instituto solo cinco minutos después de que sonara el timbre. Y gracias a mi suerte de que teníamos economía a primera hora y tendríamos que entrar juntos en clase, porque me habría muerto de la vergüenza si hubiera tenido que entrar sola.

—Cuando se de la vuelta entramos y sin hacer ruido, ¿Vale? —el rubio me miró con una sonnrisa justo antes de abrir la puerta de clase.

—Se va a dar cuenta de que no estabamos y ahora si —respondí aguantando la risa.

—Rubita, este profesor no se entera ni del día en el que estamos. Hazme caso que yo siempre tengo la razón —negué riéndo y nos asomamos al cristal que había en la puerta para ver cuando se giraba el profesor.

Fueron tres minutos eternos mirando por la cristalera hasta que por fin agarró una tiza y dio media vuelta para mirar a la pizarra.

Leo abrió la puerta despacio para que no se escuchara y me agarró la mano para que entraramos a la vez.

Por nuestras risas ahogadas Max y Cameron se giraron y la pelirroja me miró con el ceño fruncido. El chico, después de mirarme de arriba abajo, pareció darse cuenta de que llevaba puesta la ropa de Leo. Observé como una vena del cuello parecía que iba a estallar y empezó a apretar su mano que estaba encima de la mesa.

Leo hizo caso omiso a ese gesto e intentó prestar atención durante la clase, digo intentó porque creo que me prestó más atención a mí que al profesor.

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