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Sam y yo llegamos a la cafetería de Noel a las seis de la tarde; ella traía una de sus gorras y yo una sudadera rosa suya que me obligó a llevar; me veía muy masculino. La cafetería estaba en un edificio nuevo que envolvía la cuadra entera. Entramos y nos sentamos en uno de los sillones lounge antiguos que había para esperar a Noel.

—¿No te parece sospechoso todo esto, Kate? —preguntó Sam.

—Tú fuiste quien decidió que viniéramos, tonta —contesté yo.

—Sí, lo sé, pero ya pensándolo bien es un poco raro que nos haya invitado a los dos acá. ¿No? Apenas lo conocimos hoy. Nos hubiéramos quedado en mi casa a comer más.

—Odio tu bipolaridad, lo juro —le dije.

Pedí un americano y ella un capuchino, apenas diez minutos después llegó Noel a saludarnos.

—No, no los voy a secuestrar o algo por el estilo —aclaró Noel mirando a Sam como si supiera lo que había dicho. Reímos—. Venga, hay algo que quiero mostrarles.

—Eso suena mucho más sospechoso —bromeó Sam. Noel negó con la cabeza.

Seguimos a Noel hasta la puerta trasera de la cafetería, un instinto mío me dijo que debíamos irnos y entonces, nos encontré siguiéndolo a través de un largo y húmedo pasillo; había una luz al final del túnel que poco a poco llegaba a su fin y mientras caminábamos, me entró un poco de paranoia. No tuve tiempo para pensar mucho porque un par de pasos más adelante, salimos del pasillo para dirigirnos hacia un patio oculto que se encontraba escondido por los edificios de la parte exterior; era una cuadra enorme y en medio del patio, había un pequeño edificio viejo de ladrillo con dos pisos, las paredes estaban recubiertas de enredaderas que parecían escalar hacia el cielo y detrás de ellas, encontré muchas ventanas rotas; mi instinto de irnos creció, pero Sam se veía convencida a seguir, así que preparé mis puños para lo que pudiera surgir.

—Okey, esto sí es sospechoso —dije bromeando, pero mi pulso se aceleraba a cada segundo y realmente empezaba a preguntarme si habíamos hecho lo correcto en venir.

—Me imagino que sí —dijo Noel—. Pero tomará sentido.

—Más te vale —bromeó Sam, su voz no sonaba asustada como yo y se me ocurrió que no le funcionaba su sentido común.

Noel abrió una vieja puerta de madera con una llave oxidada y la puerta crujió mientras se alejaba de nosotros. Adentro entraban decenas de rayos de luz por las ventanas empolvadas y estos alumbraban lo que se veía como una biblioteca abandonada, muchos estantes, libros acomodados en ellos y algunas mesas.

—Están en su casa —dijo Noel entrando al edificio.

Sam y yo entramos un poco extrañados, yo más que ella y Noel prendió las luces. Efectivamente, era una biblioteca abandonada, no tan grande como la de la ciudad, pero igual tenía cientos o quizá miles de libros en muchísimos libreros de madera empolvados; a pesar de que se veía antigua, había señales de que no estaba tan olvidada como parecía, no había tanto polvo en el suelo y los bombillos parecían alumbrar como nuevos. En el segundo piso, había una ventana rota y de esa ventana, entraba un árbol.

—Esto es la biblioteca —dijo Noel como si estuviera narrando un libro épico.

—Ni lo noté —dijo Sam bromeando, mientras miraba de lejos los libros con ganas de devorárselos todos. Su voz se notaba distinta, como si ya se lo estuviera esperando y yo me limité a asentir, preguntándome si esto formaba parte de un mal sueño y seguíamos dormidos en el cuarto de ella. Deshice mis puños.

Noel sacó del escritorio de la entrada un par de cuadernos forrados en piel y un par de llaves idénticas a la que había usado para abrir la puerta.

Preguntas FrecuentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora