22

11 4 2
                                    

Durante los siguientes días, traté de recuperarme, de salir y de distraer mi cabeza, pero era inútil, al salir de la escuela, me iba directo a la casa y me encerraba; no hablaba, no tocaba la guitarra y ya casi no pasaba tiempo con Sam, Becca o Chris.

De pronto, los días dejaron de ser días y se convirtieron en semanas y aún mis padres, que se la pasaban trabajando, empezaron a preocuparse; ellos creían que era más maduro de lo normal (a excepción de mi falta de pasión por los estudios) y que sería resistente ante cosas como estas, estaban muy equivocados, y la verdad es que tenía miedo. Dana trataba de alegrarme de vez en cuando, pero, aún sus intentos más valientes, no me provocaban ni una minúscula sonrisa.

Entonces llegó mi cumpleaños. Desperté como si fuese un día cualquiera y de no ser porque Dana y mis padres me cantaron feliz cumpleaños, quizá ni me hubiera acordado. Me bañé, lavé los dientes, desayuné, me lavé los dientes otra vez y estaba por salir para la escuela cuando una caja enorme en la puerta impidió mi salida. Tenía un moño grande y estaba mal envuelta, sin embargo, lucía linda.

Dana sonrió mientras metía la caja a la casa y la desenvolvía, entonces me brillaron los ojos, había una funda de guitarra adentro, entre la espuma. La saqué y en el interior de la funda, había una Gibson vintage. Me tapé la boca impresionado y por ese instante, me regresó el calor al pecho.

-¿Es broma? ¡Guau! ¡Muchísimas gracias! -abracé a Dana-. Ya no pensaba seguir soñando con ser famoso, pero la música me llenaba mucho y esa guitarra era un tesoro.

-No, espera. No es mío, no es nuestro -dijo Dana.

-¿Entonces? ¿De quién es? -pregunté.

En ese momento sonó el timbre de la casa y suspiré al sospechar; abrí la puerta.

-¿Ya nos vamos? -preguntó Sam sonriéndome.

-¿Es tuya? -indagué señalando la guitarra y aún impresionado, sonriendo como tonto.

-Técnicamente, es tuya -respondió Sam encogiendo los hombros y poniendo los ojos en blanco.

La abracé y la cargué, luego la bajé porque odiaba que la cargara.

-Feliz cumpleaños, grandote -me dijo.

-Gracias, no tenías que -dije, aún abrazándola.

-Yo sé que no -rio, luego nos quedamos en silencio y en ese abrazo unos segundos, sentí un flash y volteé a ver a Dana que había tomado una foto, se escondió en la sala después.

-Kate... -dijo Sam.

-¿Sí?

-Vamos a llegar tarde, vámonos.

Reí y la solté, tenía razón. Nos fuimos a la escuela juntos y, al llegar, me recibieron también Chris y Becca con un abrazo sorpresa; los demás de la generación nos veían como bichos raros y nadie me felicitó más que ellos, pero eso era suficiente y, de hecho, era más que suficiente. Al salir de clases, quería volver a casa como lo hacía todos los días, a acostarme en mi cama y mirar el techo hasta quedarme dormido, pero ellos tenían otros planes.

Por primera vez, fuimos a casa de Becca, porque ese día había comida familiar en la de Chris. La casa era muy pequeña y no estaba pintada completamente. Cuando entramos, notamos que tenía muchos gatos y los esquivamos para llegar a su comedor, que tenía exactamente cuatro sillas. Becca y Chris corrieron rápido a sacar cosas de la cocina, entre ellas, refresco, una botella de vino, pastel y papas fritas.

Sam me tomó de la mano en todo momento. Para cuando volvieron ellos a la mesa, Chris puso música en el estéreo de Becca que era como de los noventas y, claro, como buen narcisista, puso nuestra música.

Hay quizá un puñado de cosas que pueden hacer mágico un momento y, aunque algunos piensan que tiene que ver con las cosas materiales, yo doy por sentado que más que eso, es poder sonreír sin miedo a que el reloj cambie, con la gente correcta, disfrutando cada detalle.

Comimos papas fritas como si muriéramos de hambre y Chris soltaba muchos chistes para poner el ambiente, Becca también le seguía las bromas a veces. Sam estaba callada y exhalaba carcajadas ocasionales, pero se concentraba más en nosotros, se veía tierna, y muy linda.

Me sentí completo en ese instante, dicen que la vida se mide mejor por momentos que por años y ese minuto, a su lado, valía un siglo entero. Los gatos de Becca a veces llegaban y empezaron a robarnos nuestras papas fritas.

-Quiero brindar -dijo Chris-. Por Jace, por tenerte como amigo, hermano, eres un ídolo, un excelente músico y una persona increíble, en general -todos brindaron y me miraron, estaba muy feliz.

-Gracias, hermano -dije.

-Jace, gracias por todo tu apoyo, por tus tonterías y por unirnos a todos como un grupo, te quiero y los quiero mucho -agregó Becca, de nuevo, agradecí y sonreí.

Becca y Chris clavaron miradas en Sam, que, a juzgar por su actitud, esperaban que diera un buen discurso, la observé y ella a mí, y no se equivocaban.

-Okey -se aclaró la garganta y reímos-. Mi querida Kathleen -todos en la mesa rieron, menos yo, que la miré con un enfado falso-. Kate. ¿Qué te puedo decir? Quiero brindar por el milagro de encontrarme contigo y cruzar caminos, no puedo decir que los últimos meses han sido fáciles para mí en ningún sentido, pero juro que, si todo eso tenía que suceder para poderte encontrar, entonces todo ha valido la pena.

-Ow -dijeron Becca y Chris al mismo tiempo. Sam les lanzó su vaso vacío de plástico.

-Y -continuó-. Quiero brindar porque pueda ver todos tus sueños cumplirse y que me permitas estar en tu vida siempre, me cabrea la simple idea de que te estoy extrañando mucho este último mes. Te quiero mucho y siempre lo voy a hacer.

-Ow -repitieron Chris y Becca, pero esta vez, los ojos de Sam parecían llorosos, no de tristeza, sino de felicidad, me paré y la abracé muy fuerte.

-Ridículos -dijo Sam refiriéndose a ellos y luego me abrazó también-. Te quiero tanto...

Seguimos platicando un buen rato y me hicieron morder el pastel, embarrándome toda la cara, después de un momento, salimos Sam y yo a la calle, solo por aire, como acostumbrábamos.

-Vamos a tener que organizarles una buena fiesta a esos dos en sus cumpleaños -dijo Sam.

-Sí -asentí-. ¿Cuándo son sus cumpleaños?

Sam me miró casi indignada.

-No es cierto, Jace Katherine. ¿No has sido capaz ni de preguntarles sus cumpleaños a estas alturas? -preguntó Sam, yo no dije nada, era obvia la respuesta-. En julio, Becca el veintiséis y Chris el veintinueve.

-Cumplen muy cerca.

-Sí, aunque él es mayor que ella por un año.

-Ni se nota.

Entonces, volvimos a entrar a la casa y del estéreo, inmediatamente, se escuchó la voz de Grace, Sam me apretó la mano como para recordarme que no estaba solo y nos miramos a los ojos en un encuentro breve de miradas. Su canción empezó a sonar.

Becca y Chris siguieron hablando hasta que él reaccionó, puso los ojos gigantes de sorpresa y se paró de un brinco.

-Lo siento, hermano, ya la quito.

-No -le dije a Chris-. Déjala, les quedó increíble.

Estaba con las mejores personas, en el mejor momento y en el fondo, Grace me preguntaba si creía en la vida después del amor.

Preguntas FrecuentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora