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El nueve de diciembre, casi dos meses después de que Greg le pidiera a Grace, Gerard nos hizo llegar a las cuatro de la tarde al auditorio con nuestros instrumentos para poder ensayar antes de la presentación, el tan esperado concierto había llegado; tenía que admitirlo, a pesar de que solo debía enseñarnos música, hacía un buen esfuerzo porque todo saliera lo mejor posible.

Eran las tres, salí de la biblioteca y me despedí de Sam.

-¿Te veo mañana? -pregunté.

-Ni en tus sueños, Kate. Te veo hoy en la noche -dijo Sam.

-No, ni se te ocurra -protesté.

-Ya tengo mi boleto, junto con Becca -respondió.

-No...

-¡Sorpresa, Kate!

-Ay, Dios.

-Reza todo lo que quieras, ahí te veré -dijo Sam, despidiéndose como siempre, dándome un beso en la mejilla.

Tomé un taxi hacia la casa de Chris y ahí nos encontramos para comer hamburguesas y papas fritas. Le conté acerca de lo de Sam.

-¿No lo sabías? -preguntó riendo.

-No, ¿tú sí? -cuestioné.

-Claro que sí.

-Eso es traición.

-Ellas lo llaman sorpresa, depende de la perspectiva.

-Mierda.

-¿Qué, Kate? ¿Te dan nervios?

-No, sí -reí.

-Entonces estás admitiendo que hay algo con Sam...

-No, no tiene nada que ver -negué.

-Sonó a eso -Chris rio.

-Somos mejores amigos -dije, aunque dentro de mí, sabía que ella era el motivo del noventa por ciento de mis sonrisas diarias.

-Claro, campeón. Oye, le llevaré rosas en la noche a Bianca, mi mamá las pasará a dejar a las seis -dijo Chris.

-Genial -respondí.

Llegamos a las cuatro con diez, ya estaban Bianca, Bora y los gemelos con sus instrumentos respectivamente, así que solo nos unimos. Era la primera vez que tocaba para tanta gente viéndome, me puse un poco nervioso, pero estar con la banda me dio confianza.

Gerard llegó vestido con traje, pero con las mangas hasta los codos, dejando ver sus tatuajes y con sus expansiones puestas.

-Venga, tiene que sonar increíble, chicos. ¿Listos? -preguntó Gerard emocionado.

-Sí -dijimos a la vez. Gerard se emocionó.

Empezamos a practicar la lista de canciones y cuanto más tiempo pasaba, más nervioso me ponía.

Chris estaba muy emocionado también, golpeaba la batería con una delicadeza perfecta y casi ni se notaba que el instrumento no era de muy buena calidad.

De pronto Bianca se me acercó.

-¿Podemos hablar, Jace?

-Sí, claro, respondí.

Bianca me dijo que la siguiera a los camerinos y después de desconectar mi guitarra, la seguí. Ella se sentó en una de las bancas para maquillar y suspiró hondo.

-¿Me veo linda? -preguntó.

-¿Disculpa? -interrogué.

-No, nada.

Preguntas FrecuentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora