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Una semana después, Chris nos convenció de asistir a la fiesta de Dan, uno de sus viejos amigos, a un par de cuadras de mi casa, Becca no consiguió permiso, pero Sam y yo accedimos solo por no dejarlo solo. Llegamos ella y yo a eso de las siete de la noche; ya había oscurecido y la casa vibraba con la música de adentro, la puerta estaba abierta, solo había que empujarla.

Entramos a la fiesta y avanzamos entre las luces estroboscópicas y humo misterioso. Sam se veía bastante incómoda y admito que yo también lo estaba. Había unas treinta botellas en la mesa de bebidas y Chris no se veía por ningún lugar. Pensé en mejor sacarla de ahí e irnos a ver una película juntos.

Nunca había sido un chico de fiestas ni, por lo que me había contado, Sam tampoco; era extraño respirar el olor a alcohol barato y espíritu adolescente. Había un par de chicos comiendo brownies mágicos, chicas twerkeando contra la pared y otros chicos que disfrutaban del espectáculo. Sam insistió en quedarnos, aunque sea por una hora.

-Bueno, ¿tomamos algo? -preguntó acomodándose uno de sus gorros.

-¿Segura? -le pregunté mirándola extrañado. Ella encogió los hombros.

-Por lo menos será más divertido -contestó sonriendo un poco, estaba de acuerdo.

Nos servimos un poco de vodka en un par de vasos de plástico y los tomamos al mismo tiempo, recuerdo que fue de golpe y que sentí un poco de asco, nunca había tomado vodka. Sam rio y me tomó del brazo.

-Venga, chica, vamos a buscar a Chris -bromeó Sam.

-Vamos, hermano -bromeé también. Ella me dio un golpe en el hombro.

Todos estaban ya un poco entrados en la fiesta y era difícil distinguir a alguien entre tanta gente ebria, pero al final y con esfuerzo, encontramos a Chris, estaba platicando con sus antiguos amigos y amigas cool, sentados y solo descansando para volver a bailar.

-Hey. ¿Qué onda? Qué gusto que vinieron -dijo Chris sonriendo y saludándonos, estaba actuando un poco extraño-. Te ves bien, Sam.

-Gracias, Chris -contestó ella feliz. Él la abrazó, recuerdo que, por un instante, eso me molestó.

-Siéntense, chicos, hay espacio -dijo Chris un poco con la mirada perdida y tropezando palabras.

-Vale -contestó Sam sentándose al lado de él y dejándome asiento a mí al lado de una chica más o menos guapa que iba en mi salón, pero que nunca me había dirigido la palabra, exactamente, la primera chica que analicé en mi primer día de clases.

La chica se llamaba Rachel y era más o menos simpática, bueno, era gracioso ver cómo intentaba consolidar oraciones sin éxito y que se riera de todo; sí, estaba ebria. Pasó un buen rato y otro par de tragos, seguí platicando con Rachel y, aunque lo intenté, no pude dejar de ver a Chris, que tomaba de la mano a Sam por momentos y... Agh, sí, me daban celos; Sam ni notaba que la estaba viendo.

Tomé de la mano a Rachel y seguí «platicando» con ella esperando una reacción de Sam, pero ella ni me miró, entonces, uno de los amigos de Chris nos vio y gritó como niño de primaria burlándose y juntándonos a ella y a mí.

El vodka es peligroso, puedes tomarlo como si fuera agua porque no sabe a nada, pero unos minutos después te golpea como Iván Drago a la cabeza y caes al suelo o, por lo menos, directo a tu humillación y arrepentimiento; sabe bastante bien con jugo de naranja.

Oh, sí, también te hace hacer cosas sin pensar y así fue como terminé besándome con Rachel en el sillón sin darme cuenta, recuerdo que la música sonaba un poco más fuerte y por momentos se me olvidaba lo de Sam, quien seguía platicando con un Chris ya un poco más sobrio, ella seguía tomando. Rachel traía unos leggins pegados y unos Converse blancos, usaba una blusa MUY escotada y en cada beso, respiraba lento como si estuviera, no sé, haciendo otra cosa. Estaba muy pegada a mí y su cadera se movía con el ritmo de sus labios.

Preguntas FrecuentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora