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En el día de nuestra graduación llegué caminando a la casa de Sam y toqué el timbre; me acomodé el moño y la camisa, me miré en su ventana para ver si lucía bien. Lorena abrió la puerta. Nos sonreímos, pero más por cortesía, ya que, obviamente, no estaba del todo feliz con las decisiones que había tomado y, aunque eran suyas y solo suyas, me incumbían, porque si ella se iba, Sam se iba con ella y si eso pasaba, me quedaba yo sin mi mejor mitad.

Lorena me invitó a pasar y me senté en la sala. Pasaron unos 10 minutos después de que le avisó a Sam que había llegado para que bajara.

-Kate.

-¡Sam! -me paré para verla.

-Pareces pingüino -Sam rio.

La vi bajar las escaleras en lo que se sintió como un momento en cámara lenta, traía un vestido lila que le favorecía bastante, que combinaba con lo lindo de sus ojos y que dejaba ver curvas que no sabía que tenía. Sus labios se veían especialmente bonitos y sonreía más sincera de lo normal.

-¿Y bien? -preguntó Sam.

-Te ves espantosa -bromeé.

-Tu cara no lo demuestra -reímos.

Se veía guapísima, caray.

-¡Déjenme tomarles una foto! -dijo Lorena.

-Mamá...

-Mamá, nada, Samantha. Anden, Kate, por favor.

Me acerqué a la escalera y Sam bajó hasta el penúltimo escalón para estar de mi estatura.

-No es justo -le dije.

-Tú calla y abrázame -bromeó Sam.

Sam me abrazó del cuello y yo a ella de la cintura, olía a Chanel. Lorena nos tomó como diez fotos hasta que Sam decidió ponerle un alto y se despidió, yo hice lo mismo.

Nos subimos al auto de Lorena; yo en el asiento del copiloto y ella en el del conductor. Puso la música a volumen medio y se colocó sus gafas.

-Uf, por un momento pensé que te veías guapa -bromeé. Sam volteó sonriendo y me guiñó el ojo burlándose también.

-Yo nunca dije que te vieras bien.

-¡Oye!

Sam prendió el auto, nos dirigimos a la escuela. Al llegar, nos estacionamos y miramos al cielo un segundo, empezaba a oscurecer y el cielo tenía un tono entre rosa y naranja, había viento, pero no era molesto y al mirarla a ella, respiré hondo, llenando el diafragma, mi corazón estaba completo y, a la vez, a la mitad.

-Ojalá Becca y Chris estuvieran aquí -dijo Sam.

-Sí -afirmé y la abracé por el hombro, ella a mí.

Entramos a la fiesta, casi de inmediato y sin decir nada nos tomamos de la mano y luego la sujeté de la cintura; le hice una mueca sonriendo y ella rio con una sonrisa casi fingida, no hacía falta decir mucho. Ella puso su mano izquierda sobre mi hombro y empezamos a bailar. Aunque ese día en la escuela había sido increíble, me gustaba tener a la Sam de siempre de vuelta, lo que durara.

-Así que así termina -dije-. Vaya año, ¿no?

-Sí -dijo Sam-. ¿Y ahora qué? -le tocó a ella preguntar.

-Toca ser adultos, creo -contesté.

-No quiero -respondió-. Quiero dormir y comer, y leer, y ver películas siempre.

-Supongo que todos queremos lo mismo -reí.

Sam me abrazó y me siguió los pasos, le di una vuelta y luego ella a mí; la música seguía lenta y el sonido del piano de la canción empataba con la tranquilidad e incertidumbre del momento.

Preguntas FrecuentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora