30

26 4 11
                                    

Con el corazón en la mano, respiro hondo mientras se detiene el autobús y me pregunto el siguiente paso en mi plan. Me paro nervioso y me cuelo entre la gente que sale en fila; no pasa mucho y entonces me encuentro rodeado en la oscuridad, en el negro absoluto de la noche.

Agarro el celular, con las manos temblorosas y pongo el dedo para desbloquearlo, pareciera que el proceso de abrir una aplicación es eterno y le doy a «contactos»; respiro hondo, muy hondo y deslizo la yema de mi dedo pulgar hacia arriba para poder encontrar a Sam en la lista, su foto de perfil la tiene conmigo.

Le doy un toque al botón de teléfono y se me va la respiración al primer pitido de marcado, mi corazón empieza a sentirse latir más fuerte dentro de mi esternón y una sensación de emoción y adrenalina recorre cada centímetro de mi cuerpo, como un escalofrío, que llega desde las uñas de los dedos de los pies hasta el cuero cabelludo.

-¿Hola? -pregunta Sam, contestando el teléfono, puedo notar que su expresión no se encuentra del todo bien y, aunque ya la había escuchado quebrar la voz, esta vez todo suena definitivo.

-Hola.

-¿Cómo...? ¿Cómo estás?

-Estoy loco por ti. ¿Y tú? -contesto.

Puedo escuchar a Sam en el fondo soltando una carcajada y luego un suspiro hondo, que deja la línea en silencio y que me pone la piel de gallina, percibo su respiración del otro lado de la llamada y, aunque quiere decir algo, se rinde.

-Yo también estoy loca por ti -no está de frente a mí, pero puedo imaginar cómo se le escapan las lágrimas de los ojos y se escucha en su respiración que se siente igual que yo.

Experimento un vacío absoluto en mi pecho.

-¿Qué ves por tu ventana? -pregunto.

-¿Qué? -pregunta Sam aún triste.

-Sí, de tu casa, de tu cuarto. ¿Qué hay enfrente?

-Hay un pequeño parque y más casas, al otro lado, una panadería que está cerrada.

-¿Hacen buen pan?

-Decente, diría yo -ríe-. ¿Por qué?

-Porque quiero cerrar los ojos e imaginar que estoy contigo.

Sam no dice nada y se suelta a llorar.

-Perdóname por no decirte nada -ruega.

-Perdóname a mí, Sam. Debí serte honesto -digo, también respirando más y más rápido, aún enfrente de la estación de autobuses.

-Te hubiera besado -dice, entre exhalaciones ahogadas.

-Te hubiera besado -repito-. No es muy tarde. ¿O sí?

Sam no sabe qué contestar, lo noto porque tarda en decir cualquier cosa y trata de tranquilizarse.

-Hubiéramos sido una pareja genial. Te amo.

-Te amo -contesto.

-Debo irme, me voy a bañar y luego iré a dormir. Te marco cuando salga. ¿Sí?

-Sí.

-Adiós.

-Adiós, Samantha.

En ese momento, no tengo alternativa y me acerco a un conductor de taxi.

-Necesito encontrar un vecindario con un parque y una panadería.

El señor se me queda viendo extrañado, pero luego ríe.

-Tengo que encontrar al amor de mi vida.

Él asiente.

-Súbete -me dice.

Preguntas FrecuentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora