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—Pues sí que está bueno.
—¿Por qué te haces el sorprendido? —puse los ojos en blanco—. Ya te lo dije.
—Lo sé pero no me esperaba que estuviese TAN bueno.
—¿O sea que para ti la definición de "es un dios griego" no te lleva a pensar que será el hombre más guapo que has visto jamás?
—¡Cuidado que nos ve!
Mi mejor amigo y yo nos agachamos bajo la ventana cuando Colin se giró hacia nuestra dirección. Era el tercer día que estaba aquí y yo había invitado a Serguei a mi casa para que pudiera ver que mi jardinero estaba tan bueno como el queso. Él no me había creído al principio. Creía que me había vuelto a golpear con una señal de tráfico en la cabeza (basado en una historia real) y que ahora veía cosas. Pero no, él acababa de comprobarlo.
—Oh, ¡está bien! —puso los ojos en blanco mientras levantaba las manos tan dramáticamente como pudo—. Siento no haber creído que el maldito hijo de Afrodita estaba trabajando como jardinero para ti.
—Gracias, gracias —asentí con fuerza—. Estás disculpado.
—¿Aunque sabes qué me molesta? —me miró como si acabara de morirse un cachorrito—. Que seguramente no será gay.
Yo puse los ojos en blanco. Era increíble.
—La gran mayoría de tíos buenos son gays. Por no hablar de que también suelen ser los más amables.
—Eso es porque es imposible que te partan el corazón.
—Pues tú lo hiciste cuando flirteaste con Matt y te funcionó.
Serguei abrió la boca de par en par mientas se llevaba una mano al pecho. Era un auténtico melodramático. Pero por eso me encantaba ser su mejor amiga.
—¡Lo hice en broma! No fue culpa mía que en realidad fuera homosexual —negó con la cabeza—. Además deberías agradecérmelo porque si te hubieras liado con Matt ahora no estarías libre para poder tirarte a este pedazo de hombre.
—¡Serguei! —le pegué un codazo entre las costillas.
Él aulló como si le hubiera cortado un brazo.
—¿Es que no piensas en hacerlo?
—C-cla... —no pude acabar la frase porque una voz mucho más grave y varonil que la de mi amigo me interrumpió desde los aires.
—Baby, ¿podrías echarme una mano?
Serguei y yo miramos al unísono hacia arriba.
Ay. Dios.Mío.
Colin se había apoyado en el alféizar de la ventana con sus tonificados brazos, manchados como ya era costumbre de arena húmeda. Su pelo negro estaba despeinado por completo. Mechones por un lado, mechones por el otro. Pero eso le daba un punto de chico malo. Y me encantaba. Sus profundos ojos negros estaban clavados en mí y sus labios se curvan en una sonrisa que me dejaba ver sus colmillos más afilados de lo normal. Era tan perfecto que juraba que si su pelo hubiera sido rubio podría haber sido el mismísimo Alejandro Magno. Yo estaba sin aliento. Su perfecto rostro me había hecho olvidar hasta cómo formar una frase. Por fortuna, mi mejor amigo estaba ahí para salvarme del ridículo total.