Capítulo 1.

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**ESTA HISTORIA SE ENCUENTRA EN PROCESO DE EDICIÓN, POR LO QUE ES POSIBLE QUE TE ENCUENTRES CON INCOHERENCIAS, FALTAS ORTOGRÁFICAS Y OTRAS COSAS ASÍ. DE CUALQUIER MODO, TE INVITO A QUE SIGAS LEYENDO ;D


Estábamos a punto de jugar contra los Sharks de North High. Cale no estaba y si no llegaba a tiempo nos descalificarían y no podríamos jugar en los estatales, lo que sería una mala pasada ya que dependíamos de éste juego para poder conseguir buenas becas para buenas universidades.

No podía permitir que ocurriera eso, pues de ello dependía mi futuro.

Me encontraba furioso, maldiciendo ruidosamente, cuando Cale llegó corriendo a los vestuarios con alegría, brincaba, gritaba y levantaba las manos con emoción intentando darnos ánimos. Lo miré con cara de póker, no estaba de humor para esas porquerías de mierda, teníamos menos de dos minutos para organizarnos, sólo dos malditos minutos y él todavía no tenía ni siquiera las jodidas hombreras. 

— ¿Qué te pasa Cale? ¿No te importa que nos descalifiquen? Si no te importa mi equipo, mejor vete—gruñí con un humor de perros.

—No sabía que era tu equipo, Andrew. —espetó ahora algo molesto, frunció el ceño y fue a terminarse de ponerse el uniforme en otro lado.

Cuando Cale se terminó de vestir, reuní a todos.

—Los Sharks son buenos, pero no tanto como nosotros. Ahora, sólo hagan pases laterales y no se les ocurra hacer un pase adelantado a menos que no haya de otra. No sean unos inútiles, pues si hacemos esto bien tenemos la vida asegurada—dije fuerte y claro. — ¡A jugar!

Habíamos salido victoriosos, con una jugada limpia y sin lesionados—por parte de nuestro equipo, claro—, como siempre. Si el equipo no me tuviera como mariscal de campo, no hubiéramos ganado. Sinceramente, antes de que yo fuera mariscal de campo, ellos eran una mierda de equipo, así que tenían que admitirlo, todo lo que eran ahora era gracias a mí y a mi ingenio. 

De acuerdo, quizá me tachen de arrogante, egocéntrico, odioso y esnob, pero mi carácter es lo que le da victorias al equipo y a la escuela. No es mi culpa ser tan bueno en todo lo que hago.

Como cada noche después de cada partido, había una gran fiesta en la casa de Kayla, la porrista más guapa de la preparatoria pero también de las más abre piernas de todas, de ésas típicas chicas perfectamente desarrolladas que no temen enseñar lo que tienen, con una minúscula cintura, grandes pechos, grandes caderas, cabello largo y rubio, ojos grandes y coquetos color azul y una boca que siempre estaba pintada de color rojo extraño, que le hacía no sé qué a sus labios pues hacía que se viera más sexy de lo que estaba. Pero lo mejor de toda ésa hermosura de mujer era nada más y nada menos que sus piernas, eran largas, esbeltas y tonificadas, era increíble que ésas piernas te rodearan. 

Y yo, como mariscal de campo, la tenía a mi disposición siempre que quería pasar un buen y placentero rato, porque aunque no tolero las relaciones ya que involucran besos, palabras cariñosas y costosos regalos, siempre estoy dispuesto a un buen sexo sin compromiso—obviamente— siempre que yo quiera. 

Todo el equipo, incluyéndome, estábamos tomando cerveza en el patio de Kayla, disfrutando de canciones sin sentido, pero movidas. De vez en cuando, venían y nos felicitaban por la victoria. Mi ego se levantaba más y más.

—Necesito hacer algo divertido, todavía siento la tensión del juego y la cerveza no me alivia rápido— gritó Doyle por encima de la música , mi mejor amigo desde preescolar, con una moderada masa muscular y alto.

Le di un trago a mi cerveza y asentí, pues yo también pensaba lo mismo.

— ¡Retos! Hace mucho que no jugamos a los retos—propuso Cale, al que ya se le notaba lo ebrio que estaba.

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