Peligro a la vista.

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El timbre retumbó por todas las aulas y los niños sabían lo que significaba, en cuestión de segundos, una estampida de infantes se amotinó en los pasillos de la escuela, ya sea para dejar sus útiles escolares en sus respectivos casilleros o para salir corriendo a la salida, algunos desesperados prefirieron saltarse todo ese proceso y saltaron por las ventanas de las aulas, directo al exterior en callejones peligrosos o en el patio de recreo. No era la primera vez que ocurría esto y los profesores lo sabían, por ende, tanto el director como los cinco profesores que esa pequeña institución educativa podía permitirse, tenían que esperar y vigilar a que todos los niños salieran del colegio para cerrarlo y de verificar que todos se hayan ido; uno nunca sabe que tipo de monstruos hay en las calles... o en la misma escuela.

Mono y Six no eran de esos, por el contrario, ambos estaban guardando sus útiles escolares en sus mochilas y ya que Mono fue el primero en terminar, se levantó y se dirigió a la puerta del aula, esperando a Six paciente como siempre. Six por su parte se llevaba las cosas con calma, digiriendo todo lo que había pasado este día y el que podría significar para ella y Mono, pero la mente de esa niña es, de momento, impenetrable. Una vez terminó de ordenar y guardar todo, se dirigió a Mono y ambos se ofrecieron las manos, se tomaron de las mismas y caminaron a la puerta de salida.

Justo en la entrada y salida, en el último paso para salir de esa descarada prisión, fue que la maestra les estaba esperando, con regla en mano y vigilando a los demás niños que estaban afuera, esperando o platicando entre sí. Sin si quiera dirigir la mirada, la maestra puso su regla en el camino de los niños, deteniéndolos, luego les dirigió la palabra.

-Señorito, señorita- dijo la maestra. Ambos niños se mostraron confusos -me parece que iniciamos con el pie izquierdo y quisiera ofrecerles mis más sinceras disculpas.

Six en un inicio se esperó un regaño o algo semejante, pero escuchando las palabras de la maestra se percató que se trataba de otra cosa ¿una disculpa? Imposible. Mono por su parte solo prestaba atención.

-Tengo claro que nuestras primeras impresiones en este nuevo ciclo escolar han sido... tensas- seguía la señora, casi como si lo dijera a regañadientes- por ende, quisiera ofrecerles un borrón y cuenta nueva. Como si nunca hubiera pasado nada, yo doy mis clases y ustedes las atienden, yo indico algo y ustedes obedecen ¿Queda claro?

Six asintió, casi conteniéndose, pero Mono era un caso distinto, no podía ver sus expresiones por culpa de la bolsa, pero el apretón de su mano se volvió más fuerte, como si estuviera buscando protección por parte de la niña, y Six correspondió.

Mono asintió después de Six y la maestra les sonrió.

-Muy bien- dijo -pueden retirarse.

La pareja aflojó el apretón y ambos saltaron de escalón en escalón, uno por uno y cuidando de que ni uno ni el otro se callera. Una vez abajo, la maestra se encerró con llave y al no haber motivos para volver al interior, decidieron ver que estaba ocurriendo con los niños de afuera. Ahí, un pequeño grupo de niños habían caído rendidos debajo de un árbol apenas floreciendo, la mayor de ellos estaba recargada en el tronco y otro sobre ella, luego otro y otro, así formando una cómica similitud con fichas de dominó. Sin embargo, otra peculiar pareja yacía del otro extremo, una niña de impermeable amarillo estaba sentada en la acera de la calle, con el mentón en alto y su espalda recta, mientras que su acompañante estaba parado, dando vueltas inquieto y vistiendo una sudadera azul por encima de su uniforme.

-Por favor, solo son unas cuadras- decía el chico de azul

-No lo creo- dijo la chica de amarillo -prefiero esperar aquí

- ¡Hay vigilancia en todas partes! ¡Es imposible que te rapten o algo así! – decía el chico casi consternado de no entender la situación

- ¿Qué ocurre? - preguntó Six

Little Nightmares School AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora