Una Ciudad Pálida.

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Hagamos un ejercicio. Imagine una ciudad de edificios altos y grisáceos, cuya única pizca de color yace en las zonas más bajas de este lúgubre sitio, imagine torres eléctricas, megáfonos, cables eléctricos y una gran red de comunicaciones que se extiende por los túneles del metro subterráneo, por los techos y por las calles, cuyo centro es una gigantesca torre al costado del edificio de la alcaldía, imagine a sus ciudadanos, en esa zona tan muerta y carente de vida ¿Real mente se sorprendería uno al ver a sus habitantes con sus ojeras como sacos de té, sus espaldas encorvadas por las largas jornadas de oficina, sus arrugas en la piel y su escases de pelo a causa del estrés?

Bueno, sea bienvenido a esta ciudad palidecida por el mundo. Se podría decir que los jóvenes darían la vida aquí, siendo las mujeres quienes disfrutarían de los lujos comerciales de los centros de ocio y los jóvenes en sus atuendos a la moda tratando de seducir al encanto femenino. Y sin embargo, no hay nada de eso aquí, no por nada sobrenatural ni mucho menos, al contrario, es ley, no por parte de la alcaldía si no por ordenes directas del estado. Los adolescentes y jóvenes adultos son los que en mejor condiciones físicas están, son los más vivos y son lo suficientemente maduros para soportar los bombardeos del campo de batalla y lo suficientemente inocentes para no cuestionar órdenes. Por eso el reclutamiento y la propaganda se esmeraban en recalcar que son el futuro, y en efecto lo son, porque cuando el estado se dio cuenta que su productividad estaba decayendo debido a que los más viejos estaban muriendo con mayor frecuencia y sus mentes ya no daban para más, sabían que algo hicieron mal. Era hora de volver a casa.

Seven nunca había visto nada distinto, desde que nació esa fue su realidad y rara vez veía a un adolescente en la ciudad, pues en su inocente deducción, creía que se quedaría como niño por siempre, luego creyó que se convertiría en adulto de la noche a la mañana aunque no sabía como, tampoco quería preguntar al respecto, no solo porque el pequeño tenía pena de ello, si no porque la única vez que preguntó a un grupo de mujeres en la calle, fue imposible que el mensaje no cayera en lo ambiguo o en lo confuso.

Ahí estaba el castaño con sus prendas azules, en medio de una calle junto a tres señoras mayores que no parecían prestarle mucha atención, cada quien a su bola en una serie de tiendas de consumibles que se alineaban como si fuera una rutina a seguir: Fruta, verdura, origen animal, cereales y pasando al otro lado de la calle, una dulcería. Seven traía las monedas justas, su misión era comprar un poco de verdura y pan para el orfanato, encargo directo de La Dama ¿Por qué no venía ella? Porque temía de ser vista ¿Por qué no vinieron ninguno de sus trabajadores? porque estaban ocupados, excusas que Seven encontraba injustas y que constantemente rondaban su cabeza, inventando reclamos y discusiones con una Dama que solo existía en su mente y que nunca sucederían al no tener el coraje para hacerlo. Este niño tiene demasiado tiempo libre.

El niño comenzó a impacientarse mientras cruzaba sus brazos molesto y daba golpecitos con su pie en el suelo, balanceándose de un lado a otro para tratar de entretenerse, ya habían pasado cinco minutos que para él habían sido eternos, en los que la señora de la tienda fue por una condenada bolsa de papel para su compra. Mirando de un lado a otro trató de alcanzar a distinguir algo interesante y lo encontró, cruzando el tranvía vio a un chico de su edad en una bicicleta, con un gran bolso azul y con una gorra del mismo color, era claro que se trataba de un cartero ¿Uno tan joven? Para su sorpresa, el pequeño se detuvo un segundo y miró en su dirección, Seven miró de un lado a otro buscando algo aparte de él que pudiera llamarle la atención a el niño cartero, pero no vio nada. El cartero entonces retomó su camino con la bicicleta y se dirigió en su dirección, pasándole de largo y deteniéndose en una tienda de distancia, hurgó en su bolso y sacó un sobre.

-¡Entrega especial!- dijo el niño, esa voz... era familiar de algún modo.

Seven miró al interior de la tienda y vio como la señora ya tenía preparada su bolsa, la tomó y dio el dinero, el tonto no se fijó en el cambio, aunque lo más probable es que se le haya olvidado o solo no le tomara importancia. 

Little Nightmares School AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora