Memento

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Six abrió su cajón de su mesita de noche, lleno de objetos, baratijas y demás basura con un pasado cada uno, pasado que constantemente atormenta a la niña por decisión propia. En sí, a ella le gusta recordarlo, lo considera importante, pero a la vez, muy en el fondo, dese y anhela con que eso no hubiera pasado, aunque si no lo hubiera hecho, nunca hubiera llegado hasta ese punto, pero ¿valía la pena?.

Desde luego, algunas cosas era imperdonable olvidarlas o perderlas, como un trozo de cerámica, perteneciente a un juego de té que compartió con RG en la segunda vez que se vieron las caras desde la primera impresión. El resto del juego se había perdido en miles de trocitos resultado de una mudanza a marchas forzadas, desorganizada y poco cuidadosa; sin embargo, el trozo de Six era de una tasita que ella conservó y que, en su ignorancia, dejó que se rompiera al llevarla en una bolsa y dejar todo su peso sobre la misma, una verdadera pena.

También había una mascarita de una especie de monstruo, la había conservado desde el día que llegó al orfanato. Por alguna razón extraña, la Dama que dirige el lugar tenía la costumbre de regalar máscaras extrañas a los niños recién llegados, mascaras que eran destruidas o abandonadas por los menores al tener pavor a las mismas, y con motivos. La máscara presentaba un par de colmillos como de jabalí saliendo se su boca con el labio inferior hinchado y pintado en rojo, los ojos eran hipnotizadoramente oscuros en la pupila y contrastaban gracias a la expresión de furia que denotaban las cejas y el ceño fruncido, sumando esto a una cómica nariz que se extendía como si fuera la de aquel niño de madera que muchos reconocerán. Six la conservó porque le pareció útil, tenía la intención de usarla en caso de querer mantener alejados a los menores, pero al final ella fue quien se acercaba a los pequeños, esto le había sorprendido a ella en el momento, no pensó que fuera así y no después de conocer a Mono, era como si se sintiera más cómoda y segura de si misma con infantes menores que ella en todo: edad, estatura, vida, mente...

Metió su mano en busca de algo con lo que entretenerse en el día, la sacó de nuevo y esta vez sujetando en ella una botella con un mensaje en ella, una nota enrollada como pergamino, como si fuera la de un naufrago en una isla desierta. Esta vez provenía de Seven, posiblemente su primer amigo o al menos de parte del chico, pues ella tardó en considerarlo como tal; el mensaje le fue otorgado con instrucciones especificas de no abrirlo a menos que hubiera olvidado a Seven, cosa que claramente no hizo teniendo tal posesión. A pesar de la intriga que le causaba la nota, ella realmente no se había interesado en abrirla, nunca lo creyó necesario. Además, era ilógica la propuesta del niño, pues si lo olvidaba ¿Cómo se supone que recordaría lo de la nota? Eran muy pequeños en ese entonces, tal vez unos cuatro o cinco años, era normal que dijeran tales cosas sin pensar mucho en lo que implicaría.

Six volvió a meter la mano con la botella de cristal y dejó ahí al tal mcguffin, luego rebuscó y encontró una cajita de madera, tallada a mano y que con el movimiento se evidenciaba que en su interior habían cosas diminutas, Six lo ignoró de momento y solo lo apartó llegó más al fondo hasta topar con el otro lado del cajón. Sus ojos se abrieron como platos al notar la ausencia de aquello que buscaba y por un momento todo pareció detenerse. "Debe estar en otro sitio" se dijo a si misma, y se bajó de la cama para buscarlo debajo de esta, ahí mismo había una vieja maleta y, para su fortuna, un juguete muy especial; una caja musical de aluminio con una palanca en al punta superior, teniendo en su cilíndrica cara uniforme el logotipo de un ojo, propio de todos los sitios en la ciudad.

Six acarició por un momento la caja como si fuera una especie de ser vivo, la contempló maravillada y luego puso su mano en la palanca, con esfuerzo la movió en el sentido de las manecillas del reloj y un pequeño timbre resonó en la misma, ella se emocionó; ¿Puedes si quiera imaginarte esta visión? Six, una niña que se caracteriza por presentar una cara apática ante todo lo que le rodea, en estos momentos de privacidad y soledad, esbozó una débil pero pura sonrisa que sus músculos luchaban por mantener firme.

Little Nightmares School AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora