Entrega Especial.

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Mono pedaleó y pedaleó, su siguiente entrega se encontraba bastante alejada del resto de la ciudad y tenía que pasar antes a dejar más cartas, correspondencia, anuncios que solo advierten de un evento importante del cual él ya tiene conocimiento pero no sabe como tomarlo; él nunca ha visto nada más allá de la ciudad, del bosque o del río que rodea a la urbe, por lo que solo puede guiarse por las palabras de, posiblemente, la peor persona de la que se puede recabar información, aunque claro, el pequeño Mono no sabe nada de eso, el solo escucha, oye y ve.

Su primer parada es en un hospital, un gran edifico que se camufla por sus tonos grises y marrones entre los edificios cercanos, pero que por su entrada a través de su estacionamiento y los interiores azulados y pálidos, sin olvidar a su personal de batas blancas y uno que otro grito que, en el exterior, dieron origen a incontables leyendas urbanas sobre experimentos macabros y rituales mágicos que todo niño, en su más plena ignorancia, puede tomar como ciertas. Desafortunadamente para el pequeño cartero, su destino era el mismo sitio al cual temía, pero tenía que hacerlo de una u otra forma, siempre teniendo como alentador a la voz del megáfono, a el rostro en el televisor y la señal de radio que, cada que pasaba por un sitio, pareciera que estuviera escuchando la radio señal de manera continua.

-...es imperante que la cooperación de todos, en estos tiempos de incertidumbre, reluzca en todos nosotros para que así podamos...- Mono dobló una esquina, ahí estaba esa voz otra vez -...su labor en sus trabajos, en sus escuelas y modales, son granitos de arena que se juntarán como un desierto que hará tormentas gigantescas, fuerzas imparables que solo nos demuestran la soberanía humana frente a las adversidades que...

A Mono le empezaba a molestar esta voz, no solo porque era escuchar el mismo mensaje una y otra vez, al fin y al cabo, él no le entendía y lo único que podía hacer era sacar esa actitud optimista que no puede tener en estos momentos, si no porque esta consiente, sabe de primera mano, que esa voz es una con una cara oscura y de la cual él solo conoce.

Por fin llegó al hospital, la gigantesca estructura de ladrillos y pilares de cementos, de hasta cuatro pisos de alto, era imponente ante la esvelta figura de Mono.

Una vez más se acomodó su gorra hasta la altura de los ojos, dio un paso al frente mientras veía si nadie estaba a su alrededor mientras que, para su desgracia, se percató que la puerta no tenía un buzón por donde pasar la carta; podría simplemente deslizarla por debajo de la puerta, si, pero era más fácil que fuera ignorada o hasta pateada, y siendo la carta de naturaleza urgente (según lo que le informaron), no tuvo más remedio que descartar el placentero sonido de la campana reglamentaria en cada buzón de la ciudad y solo tocar la puerta al grito del ya clásico: "¡Entrega especial!"

Esperó y esperó, luego escuchó las pisadas de unos zapatos ortopédicos que se acercaban a paso lento pero ruidoso, Mono cubrió su rostro aún más con la ya de por si gigantesca gorra, mientras que alzó sus manitas con la carta de frente. Sabía bien que ya no tendría más prisas una vez entregada esta carta, pero no deseaba quedarse mucho tiempo ahí, en especial por lo que se decía del lugar. Una pena por él. La puerta se abrió y una figura rechoncha con granes anillos de grasa colgando y siento sostenidas por una bata abotonada que luchaba por resistir a una talla para la que no fue fabricada, miró desde lo alto al joven Mono, recibiéndolo en cambio con una sonrisa que trataba de ser amigable, su frente arrugada y su cabeza calva y brillante daba una apariencia caricaturesca al respetable Doctor.

-Hola pequeño- dijo el doctor, agudizando la voz para lucir más amigable -¿Qué ocurre?

-Entrega especial, doctor- y Mono enseñó su carta mientras que la pequeña pero rechoncha mano del doctor la tomaba, la acercó a su rostro y entrecerró los ojos tratando de leerla inútilmente.

Little Nightmares School AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora