El Nido de la Burguesía

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El cepillo pasaba de arriba hacia abajo, con delicadeza trataba su cabello ahora suelto del ornamento que tenía normalmente en la cabeza; su pelo era de las cosas más importantes para ella, ya no solo por ser extremadamente largo, si no por el curioso pelo blanco de nacimiento que ella poseía y que además, combinaba bastante con su labial carmesí y sus mejillas retocadas en un tenue rosado. A decir verdad, parecía una muñeca de porcelana cuyo rostro se fundía en extremas temperaturas.

A diferencia de otros, ella gozaba de verse en su reflejo, para ella su figura era todo un deleite, quizá como síntoma de su narcisismo inflado por sus mayordomos o por los bienes materiales como muñecas y comida de lujo desaprovechada que estaba esparcida por toda la mansión. Si pudiéramos hacer una comparación, cosa que los ajenos a este tipo de recursos ya hicieron en nuestro lugar, podríamos decir que se trata de un nido dedicado únicamente a una pretendiente ciega de lo que es la realidad más allá de su cómodo y apacible espacio personal.

-Me veo bella ¿No es así?- miró a su costado y vio un peluche de un conejo con bufanda roja, naturalmente, el muñeco no contestó y que bueno que no lo haya hecho.

-Gracias, siempre es bueno tomar opiniones de otros ¿No crees?- mirando a otro lado de la habitación, vio un pequeño peluche de un oso con una boina azul que, al igual que su hermano de felpa, no dijo nada. La niña solo rio para si misma.

-¿Ya terminaste?- dijo RG que entró al cuarto sin ser vista, siempre tan escurridiza, cosa que a su hermana no le gustaba porque tendía asustarla. Esta no fue la excepción y dejó caer su lápiz labial sobre uno de sus peluches, ensuciándole un poco su nariz.

-¡Dios!- gritó con las risitas de RG de fondo -¡Toca! por una vez en tu vida ¡toca la puerta!

-Lo siento- dijo RG -solo venía a pedirte ayuda con esto de la trenza

-Querida hermanita- dijo la pretendiente -tendrás que aprender de mí en algún momento, no podrás depender de mí toda la vida.

-Mira quien habla- respondió -¡si solo me llevas un año de edad!

-Menos charla y más estilo ¡ven acá!- y apuntó su dedo de manera firme y exigente a la sillita de colchón tono vino. RG se acercó y se sentó, entonces su hermana pretendió por un rato a ser una especie de estilista o similar, más que nada en modo de juego, la verdad no tenía idea de lo que estaba diciendo y solo repetía lo que veía en televisión.

Finalmente la trenza se desenredo, el cabello castaño de la niña cayó por su espalda hasta llegar a su cintura y todavía con el pelo como resortes por el tiempo que estuvo atado y por la forma en que fue peinado, la pretendiente comenzó a cepillarlo aunque con un poco más de brusquedad, no era personal, era solo que al no ser su cabello no podía medir bien la intensidad con la que jalaba del cepillo.

-¡Auch! ¡Cuidado!- se quejó la castaña

-Paciencia, querida mía, la perfección necesita de sacrificios y paciencia

-Irónico que no tengas nada de eso contigo- susurró para su propia diversión

-¿Qué dijiste?

-Nada

Puede que la mansión sea gigantesca, pero realmente era un espacio reducido para ambas niñas. Ya para empezar la mansión no era suya de ninguna manera, o al menos el estado no podía ponerlas como tal; los dueños de la misma, los padres de la pretendiente a la herencia, estaban pasando por un problema que involucraba constantes discusiones, viajes y un par de amenazas de suicidio de los cuales la pequeña ingenua no tenía idea. Para contrarrestar la soledad que tendría y evitar que la peliblanca callera en la locura por tanto hablar con sus propias muñecas y peluches, se optó por la adopción de la pequeña RG.

Little Nightmares School AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora