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En la vida hay muchos momentos donde simplemente no te sientes parte del mundo. Es como si hubieses estado tanto tiempo viviendo en el mismo planeta que, por unos segundos, notas detalles que te hacen sentir diferente. Cómo ver un atardecer en la playa totalmente vacía, caminar bajo la lluvia escuchando tu canción favorita, conducir por la noche rodeado de destellantes luces nocturnas.

Son momentos que se sienten distintos y se viven de manera diferente. Te hacen sentir parte del mundo y a la vez, muy lejano a el. Te sentís vivo y no hay cosa más aterradora que esa; aferrarte a ese sentimiento y luego ver qué no siempre es así. Existen subidas y bajadas, cielo y tierra. No todo es siempre blanco si el negro está para contrastarlo y hacer presencia la clara diferencia que hay entre dos polos.

Uno de esos momentos es este, mientras pongo mis manos en el manubrio de la bicicleta, extiendo mí cabeza hacia atrás y dejó que el viento de primavera golpeé sin piedad mí ropa y la vuelva un remolino sin sentido en mí espalda. Dejé que, por los auriculares que tenía puestos en ese momento, sonara "Time" de Pink Floyd, haciendo que el sentimiento aumentara el doble en ese momento, mientras el camino de tierra aplastado por los autos y el mismo tiempo, volvía mí estabilidad peligrosa y casi imposible de evitar una caída.

Si mí madre pudiera verme ahora, diría que soy un descuidado, torpe y solo busco golpearme todo el tiempo. Pero, por suerte para mí, ella no está aquí y el sentimiento de estar vivo se siente demasiado bien.

Y entonces, justo por la derecha, se adelantó una bicicleta verde, un desarreglado cabello oscuro y una risa que podría reconocer hasta en mis sueños. Me saqué el auricular parando la música del reproductor de cassette y me concentré en el nuevo intruso a mi sentimiento de felicidad por estar vivo.

—¡¿Ya te cansaste, Lee?! —Soltó el mayor, arrancandome un bufido, este momento ocurría todos los días, era como una rutina matutina para empezar el día de manera correcta y mejor.

Una sonrisa se escapó de mis labios en cuanto HyunJin se dió la vuelta para dedicarme una rápida mirada de superioridad y segundos después se encontraba tirado en el suelo rodeado de pasto y aún sin poder dejar de reír.

Estoy casi seguro que a eso se le considera karma.

Estacioné mí bicicleta a su costado y luego de colocar el freno, me bajé a extenderle una mano al mayor. Hyunjin me miró con diversión en su rostro y un poco de tierra en su mejilla. Podía tener diecisiete años pero era todo un niño.

—¿Que tal está el clima por allí abajo? —Me burlé a punto de cruzarme de brazos, pero HyunJin evitó eso, tomando mí brazo rápidamente y tirando de el.

—Averigualo. —Soltó sin más, dejando que mí cuerpo conociera el pasto por primera vez en el día. Rodé los ojos escupiendo el pedazo de césped que se metió sin permiso en mí boca.

—Idiota. —Me quejé, limpiando la tierra de mí camisa blanca y acomodando mí cabello de nuevo en su lugar.

—Cierto que a la princesa no le gusta ensuciarse. —Se burló claramente Hyunjin, sonriendo en su lugar y apoyando su mano detrás de su espalda admirando como el pecoso abría los ojos ofendido.

—¿Princesa? ¿Tu quieres morir? Soy un hombre. —Le miré con el ceño fruncido, rodando los ojos y parandome en mí lugar.

—Si sabes que era un broma, ¿Verdad? ¿Por qué te tomas todo tan a pecho? —Hyunjin se quejó con un puchero en sus labios y se levantó de su lugar también, levantando su bicicleta y volviendo a subirse a esta aún con tierra en su mejilla y pasto en su cabello.

—Tus bromas no tienen gracia. Las mujeres son mujeres y los hombres, hombres. No los mezcles. Son diferentes. —Acoté antes de subirme también a la bicicleta y comenzar los dos a andar por el mismo camino de tierra. Hyunjin andaba por dónde su cabeza le decía mientras yo seguía la línea recta.

Con amor, un Homofobico - [Hyunlix] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora