XIX

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Bajé las escaleras buscando con la mirada a mí madre. Ella, como todas las mañanas, se encontraba sentada leyendo el diario con sus lentes en la punta de la nariz y su cabello castaño despeinado hacía presencia como si fuera le melena de algún león.
Me acerqué a ella, le deposité un beso en su cabeza y luego me acerqué a la mesada buscando una taza y un poco de café.

Mí madre levantó la mirada, la podía sentir en mí espalda analizando cada uno de mis movimientos. Desde que me había visto destrozarme a mí mismo en mí habitación, no había hecho preguntas, pero sabía que pensaba en eso día y noche. Me dí la vuelta, apoyando mis manos en la mesada justo detrás de mí espalda, solo para dedicarle una media sonrisa y tratar de calmar sus dudas.

—Tienes ojeras, Lix. —Advirtió, dejando en claro que había notado mis faltas de sueño últimamente. Las horas para dormir se habían convertido en meditación exclusiva para aumentar el odio a mí mismo y a llorar por la impotencia que me daba vivir. Definitivamente se notaría a kilómetros que algo dentro mío había cambiado a peor.

—Ultimamente estoy estudiando mucho. —Mentí, volviendo a girarme sobre mí mismo para continuar con el proceso del café. Mí madre dejó el diario a un costado y sabía que eso solo significaba "Tendremos una charla".

—¿Por qué? —Preguntó, como si no fuera suficientemente obvia la respuesta.

—Mis notas no se mantienen solas. Prometo que dormiré bien. Tengo una mala organización, es todo, no te preocupes. —Le aseguré, tratando de sonar confiado en mis palabras. Ella se acomodó en su asiento para mirarme la espalda, mientras yo continuaba con la concentración puesta en la taza que tenía al frente.

—Anoche no bajaste a comer. —Soltó, haciendo que una mueca se formara en mí rostro.—Lix, hace dos noches que no bajas a comer.

Bajé la mirada, relamiendo mis labios y sabiendo que había quedado totalmente expuesto. Si, tenía razón, no tenía mucha hambre y por más que lo intentará, todo me daba repulsión. Lo que menos buscaba era vomitar lo que comía.

—Estudios, solo eso. —Hablé, pero salió más como un suspiro que como una frase confiada. Mezclé el café con la cuchara me quedé mirando el líquido marrón con determinación.

—Bajaste de peso. No estás comiendo bien. Tienes que alimentarte para mantenerte saludable. —Comentó mí madre, su voz salía rasposa a estas horas de la mañana.—Además, hace días que no veo a Hyunjin, ¿El está bien?

Detuve la mano que mezclaba el café en cuanto su nombre hizo presencia en la habitación. Ni siquiera podía dejarme en paz en mí propia casa y con mí propia familia.

—El está bien. —Afirmé, como si aquella fuera la peor mentira que pude decir en mí vida, incluso mí madre podía notarla, estaba seguro.

—Lix, ¿Esto tiene que ver con tu padre? —Preguntó de golpe, haciendo que la mano que sostenía la cuchara, la soltara de golpe produciendo un horrible ruido al chocar con el lavavajillas. Me detuve en seco, podía soportar que hablara de Hyunjin incluso si eso desmoronaba mí corazón, pero no quería que hablara de ese hombre.

—No, mamá. Ese no tiene nada que ver aquí. —Afirmé, notando como el enojo se me subía hasta la cara y ponía mis mejillas rojizas. Acerqué la taza de café a mí boca girandome sobre mis talones para ver a mí madre cara a cara.

—Felix, si lo que te falta en tu vida es una figura paterna...

—No, mamá. No necesito a nadie. Te tengo a ti y eso es suficiente. —La interrumpí a mitad de la oración, dejando la taza a un costado, ya no quería ni tomar ese café.

Con amor, un Homofobico - [Hyunlix] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora