XIV

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«HYUNJIN»

Miré las hojas del Arce espercidas en el suelo, como el verano ya estaba presente hace un tiempo y quizás pronto el otoño haría más presencia que cualquier otra estación. Como el color rojo llamaba tanto la atención y como se mantenía en ese tono solo por un tiempo antes de volverse una triste hoja seca que con un poco de fuerza se quebrajaba en varios pedazos. Miraba, buscando algún punto de atención para borrar los pensamientos de mí cabeza y para entender un poco lo que sucedía en mí pecho.

Era como la décima vez que escapaba de mí casa al mismo lugar en menos de una semana. Podía apostar lo que fuera a que mis padres se darían cuenta y cerrarían mí ventana con alguna traba, pues escapar en el campo, era muy peligroso según ellos. Lo que no sabian era que no era la primera vez que pasaba ni sería la última; mí habitación era un refugio, si, ahí pasaba la mitad de mí día siendo solo yo, pero no era suficiente. Estar rodeado por cuatro paredes no se asemeja en nada a la libertad. Necesitaba el viento en mí cara, el verde de la naturaleza y el sonido de algún animal o del mismísimo viento. Necesitaba el sol pegando en mí piel y sentir como mí cabeza se abría y daba paso a una tranquilidad que pocas veces encontraba en este simple mundo.

Tranquilidad que había descubierto la primera vez que conocí a Felix. El pecoso me había encontrado en el baño cuando mí ansiedad social había hecho presencia sin permiso. Tenía las rodillas en el pecho, la cara hundida entre ellas y mis manos abrazando mí propio cuerpo. Tenía miedo, estaba asustado y mí corazón latía demasiado rápido. Pero de pronto unos pequeños golpes en la puerta me hicieron bajar las piernas y detener el corazón; Felix estaba ahí parado, mirándome como si fuera una pieza que no entra en el rompecabezas de la vida y con preocupación a causa de ello. Y fue cuando entró al baño conmigo para abrazarme sin preguntar, que supe del sentimiento de paz que muchos suelen hablar.

Pecas era esa fuente de confianza que me daba una especie de motor para continuar paso a paso por mí vida. Lo necesitaba, era la calma de la misma tormenta que cualquiera podía tener. El me había dicho que cuando estaba conmigo sentía que la vida era distinta, que todo se veía más vivo que nunca, creí que era lo mismo que el me transmitía a mí, pero no. Felix me daba paz, mientras yo le transmitía todo la adrenalina de ser un ser humano con una vida por delante, el me mostraba que el océano no es tan turbulento como parece.

Pero ahora, mientras volvía a colocar mis rodillas en el pecho y hundía mí cara entre las mismas, me di cuenta cuanto necesito de su presencia. Lo necesitaba a él pero sabía que eso era imposible, que quizá ya era hora de aprender a continuar sin el. Lo sabía porque era lo que enfrentaría en las próximas horas, cuando mañana tuviera que levantarme para ir al colegio y lo primero que vea sea su bicicleta ya fuera de su lugar y no esperándome para ir juntos. Lo sabría cuando llegara y el haya estacionado la misma en un lugar distinto, lejos de mí, como lo hacíamos siempre. Lo sabría cuando su rostro ya no fuera algo cotidiano de presenciar y me toque destruirme a mí mismo para verlo con Ophelia.

Lo sabía pero no quería aceptarlo.

Así como sabía que no debía haber aceptado su beso, no debería haberle seguido la corriente y aprovechar ese momento para aclarar mis dudas. Dudas que sabía que ya no tenía más, pues estaba demasiado seguro de lo que sentía por Felix.

Había comenzado a gustarme hacía un tiempo, no sabía en qué momento en específico, pero si que había sucedido; que el era la principal razón de porque me levantaba a la mañana con tantas ganas de ir al instituto, de porque me mojaba en el río aun sabiendo que luego iba a tener frío o porque me tiraba en el césped a mirar el cielo si sabía que luego me daría picazón en cada zona que rozo con el pasto.

Con amor, un Homofobico - [Hyunlix] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora