XV

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Me levanté de la cama con un dolor horrible en mí cabeza. Sentía que estaba a punto de explotar y sabía a la perfección que era por haber llorado demasiado la noche anterior y pasar frío en la ducha. Bueno, quizás ahora me arrepentía de haber reaccionado de tal forma, pero no más de lo que me arrepentía de la noche de la fiesta.

Apoyé mis pies en el suelo mirando directo a la ventana cerrada de mí habitación y como las cortinas blancas llegaban hasta el suelo sin dejar pasar un solo rayo de sol. Miré los discos apoyados en la repisa, la puerta del baño abierta, mí mochila tirada en una esquina de la habitación y todo el lapicero esparcido en la mesa en un arte totalmente abstracto.

Me acerqué a la mochila colocando todos los libros que estaban en el suelo dentro y poniéndola encima de mí cama para entrarme a bañar, cambiarme y salir de la habitación directo a la cocina.

Saludé con una sonrisa completamente forzada a mí madre y luego me senté a su lado con una taza de café que prepare en cuestión de segundos. Mí madre bajó sus lentes hasta la punta de su nariz solo para dedicarme una mirada preocupada y con un claro análisis.

-¿Cómo estás? -Preguntó sin más, tratando de lograr que le mirara, pero estaba seguro de que en cuanto levantara la mirada, la vergüenza a mí mismo iba a invadirme por completo.

-Estoy bien, ya debo ir a la escuela. -Mentí, bajando el líquido de la taza en solo segundos y volviendo a colocarlo en la mesa.

-Felix. -Llamó antes de que pudiera salir de la habitación.

-¿Si, mamá?

-¿Sabes que puedes contarme cualquier cosa, no? -Preguntó, transmitiendo una confortable confianza en su tono de voz, pero yo ya no podía confiar en nadie que no fuera el diario marrón que descansaba en mi habitación, según yo.

-Si, mamá. Lo sé. Lamento lo de ayer. -Contesté, rascando mí brazo en un acto nervioso que ella pareció notar.

-No pidas perdón, somos humanos, nos rompemos de vez en cuando. Solo debes saber que no estás solo. -Su mano acarició la mía y yo salí de la habitación con un leve asentimiento.

Pero podía asegurar que se equivocaba, porque quizás ella podía pensar cualquier cosa con respecto a lo que ocurría en mí cabeza cuando la realidad era aún más devastadora. Sabía a la perfección que romperse era un acto demasiado humano, pero simplemente prefería dejarlo atrás. Como si nunca hubiese existido.

Salí de la casa, no sin antes asegurarme de que no había rastros de Hyunjin cerca. De hecho, su ventana estaba cerrada y su bicicleta ya ni siquiera descansaba en el árbol donde siempre la apoyaba. Una presión se instaló en mí pecho y, una vez más, las ganas de llorar me invadian. Esa faceta débil a lo que sucedió me molestaba en demasía, no se suponía que debía ser así pero lo fue.

Subí a mí bicicleta, apoyando mis manos de manera insegura y fijando mí vista en el camino de tierra que tenía aún por delante. Miré las flores intactas a los costados de la calle, los árboles ya no se veían tan verdes y el viento me estaba resultando molesto en el rostro.

Al llegar a la escuela, me bajé de la bicicleta solo para hechar un vistazo al estacionamiento, Hyunjin no había puesto su bicicleta en el mismo lugar de siempre y en cambio, la de un chico rubio descansaba en su lugar. La estacioné de manera prolija y, sabiendo que quizás era muy temprano, me dirigí a mí aula en completo silencio.

Entré con la mirada fija en mí lugar, notando en el camino que Chris ya parecía haber llegado y ahora su rostro se encondia en su antebrazo mientras sus ojos cerrados daban indicios de su clara siesta matutina.
Me senté en silencio detrás de el, apoyando mí cara entre mis manos y soltando un leve suspiro que pareció alertar al rubio que tenía en frente, pues, tan dormido no estaba.

Con amor, un Homofobico - [Hyunlix] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora