RESPLANDOR

Capítulo 2. Fase crítica

Corro lo más rápido que puedo por los pasillos del aeropuerto, las últimas dos horas se me han hecho eternas. Le exigí al conductor ir lo más rápido posible para llegar a Edimburgo en tiempo récord, ni siquiera hice la revisión del último casino, en estos momentos el único pensamiento en mi mente es llegar a Londres, específicamente, al Royal Brompton Hospital.

Despertó.

Mi Khaliqi despertó y malditamente no estaba a su lado, debería haberlo hecho, soñé muchísimas veces con el momento en que abriera sus ojos de nuevo y lo primero que viera fuera a mi, ahí, junto a él, cuidándolo como quiero hacer el resto de mi vida.

Maldición.

Para colmo de males estoy en otra ciudad. Ni siquiera me he detenido a hablar con Ömar pero seguro ya debe estar enterado.

Dubái está aún más lejos. Maldición.

Ninguno de los dos está con él, conociendo a mi Khaliqi debe estar preguntándose dónde estamos. Mi ansiedad crece cada segundo que pasa y el aire me hace falta cuando me detengo frente al mostrador para presentar mis documentos, estoy apenas a tiempo de abordar el vuelo, mientras atravesaba el bosque del Tay a toda velocidad compré otro pasaje para la salida más próxima a Londres, era más fácil hacer eso que pedir que me lo cambiaran.

—Puede abordar —me indican—. El avión está por despegar.

Corro de nuevo, ni siquiera me preocupo por la maleta, la dejé en el auto que puso Marek a mi servicio, seguro mi padre puede guardármela. Soy la última pasajera en subir, tomo asiento rápido y me desespero con todo el tiempo que pierden sin despegar.

No puedo dejar de moverme en todo el trayecto, estoy nerviosa, quiero que el maldito tiempo y el maldito avión vayan más rápido, pero parecen decididos a acabar con mi paciencia.

Soy la primera en bajar, los aeropuertos son un fastidio con tanta revisión que sólo me quita el tiempo que no tengo. Con Ömi no pasaba esto, él y su jet privado se pasan por los huevos las largas filas del mierda aeropuerto. Logro salir, ni siquiera me preocupé por llamar al chofer para recogerme, estaba demasiado sumergida en mi desesperación por llegar.

Tomo un taxi y también le exijo ir lo más rápido posible. A estas alturas ya me siento al borde la histeria, hace más de cuatro horas que recibí la llamada del hospital, cuatro horas en las que mi árabe ha estado sólo.

—Vaya mas rápido —ordeno en un tono nada educado pero no estoy para cortesías.

—Hay un límite de velocidad para transitar —responde el conductor de manera amable, los ingleses son demasiado propios.

Demasiado para mí gusto.

Reinicio la carrera dentro del hospital, no me interesa que el personal me pida en varias ocasiones no hacerlo, debo llegar a él. La enfermera de la UCI me detiene, me falta el oxígeno y eso no me permite discutir con ella, me pide paciencia y sentarme, lo hago sólo porque tengo un pinchazo de dolor en un por todo lo que corrí desde el estacionamiento hasta aquí.

Después de los minutos más largos de mi vida aparece de nuevo para indicarme que puedo pasar. Me visto con las barreras de protección e ingreso al área de cuidados intensivos.

La puerta de su habitación está abierta y veo a otra enfermera salir junto con el Dr. Cooper, en cuánto me ve termina con la conversación que mantenía con la enfermera y se acerca a mí.

—Señora Al Qadar.

—¿Cómo está? —Es lo primero que pregunto, esa duda me ha carcomido la mente desde que supe que había despertado.