Capítulo 25. Segunda madre (parte 1)

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Tener que regresar a la vida normal después de vivir quince días en un paraíso de sexo y perversión a lado de mi esposo no sólo es cruel, es como un castigo del karma por haberme permitido tener tantos días de felicidad. Dejando de lado mi aversión hacia Nahid y lo que aún me cabrea verla colgada del cuello de Ömar, el hecho de que Amún tenga que ir a terapias con Sara enciende mi lado psicópata que me demanda descuartizar a la perra esa que no permite que entre con él a su consultorio.

La odio y algun día me daré el gusto de verla colgada con ganchos en su espalda como Cinnamon. Pero a quien más odio en esta vida es a Marceline, quién no deja de mirarme mientras espero que mi esposo salga de la terapia, sé que también me odia, pero es una puta cobarde que no se atreve siquiera a decirlo en voz alta.

—Me da mucho gusto verte tan recuperado y que tu pierna ya no te moleste —comenta Sara abriendo la puerta, Amún sale delante de ella para después dirigirse a mi que ya estoy de pie deseando largarme de este lugar.

—Gracias Sara —expresa Amún serio, rodeo su cintura con mis brazos y él me corresponde colocando el suyo sobre mis hombros.

—Marceline por favor anótalo en la agenda para su próxima consulta. —Sara le da una sonrisa a ellos, a mí no me mira y tampoco es que quiera que lo haga—. Nos vemos Amún.

Él asiente y avanzamos los pasos que nos separan del escritorio de Marceline que sonríe como una estúpida cuando Amún se detiene frente a ella, lo que provoca que refuerce mi agarre de su cintura, como que a esta aún no le queda claro que él es mi hombre y no quiero que siquiera lo mire.

—¿Cómo estás? —pregunta con voz insulsa mientras sus dedos comienzan a teclear en el ordenador.

—Bien... feliz —agrega haciéndome sonreír.

—Me alegro que estés de vuelta —murmura desviando la vista a la pantalla, revisando fechas en un calendario.

—¿Y no te alegras de nuestro matrimonio? —cuestiono irritada de ver a Amún devolverle la sonrisa, quiero borrársela a los dos de un puñetazo.

—Me alegraré cuando se deshaga de ti —contesta sin mirarme—, tu próxima cita es en quince días —informa a él que asiente por respuesta—. ¿Te puedo dar un mensaje para Frederika?

—¿Qué no tienes teléfono? —gruño, lo único que quiere es un pretexto para tener contacto con él.

—Dile que ella será siempre mi segunda madre —continúa ignorando mis gruñidos y las miradas asesinas que le lanzo—, que nadie la reemplazará nunca, que nadie va a usurpar su lugar conmigo. —Amún frunce el ceño, incluso yo lo hago, no entiendo lo que significan sus palabras, ni lo que se trae entre manos.

—¿Qué sig...?

—Sólo dile —lo interrumpe—, nos vemos en quince días.

Tiro de la mano de Amún que sigue intentando descifrar lo que significa el mensaje de Marceline, seguro no es nada y lo único que quiere es llamar su atención. Y lo logra, mi árabe va distraído en el trayecto a casa, me siento en sus piernas para besuquearlo, me corresponde, sin embargo se nota que su mente está en otro lado.

—¿Estás pensando en lo que dijo Marceline? Seguro sólo es otra de sus tretas para llamar tu atención, como ya no le funcionan los lloriqueos buscó con que fastidiar. —Me mira no muy convencido de lo que digo, odio que le preste atención a lo que esa estúpida dice.

—No creo que sea un invento para llamar la atención —murmura, da besos en mi cuello mientras sus manos masajean mi cadera—, recuerdo que cuando tenía unos quince o dieciséis años, una vez escuché a Frederika discutir con mi padre, la única vez que la he escuchado levantar la voz, estaba sorprendido porque ella ni siquiera lo miraba a los ojos y en ese momento lo enfrentaba con furia.

RESPLANDORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora