Capítulo 30. Final (parte 1)

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Ömar.

Una sensación de desasosiego me embarga desde que abordé el avión de vuelta a Dubái. Por más que intento concentrarme en los negocios, no logro dejar de pensar en ellos. Están en Edimburgo, con sólo un guarda espaldas. La última visita al burdel no salió bien, pero Nath se empeñó en ver a Marek una última vez.

En cuanto bajo del avión abro en el móvil la aplicación de rastreo, la cual los sitúa en la carretera que va de Dunkeld hacia el bosque del Tay. Nath debía visitar el casino y revisar los libros de contabilidad, debió tomarle más tiempo del que esperaba si apenas van hacia Saint Marie.

Fajúl conduce por las calles de Dubái, aunque lleva la misma velocidad de siempre, siento que la distancia no termina de acortarse, los segundos transcurren lentos y pesados y en mi mente solo se reproduce lo último que le dije a Nath al despedirme de ellos en el aeropuerto.

«Cuando regresen solo seremos nosotros tres»

Me lo repito tantas veces que es lo único que hay en mi cabeza. Estoy seguro de la decisión que tomé, aunque sé que le haré un daño a Nahid, es lo mejor, porque a la larga, terminaré dañándola más si me quedo a su lado amando a otra. Después de lo que me parece una eternidad, por fin llegamos a la casa, ella me espera sonriente en la puerta, le avisé que venía en camino.

—Habibi —exclama rodeando mi cuello con sus brazos—, te extrañé tanto.

Llena mi rostro de besos, sonrío y dejo uno en su frente, tratando de controlar el impulso que me exige mi cuerpo de alejarla de mí, de no permitir que otra mujer vuelva a tocarme porque solo quiero las manos y los labios de Nath sobre mi cuerpo.

Nahid no merece esto.

—¿Cómo están las mellizas? —Coloco mi mano en su espalda y la guío al interior de la casa, quiero ver a las niñas, fueron varios días lejos de ellas.

—Estuvieron un poco inquietas cuando se fueron, pero Franny, Frederika y yo hemos hecho lo posible por mantenerlas entretenidas.

—¿Dónde están?

—En su habitación, es hora del baño.

Continúo caminando con ella en dirección al dormitorio de las mellizas, sus brazos rodean mi cintura mientras avanzamos, haciendo más difícil cada paso. Franny está vistiendo a Farah, mientras Ava corre por la habitación persiguiendo al perro, que con gesto desesperado viene a mí al verme entrar.

—Huye por tu vida, campeón. —Sostengo la puerta abierta y lo dejo salir, la cierro antes que Ava logre colarse por la rendija y la levanto, cepillando sus rizos desordenados con mis dedos.

—Que bueno que ya regresó, señor Al Qadar, ellas los han extrañado mucho.

—¿Me extrañaste, princesa? —Doy un beso a su mejilla regordeta y Ava sonríe atacando mi barbilla con un beso húmedo que pretende comerme.

—Ömi —murmura con esa voz aguda que ya le conocemos, en su vocabulario hay cuatro palabras, Farah, Ömi, Bizco y mío.

—Tío Ömi —la corrijo por milésima vez, pero ella parece no querer llamarme tío, no logro hacer que lo diga, como mi hermano ni Nath han conseguido que diga sus nombres o mamá y papá.

—¿Y tú me extrañaste, muñequita? —Dejo a Ava en la cama y me inclino para besar la frente de Farah, sus enormes ojos azules me observan de una manera que me traspasa, tal como lo hacen los de Nath.

—Ella no quiere hablar —comenta Nahid—, no hacemos que diga una sola palabra.

—Déjala que se tome su tiempo.

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