Capítulo 7. Mi mujer

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—Tuve un sueño el otro día, pero no lo recuerdo con claridad. —Su mano juega con un mechón de mi cabello, de vez en cuando lo huele y yo sonrío recordando que dijo que eso era una ridiculez.

—¿Qué soñaste? —pregunto acurrucada contra su pecho, mis dedos resiguen el tatuaje de su brazo, sé lo que dice y aunque odio lo que significa es parte de él y yo amo todo de él.

—Creo que contigo, es borroso y confuso pero la sensación que sentí es similar a cuando estoy contigo. —Levanto el rostro y lo miro, su expresión no me dice nada y quiero saber de que sensaciones habla.

—¿Qué sientes cuando estás conmigo? —Mi corazón late rápido, anhelo escuchar una vez más de sus labios decir que me ama, sé que lo hace por la forma en que me mira, hasta Ömar lo ha notado.

—Muchas cosa. —Suelta mi cabello y su mano va a mi cuello, lo rodea firme, sin apretar, pero el simple contacto de sus dedos me hace jadear—. Quiero hacerte daño. —Presiona un poco y mi respiración se acelera, sin embargo no temo, él no me va a lastimar de otra forma que no sea para darme placer—. También quiero follarte hasta ya no tener energías. —me impulso hacia arriba para besarlo, el calor de sus labios y la posesividad en su beso es el mismo de siempre.

»Quiero oírte reír —musita entre besos—, gemir, gritar, jadear, respirar. —El beso se vuelve más urgente, hambriento, como si el orgasmo que me dio hace un par de horas sólo hubiese sido un aperitivo—. Es algo que no comprendo, pero tu respiración...

—Es lo mejor de tu mundo —interrumpo, mis ojos fijos en los suyos, puedo verlos a pesar de la oscuridad de la habitación—, pintó de colores la oscuridad.

Frunce el ceño, como si de alguna forma recordara esas palabras, o por lo menos  le hacen eco en la mente. Decirle textualmente las cosas que me ha dicho lo ponen más pensativo que contarle lo que hemos vivido juntos, sus propias palabras resuenan en su mente, tal vez no las recuerda, pero producen un mejor efecto estimulando su memoria que contarle mi perspectiva de nuestra historia.

—Me lo dijiste una vez —agrego—, justo después de decirme que me amas.

—Según tú, te lo dije la última vez que nos vimos —asiento y doy un besito a su mentón—. ¿Cómo fue? La última vez que hablamos.

Mi rostro se arruga involuntariamente y mis ojos se humedecen sólo de recordar el instante que su mano soltó mi rostro en esa carretera oscura. Recordarlo es doloroso no sólo porque creí que lo perdería sino por la culpa que me embarga, estaba herido esa noche y no dejo de pensar que pudo habernos defendido mejor de no ser porque yo lo torturé durante horas, quizá si Amún hubiera estado al cien Hassan no habría escapado, estaría muerto como Ibrahim.

—Es algo difícil de recordar para mí —murmuro en voz baja, sostiene mi mentón obligándome a mirarlo, espero que no pueda ver la culpa en mis ojos.

—Necesito saberlo. Dime —ordena suavemente. Tomo una larga y profunda respiración antes de comenzar a hablar.

—Ya sabes que Hassan te disparó, primero hirió tu brazo aprovechando que estabas distraído con Ibrahim. Mientras Marek y Hassan se disparaban mutuamente... —Me detengo un momento a pensar y a seleccionar los hechos, no puedo decirle que corrí a esconderme con Blair y las mellizas—. Logró darte en la pierna izquierda, dos veces, no sé cómo pasó, yo estaba resguardándome de las balas. Cuando todo se quedó en silencio fui a la guantera de mi vehículo y saqué una pistola.

—¿Tú tenías una pistola en la guantera de tu auto? ¿Por qué? —Pienso nuevamente, decir que era de Hassan me obligaría a explicarle que era mi guarda espaldas y todavía no estoy preparada para eso. Él tampoco.

RESPLANDORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora