Capítulo 29. parte dos. Resplandor

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En verdad es como una luna de miel. El primer día no salimos de la habitación, follamos en todas las superficies disponibles, en la cama, la ducha, la piscina privada, la cocina, la estancia, en el balcón, sobre la mesa, de pie, sentados y acostados, follamos tanto que, por primera vez desde que regresaron a mi vida, no me siento excitada o con ganas de chuparles la verga a uno de mis árabes.

Dormito tirada en la cama, recargada en el abdomen de Ömar mientras mis manos cepillan el cabello de Amún, que tiene la mejilla recargada en mi pecho. Tenemos la cama hecha un lío, pero eso no les impide dormir como si fueran dos bebés. Suspiro, anhelé tanto esto y ahora que lo tengo no me creo que es real, que estamos los tres juntos.

No sé qué hora es, pero no puedo dormir, debe ser cerca del amanecer. A pesar de estar en una burbuja de amor y sexo, no puedo apartar los nervios que permanecen en mi estómago, porque, aunque ahora las mellizas tienen implantes localizadores, al igual que ellos y yo, de toda la vigilancia que hay, y del apoyo de las autoridades, no puedo dejar de pensar que Hassan logrará llegar a nosotros.

Necesito hablar con Frederika, pero aún debe ser muy temprano en Dubái y no sé si ya está despierta, también quiero ver a las mellizas y asegurarme con mis propios ojos que ellas están bien. Muevo un poco a mi árabe loco para colocarlo sobre la cama y poder levantarme. Uso el sanitario, pero no puedo volver a acostarme junto a ellos, me pongo la camisa de Ömar para cubrir mi cuerpo con algo, tomo mi teléfono de la mesilla junto con uno de sus cigarros y el encendedor.

Salgo al balcón abrazando mi cuerpo, la madrugada está fría y solo llevo la camisa de Ömi. Enciendo el cigarrillo y doy una calada, esta es la tercera vez que fumo en mi vida, nunca he tenido el gusto por hacerlo, pero busco calmar de alguna manera los nervios que me embargan. Desbloqueo el móvil y abro los mensajes para mandarle uno a Fredik, le pido avisarme en cuanto esté despierta para hablar con ella.

—¿Estás fumando? —A pesar de darle la espalda, puedo reconocer su voz—. Nunca te había visto fumar, Damiya.

—No lo hago, el olor a cigarro solo me gusta cuando lo aspiro de ti —respondo sin voltearme, miro la espectacular vista de la ciudad.

—¿Entonces, qué pasa? —Sus brazos rodean mi cintura, deja un beso en mi coronilla y me quita el cigarro para llevarlo a sus labios.

—Estoy un poco ansiosa —confieso—. Necesito asegurarme que las mellizas están bien, me siento algo culpable de estar aquí, disfrutando de mi mayor deseo, cuando Hassan está tan cerca de nosotros.

—¿Crees que mi hermano o yo estaríamos aquí si pensáramos que ellas pueden estar en peligro?

—No, sé que no lo harían, que las protegen por sobre todo, pero no puedo evitar la sensación desagradable que ronda por mi estómago.

Tomo el cigarro de su mano y lo dirijo a mi boca, reconozco que fumar ayuda un poco con los nervios, o quizá sea la presencia de mi árabe frío.

Ömar toma mi teléfono, presiona mi dedo sobre el sensor de la huella digital y este se desbloquea. No sé que tanto hace, pero de pronto puedo ver en la pantalla las cámaras de la mansión. La habitación de las mellizas es la única que tiene cámaras dentro, me muestra la imagen de ellas durmiendo en la cuna, Farah abrazando a su hermana y sonrío.

Es tan parecida a Amún a pesar de ser un bebé de año y medio. No deja que nadie la toque, que nadie se acerque a ella, pero se aferra a aquello que ama. Después de verlas por varios minutos, vuelve a manejar mi móvil y después me lo entrega, para que vea el rastreo de su ubicación, como también el análisis de sus signos vitales que manda el microchip.

—Ellas están bien. Puedes corroborarlo cada vez que lo necesites desde tu teléfono. Amún y yo lo hacemos todo el tiempo.

Enarco una ceja.

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