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Claudia está en la cocina, las luces están apagadas y puede escuchar los pasos de Stiles cuando camina por su habitación. Su enfermedad había empeorado desde esa noche en que le había confesado a su hijo que amaba a una mujer. Toma su celular y comienza a pasarlo de una mano a otra, en una especie de tic nervioso que tenía desde pequeña; ha pasado media hora desde la última vez que tosió flores y ya no eran pétalos desordenados como al principio, ahora las flores caían enteras y muy pronto tendrían espinas. Su tiempo se está acabando.

Cuenta hasta diez antes de presionar el botón de llamada, sus ojos siguen rojos desde su último episodio. Escucha como el timbre suena y nadie responde, la llamada se corta y puede sentir como un brote se forma en su pecho. Vuelve a llamar una vez más y otra, otra y otra vez hasta que por fin alguien contesta y la mesa frente suyo está repleta de camelias y claveles rojos, cada flor nadando en un charco de sangre.

—¿Qué quieres? —ella suena cansada y completamente vacía, sus palabras se arrastran un poco. El corazón de Claudia tartamudea de preocupación, pero también hay rabia, rabia hacia ella misma.

—Hola, Kathy.

—No dejaré que me manipules de nuevo —dice de manera cortante y desafiante, Claudia se la imagina con su puño apretado, de la misma manera en que se veía cuando se enfrentaba a los equipos rivales. Claudia no quiere ser su rival.

—Está bien. Realmente no lo mereces, nunca lo hiciste.

—Claudia —puede oír su exhalación y deja que Kate se tome su tiempo antes de decir algo más. —¿Por qué me llamas? —dice después de medio minuto, seguido de otra exhalación.

—¿Estás fumando en este momento?

—Sí —responde, sin una pizca de culpa en la palabra. —Pero eso no te incumbe.

Claudia quiere retarla, decirle que eso puede perjudicar su salud, pero ella se abstiene, guardando sus palabras que sabe que ya no serán bien recibidas.

—He estado pensando en pedir el divorcio.

El aliento de Kate queda atrapado en su garganta, ninguna de las dos dice nada por lo que parecen horas pero realmente son solo unos segundos antes de que la joven rubia le responda.

—¿Por qué lo harías? —pregunta con cautela, con miedo de la posible respuesta.

—¿Crees que sería diferente si fuéramos nosotras? —pregunta en cambio, sonando nerviosa y suave a la vez. Se envuelve un brazo alrededor de su cintura, una sensación incómoda se instala entre sus costillas.

—¿Qué quieres decir?

—¿Crees que pelearíamos? ¿Seguiríamos jugando juntas? ¿Crees que...?

—Basta. No te atrevas a ir por ese camino. No hay un nosotras, así que no lo hagas.

—Desearía que lo hubiera.

—¿Qué?

Claudia retiene las lágrimas, se cubre la boca con la mano por un momento y respira hondo, luego la aleja temblorosamente, cerrando los ojos. —Un nosotras. Desearía que existiese un nosotras, pero no lo hay porque preferí a Noah antes que a ti, por Dios, Kathy, escogí a un desconocido sobre ti. No sabes cuánto me arrepiento de no haberme quedado contigo esa noche, de no haber tomado tu mano y seguirte hasta el fin del mundo.

Cuelga la llamada antes de escuchar una respuesta, se limpia el rostro y se calma antes de regresar a su habitación. Las cosas de Noah se habían ido hace semanas, su chaqueta favorita que siempre descansaba en el respaldar del pequeño sofá ya no se encuentra ahí, sus llaves que siempre olvidaba en el cajón de su cómoda, por primera vez en todos estos años de estar juntos, no se encontraban. Ella camina hacia su lado de la cama, que ahora es completamente suya, y se acuesta lentamente, su celular sigue sonando en su mano pero ella solo puede ver los nuevos frascos de pastilla que se encuentran frente suyo.

El anillo de Noah descansa sobre uno.

Su celular vibra un par de veces antes de que la pantalla se apague. Ella lo comprueba cuando el reloj marca las cuatro de la mañana y su corazón por fin se siente seguro de que Kate no volverá a llamar.

Hay quince llamadas perdidas y seis mensajes, se levanta para tomar dos pastillas del frasco y espera unos minutos más para estar segura de que están funcionando. Aprieta el primer mensaje.

"Claudia, contéstame" 10:10 p.m.

"No te atrevas a ignorarme. No puedes decirme eso y luego cortar" 10:45 a.m.

"Nunca quise que me siguieras hasta el fin del mundo, yo te quería libre. Quería que ambas cumpliéramos nuestros sueños, incluso si eso significaba que no podríamos vernos todos los días, quería que al llegar la noche pudiéramos dormir juntas y quería ser el motivo de tu sonrisa. Nunca me importó lo que pensaran los demás porque yo realmente te amaba. Te amaba tanto que te dejé ir ese día cuando me dijiste que por fin habías encontrado a tu otra mitad y callé mis sentimientos para que pudieras ser feliz. Pasé cada día de mi vida arrepintiéndome de ello porque tú ya no eras tú, y el mundo se estaba perdiendo de una magnífica persona. Nunca quise que vivieras bajo la sombra de alguien, no bajo mi sombra y mucho menos bajo la sombra de un hombre que no sabe valorarte" 11:25 p.m.

"Quería que brillaras por tu propia cuenta porque eres perfecta" 12:06 a.m.

"Contesta, por favor..." 01:46 a.m.

"Te amé tanto que tuvieron que extirpar los lirios amarillos y dalias rojas que crecieron en mi" 03:18 a.m.

Las lágrimas comenzaron a caer una vez más, su estómago estaba revolviéndose y podía sentir un aleteo en su garganta, su mano derecha se levantó rápidamente para cubrir su boca mientras trataba de controlar su respiración, pero fue inútil. El pánico se estaba instalando en sus huesos y las flores estaban llegando, intentó levantarse de la cama pero solo logró tropezar y caer al piso. Pétalos de flores cubrían el suelo en una cacofonía de colores. Rosa, rojo, naranja, negro. Seguían viniendo, raspando y quemando a través de su pecho y garganta.

Los pétalos se convirtieron en flores enteras, sus tallos cubiertos de espinas y podría ser hermoso si es que no estuvieran cubiertos de su sangre.

Vagamente, escuchó los pasos de alguien y momentos después sintió unas manos en su espalda, pero nada se notaba bien por el dolor. Abrió los ojos, no recordaba haberlos cerrado, pero de nada sirvió porque su vista era borrosa y el aire no podía entrar a sus pulmones.

Alguien envolvió sus brazos alrededor de ella y sabía que pronto ambos quedarían manchados por su sangre. Este era su fin. Claudia no pudo evitar sonreír cuando recordó el mensaje, Kate la había amado.

Antes de volver a cerrar los ojos pudo notar el color amarillo resaltar en ese mar de tonos rojizos, se sintió como un buen final.

Leaving my love behind - SterekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora