v. xi

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We are like your personal curse.


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— Son las cuatro de la mañana. —recalcó Nina al ver sentarse a George a su costado mientras colocaba un plato de galletas frente a ambos, el pelirrojo la miró con una ceja alzada.

— ¿Estás rechazando unas galletas? ¡¿Quién eres sucio monstruo?! —Nina lo miró ofendida, George veía venir el golpe, pero en su lugar ella tomó el plato y lo colocó a un costado de ella para que él no pudiera tomarlas— Eres un monstruo.

— Nadie me había dicho eso. —exclamó con excesiva emoción, su mano se dirigió a su cara y limpio una lágrima falsa—No, no, si me lo han dicho.

— No sé porque somos amigos. —Nina soltó una suave risa, George se acomodó mejor en el sofá— ¿Qué hacías aquí?

— No podía dormir así que salí a caminar y luego me quedé aquí.

— Suena como algo qué harías.

— ¿Soy tan obvia? —inquirió y George negó con la cabeza dejando que una sonrisa ilumine su rostro.

— Te conozco de casi toda la vida, hay algunos hábitos que me he aprendido de memoria.

— Dime uno.

— Truenas o juegas con tus dedos cuando quieres hacer algo, nunca lo tomas en cuenta por eso Fred te tomaba de la mano porque seguramente él haría lo que sea que pensaras hacer. —Nina miró a sus manos como si pudiera recordar las veces que Fred tomaba su mano de la nada y se dirigían a hacer lo que pensó, él siempre se lo preguntaba incluso cuando sabia que idea ya se cruzó por su cabeza.

— Interesante.

— Cuando tienes pesadillas sueles querer caminar para despejar tu cabeza, nunca te ayuda. —también mencionó y ella lo golpeó— ¡Es cierto!

— Ya sé, pero no necesitaba escucharlo de otros. —murmuró con un suave puchero en sus labios— Es más fácil que hablarlo.

— Puede ser, apuesto que Fred y yo podemos contar con nuestros dedos las veces que nos has dicho que te atormenta.

— No quería preocuparlos.

— No lo haces, nos preocupas más cuando decides guardar todo e ir con el peso sobre ti. —comentó antes de darle un empujón lo suficientemente suave como para solo moverla un poco— Tienes razón, no entendemos cómo te sientes, pero no tienes que cargar con todo sola, no seremos muy útiles y muchas veces compartimos la misma neurona —Nina río—, pero estamos contigo.

— Es difícil. —susurró Nina luego de haber guardado silencio por haber pensado en todo lo que sucedía— Me siento inútil, da igual lo vea no puedo cambiar mucho.

— No eres un héroe, Nina, eres un humano inútil y aburrido. —ella lo golpeó de nuevo y George le devolvió el golpe en su frente como si esperara que aquel toque pudiera hacerla entrar en razón— Deja de culparte por todo lo que no puedes alcanzar.

— Es más fácil decirlo que hacerlo.

— Puede ser. —dijo dándole la razón— Tu misma dijiste que nada de esto sería fácil, eres la única persona que conozco que ha recibido tantos golpes y sigue levantándose con una sonrisa dispuesta a reírse y burlarse de todos. —Nina lo miró encontrándose con George mirando a las penumbras del lago con una sonrisa orgullosa en su rostro— Corriste por los pasillos del colegio como si tu vida dependiera de ellos aun cuando tu cuerpo estaba recuperándose de lo que te hicieron, ibas a nuestra casa con una sonrisa y brazos abiertos aun cuando Garrett te insultaba.

— Siempre he creído que estaba sola, que tenía que levantarme y pelear por mí, incluso cuando los tenía a ustedes sabía que no podía esperar que pelearán por mí, no pueden pelear por mí.

— No lo haremos, pero eso no quita que íbamos a estar a tu lado peleando contigo.

— Incluso después de todo...

— Nina, somos como tú maldición personal, el día que aceptaste hacer esa broma con nosotros hiciste un pacto con el diablo.

— No lo pensé bien, ¿verdad?

— Fue una decisión muy estúpida, por eso nos llevamos tan bien, todos somos estúpidos.

— Habla por ti, hermano. —dijo una tercera voz uniéndose a la conversación, George y Nina vieron a Fred fregar su ojo derecho antes de tomar asiento a un costado de Nina, quitando las galletas y en el proceso llevándose una a la boca.

— ¡Eso era mío! —chilló Nina.

— Nuestras. —rectificó George, pero el otro pelirrojo los ignoró a ambos— La audacia.

— Lo sé.

— Los puedo oír. —murmuró Fred luego de dejar salir un bostezo— ¿Qué hacen aquí?

— No podíamos dormir. —dijeron ambos al mismo tiempo, Nina y George se vieron entre ambos sorprendidos para luego chocar las palmas de sus manos y reír.

Fred rodó los ojos y tomó otra galleta del plato ignorando nuevamente las miradas que su hermano y novia le dieron ante esa acción, por lo que Nina en un intento por preservar las galletas las tomó y puso en frente de los tres, recibiendo ahora la mirada de los gemelos.

— Medidas de prevención, Fred ya tomaste dos, George tienes dos para ti y el resto para mí.

— Lo veo justo. —murmuró George, pero Nina chasqueo su lengua.

— Yo no, pero requeríamos acciones desesperadas. —soltó mientras tomaba la primera galleta de su porción— Opino que nos quedemos a ver el amanecer.

— Alguien no llegara ni cinco minutos más. —las miradas se posaron en el pelirrojo somnoliento a la derecha de Nina.

Fred los miró y se ocultó más en la manta que lo envolvía, Nina sonrió mientras apretaba con suavidad su mejilla.

— ¿Por qué quieres ver el amanecer? —preguntó Fred mientras atraía a Nina a hacia él y la tapaba con la misma manta.

— Tengo un mal presentimiento. —respondió alertando a los gemelos, pero ella sonrió y ahora el mal presentimiento se lo llevaron ambos— Quiero disfrutar de estos momentos antes de que pase algo.

— No va a pasar nada.

— Qué bueno que la vidente soy yo y no ustedes. —mencionó con burla, pero su tono de voz no llegaba a alcanzar aquel tono divertido, Nina los miró a ambos y volvió a sonreír con las lágrimas tratando de ser ocultadas— Solo denme este privilegio.

— Bien. —dijeron al unísono los gemelos sabiendo que nada de lo que hicieran funcionaria para aliviar el dolor que sentía, Fred y George se miraron entre ambos por unos segundos para luego tratar de relajarse. Las manos de Fred encontraron las de Nina bajo la manta y las tomó mientras las dejaba reposar sobre su estómago.

Nina se acurrucó mejor y siguieron charlando, Fred siendo el que menos hablara debido todavía al sueño que parecía invadirlo, sin embargo, eso no evitaba que diera sus opiniones o soltara una broma mejor que las que George decía al respecto de su oreja.

El trío se quedó ahí viendo cómo el cielo poco a poco iba aclarándose, estaban rodeados de naturaleza y un aura de tranquilidad, todo lo que necesitaban en ese momento para olvidar todo y fingir que estaban bien, una falsa paz que construyeron en pocas horas.

Silhouette [3] ➳ Fred WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora