❝Everything is well now.❞
La suave risa de un infante tras una delicada lamida de un perro negro resonaba por el jardín llenó de hojas naranjas, las pequeñas manos de la niña tocaron con cuidado el rostro del animal dando suaves caricias mientras lo inspeccionaba con sus ojos oscuros, un reflejo de la persona que más amaba el animago, el mismo brillo curioso, el mismo brillo que expresaba todo y a la vez nada.
El perro de pelaje negro se alejó unos momentos en los que la niña solo hizo un puchero al verse sola en el jardín, la elfina doméstica a su lado vio la tristeza emerger en sus orbes cafés, pero luego estos se vieron reemplazados ante un brillo más intenso del que tenía antes.
El hombre de aspecto joven, de cabellos largos y oscuros caminó de regreso hacia la niña quien extendía sus manos con felicidad ante el rostro conocido, el hombre se puso de rodillas frente a ella y tocó sus pequeñas manos entre las de él, dejando las mismas suaves y cuidadosas caricias que ella misma le otorgó, la sonrisa en el rostro de ella fue como una suave luz que iluminaba la vida de él.
— Perdóname Nina. —murmuró el hombre dejando un beso en las pálidas manos de la niña conteniendo las lágrimas en sus ojos— Ojalá pudiese haber hecho algo mejor. —lentamente las manos de él soltaron las de ella dejando que la calidez que las manos de él le proporcionaban se fuera. Los ojos de la niña lo vieron levantarse listo para irse, como siempre lo hacía, pero unas manos tomaron la tela del abrigo que usaba el hombre deteniéndolo de dar otro paso.
— No, quédate. —pidió la niña en un susurro mientras apretaba más su puño, la elfina intentó dar un paso para tomar a la niña, pero el hombre se dio la vuelta para abrazarla, entonces las lágrimas cayeron de los ojos del hombre mojando el suéter que llevaba la pequeña.
La niña se separó un poco de él y con sus pequeñas manos limpió las lágrimas que caían por las mejillas de este, con una suave sonrisa tocó las comisuras de sus labios para poner la sonrisa que solía ver en su rostro, entonces él la volvió a abrazar más fuerte.
— Tengo que irme, pero voy a volver, lo prometo. —murmuró el hombre al separarse, su dedo meñique se alzó para luego sentir uno más pequeño rodearlo, dejando un suave beso sobre ellos los dejó ir.
— Adiós Sirius.
Los ojos de la niña lo vieron perderse entre los árboles dejándola de nuevo sola en el jardín junto a su elfina, quien tomó a la niña de la mano alejándola de ahí, a unos metros la madre de la niña sonrió mientras se arrodillaba y la esperaba con los brazos abiertos.
— ¿Un nuevo amigo? —preguntó con su ceja elevada, la niña dejó escapar una risita mientras asentía, la elfina a su costado parecía horrorizada al ver cómo fue atrapada pero la mujer negó con la cabeza hacia ella— Deberías tener cuidado, te puede pegar las pulgas.
— Es un pulgoso.
— Así es, Mei, es un pulgoso. —dijo luego de reír, la mano de ella acarició la misma mejilla que vio ser lamida por el animago— La siguiente vez que lo veas déjale saber que es un pulgoso.
La niña comenzó a reír y se aferró más a su madre mientras asentía con la cabeza. Lo haría, una parte dentro de la cabeza de Nina Black parecía no haber olvidado la petición de su madre, la siguiente vez que vio al perro negro ya no era una niña de tres años, era una adolescente de quince años que sonrió ante el animal mientras dejaba salir un pulgoso de entre sus labios.
Era muy pequeña para entender porque aquel hombre la visitaba en su forma animaga, también era muy pequeña para entender porque el hombre nunca volvió a su jardín, así como tampoco podía entender porque la noche del primero de noviembre su madre lloraba mientras tocaba su cabeza con suavidad dejándola con recuerdos de ella jugando en el jardín, leyendo o solo paseando, no había un animago en sus memorias.
Aquello que Nina vio no era una imagen puesta en su cabeza, eso era un recuerdo que todavía no regresó hasta aquel día.
La persona que estuvo a un lado de Nina en todo el tiempo que estuvo dormida vio una solitaria lágrima bajar de su ojo mojando la almohada bajo ella, sus cálidos dedos limpiaron el rastro que dejó antes de regresar a la silla que usó todo ese tiempo con la esperanza de que ella despertara o mostrara un signo de querer hacerlo, pero ninguno en la casa la culparía si quería dejarse ir.
Ni siquiera Fred Weasley la culparía de querer dejar de luchar, por más que él quisiera retenerla a su lado y cumplir cada promesa que le hizo, no podría hacer nada si ella tomaba la decisión de no volver a abrir los ojos, era un precio que estaba dispuesto a aceptar si eso hacía que el dolor desapareciera.
Sin embargo, los párpados de Nina se abrieron ante el ligero toque que sintió en su mejilla, sus ojos observaron el techo de un lugar desconocido, pero todo estaba en silencio, su cuerpo se removió con incomodidad hasta poder levantarse y sentir el frío en sus pies, sus manos se aferraron a cada objeto que encontraba con el único propósito de mantenerse de pie y poder ver qué había más allá de esa puerta.
Tres cabezas pelirrojas y una rubia se movieron ante el sonido de la madera crujir, Nina alzó la mirada de sus pies encontrándose con lo que para ella sería otro producto de su cabeza, sus rodillas cedieron ante el cansancio dejándose caer pero siendo atrapada por unos brazos antes de que pudiera tocar el suelo, las delgadas y lastimada manos de Nina comenzaron a golpear a la persona que estaba tocándola, le pedía que la dejara ir, que la soltara, que le dejara regresar, estaba tan atormentada por sus propios recuerdos que ni siquiera notó como el silencio en su cabeza le decía que estaba bien.
Las peticiones y golpes se vieron callados luego de unos minutos dejándolos en un susurro y sollozos, destrozando a cada uno de los que estaban ahí, las temblorosas manos de Fred dejaron de ejercer la fuerza que antes hacía, sus manos pasaron a tocar el rostro magullado de ella, con la misma suavidad y cuidado que ella visto en su recuerdo, Nina alzó las manos y las puso en el rostro del pelirrojo, repasó cada una de sus facciones con sus dedos, las lágrimas no tardaron en volver a salir, pero Fred no pudo verlas pues ella se lazó a sus brazos ocultando su rostro en el pecho de él.
— Ya pasó. —susurró— Todo está bien ahora.
No, no lo estaba.
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Silhouette [3] ➳ Fred Weasley
Fanfiction❝Nada de lo que haga es suficiente.❞ Fred Weasley Fanfic Las reliquias de la muerte Todos los derechos reservados © 2021