Capítulo 9

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Le até las muñecas con unas esposas, en una plataforma con forma de medio cuadrado, de modo que formaba una "L" en ambos sentidos. Y encadené las esposas arriba, de modo que sus brazos quedaran sujetos por encima de su cabeza.

E hice lo mismo con sus piernas pero en cada extremo de la plataforma, de modo que quedó de rodillas en el suelo con las piernas abiertas y totalmente sujetas por una cuerda que lo sujetaba firmemente e impedía que se moviera.

Me dirigí al mueble, y esta vez, cogí el collar, fui hacia él y se lo puse. Él me miró, suplicándome con la mirada.

Estaba totalmente desnudo e indefenso, atado y expuesto a mí.

El mueble quedaba tras él, de modo que no veía lo que yo cogía a menos que girara su cabeza y parte de su cuerpo.

Agarré la fusta y lo miré. Él me estaba mirando, girando la mitad de su cuerpo.

Me acerqué a él y éste negó con la cabeza, moviendo los brazos y haciendo que se escuchara el ruido metálico de las esposas golpear con el palo de madera.

Lo golpeé con la fusta en el abdomen, con un golpe seco, haciendo que emitiera un gemido ronco.

Lo azoté de nuevo, en la nalga derecha, y después en la izquierda.

Y dejando la fusta en el lugar que estaba, empecé a azotarlo rápidamente ahí, con pequeños golpes, y terminando con un golpe más fuerte, haciendo que gruñera.

Acaricié su nalga izquierda e hice lo mismo con la derecha, pero esta vez gimió.

Bien, empecemos con el castigo de verdad.

Me dirigí de nuevo al mueble y agarré un vibrador con mando a distancia para modular la intensidad, y también el lubricante.

Anduve de nuevo hasta Zayn y me senté en el suelo. Él se giró para ver lo que hacía, y al ver el vibrador empezó a removerse.

—No, por favor. ¿Qué vas a hacer con eso? —dijo con preocupación.

—Castigarte. —respondí.

—Pero pensaba que eran sólo azotes. —dijo él.

—Era una parte del castigo. —dije abriendo el bote de lubricante. Vertí una cantidad considerable en mis dedos y situé mi dedo sobre su entrada, haciendo que se estremeciera.

—No. No, por favor. —suplicó, intentando moverse, pero no podía.

Empecé a empujar hacia dentro mi primer dedo e hizo una mueca de dolor, que pronto desapareció de su rostro.

Al ver que ya estaba lo suficientemente lubricado, introduje otro dedo y él gimió. Encontré su próstata y empecé a acariciar aquel punto, haciendo que gimiera y se removiera, tirando la cabeza hacia atrás.

—Recuerda que no puedes correrte hasta que yo te lo diga. —le dije, y él asintió con la cabeza mordiendo su labio inferior.

Como la zona ya estaba lo suficientemente lubricada, saqué mis dedos de su interior y vertí lubricante sobre el vibrador.

Lo coloqué sobre su entrada y empecé a empujar hacia dentro, midiendo su reacción. Al principio hizo muecas de dolor, pero finalmente se convirtieron en muecas de placer.

Lo dejé de modo que el vibrador se apoyara en el suelo, ya que tenía una base que permitía que se aguantara, y lo encendí, pero con la vibración cero, de modo que si giraba la ruedecilla del mando a distancia, en cualquier momento empezaría a vibrar.

Empecé a acariciar su abdomen, bajando hasta su miembro y acariciándolo. Él mantenía sus ojos en los míos y su cabeza apoyada en mi hombro, echada hacia atrás a causa del placer. Mordió su labio y empecé a acariciar sus testículos, haciendo que suspirara.

Y con la otra mano, giré la ruedecilla del mando a distancia, haciendo que empezara a vibrar.

Gimió, tirando de sus esposas hacia abajo, pero como era de esperarse, éstas no se movieron de lugar.

Mordí su cuello aprovechando nuestra posición y él gimió, arqueando la espalda.

Su miembro estaba duro entre mis manos, y la expresión en su cara era de placer total.

Giré más la ruedecilla, poniéndolo al máximo, y él gruñó, volviendo a tirar hacia a bajo.

—Dios. —gritó, arqueando su espalda.

—No te corras. —le advertí mientras empezaba a acariciar su glande con mi pulgar.

Su respiración empezaba a agitarse, y él tiraba de las esposas hacia a bajo y arqueaba su espalda. Gemía, gruñía, gritaba y se retorcía de placer.

—Por favor. —suplicó, con un hilo de voz.

—No. —susurré, besando su cuello.

Cogió aire y se tensó. Empecé a acariciar sus genitales con una mano, mientras que con el dedo índice de la otra mano hacía círculos sobre su glande.

—Por favor. —sollozó, tirando de nuevo de sus esposas.

—Todavía no. —susurré mordiendo su oreja.

Cogió aire y lo soltó lentamente. Su cuerpo entero estaba tenso, y apretaba la mandíbula con fuerza.

—Por favor, por favor... No puedo. —sollozó. Sonreí. 

—Házlo. —le susurré al oído, y él explotó, gritando, tirando de las esposas y respirando agitadamente.

Giré la rueda hasta el cero y me separé de él, sacando el vibrador de su interior con delicadeza. Acaricié su entrada con mi dedo y después me levanté del suelo.

Me agaché para coger el bote y la tapa de lubricante y anduve hasta el mueble para dejarlos. Cerré el bote de lubricante y lo dejé en su lugar, a diferencia del vibrador, que lo dejé aparte para que Amelia lo lavara luego.

Anduve hacia Zayn y me agaché frente a él. Respiraba agitadamente, mirándome a los ojos, con expresión cansada y ojos oscuros. Acaricié su mejilla y él cerró los ojos.

Alcé los brazos y desaté sus muñecas, algo rojizas a causa del hierro de las esposas y los tirones que había dado. Las acaricié y después me levanté para liberar también sus piernas.

—Levántate. —le ordené, y él lo hizo, acariciando sus muñecas.

Todavía llevaba el collar puesto, lo cual le hacía lucir tremendamente sexy para mi gusto, y aparte tenía restos de su semen en el abdomen.

Pasé mi dedo índice sobre éste, llenando mi dedo de su semilla, y lo coloqué frente a sus labios.

E iba a decirle que abriera la boca, pero me sorprendió abriéndola antes de que yo dijera nada y succionó mi dedo, mirándome a los ojos, saboreando sus jugos.

Sonreí satisfecha y saqué mi dedo de su boca. Me acerqué más a él y rocé sus labios con los míos. 

—Buen chico. —susurré sobre éstos, y me separé de él, quitándole el collar. Pasó las manos por su cuello, acariciándolo. —¿Te duele?

—Un poco. —admitió.

Bajó sus manos y yo acaricié su cuello. 

—¿Y las muñecas?

Las alzó, mostrándomelas. 

—Se me pasará. —dijo.

—Vístete. —le ordené.

—Sí, ama. —dijo, provocando que una ola de placer me invadiera.

BDSM | Zayn MalikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora