21. A las orillas del mar.

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Marta caminaba por callejones oscuros, sin más luz que proporcionaba alguna que otra lámpara encendida de las casas. Se metió por un callejón oscuro, cuales ventanas con luz encendida, ya dejaban ver algo más que las baldosas, para poder caminar. Giró la esquina, y se encontró con la playa, y al otro lado, grupos de gente marginal, que tenían pinta de drogadictos y alcohólicos, gente sin futuro. Se alejó de ellos lo más lejos posible, y caminó en línea recta hasta salir de aquel tugurio. Sara estaba en un banco, a punto de inyectarse alguna que otra mierda. Entonces la vio, a Marta; la vio caminando sola. Se levantó y lanzó la jeringuilla al suelo y caminó tras ella, separándose una 100 metros, para que no la descubriera. Distinguió a un drogadicto acercándose a Marta. Parecía pedirle algo, incluso exigírselo. Marta lo empujó, y un estruendo cubrió toda la calle. Entonces Marta, se derrumbó en el suelo. Sara se asustó.- Marta, Marta.- Gritó corriendo hacia ella. Marta había recibido un disparo en el abdomen, su pulso era muy débil y un hilo de sangre le colgaba de la boca. Sara pidió auxilio, pero ninguno de los drogadictos ayudaron, ignoraban todo cuanto allí ocurriera, sólo eran una panda de salvajes sin corazón. Sara rogaba auxilio, pero al verse sola ante tal problema, intentó llevar a Marta en brazos, pero sus esqueléticos brazos no podían con el poco peso de Marta, así que la dejó caer sobre un banco.- Marta, no, no, no, ¿por qué tenías que estar aquí?- Sara era incapaz de llorar, la adrenalina del momento impedía que sus lágrimas se deslizasen. No podía pedir ayuda, nadie la escucharía. No podía llamar a nadie, no había traído su móvil. No podían ir y buscar ayuda, si la dejaba sola, la violarían,o quien sabe que cosas peores podrían hacerle. Simplemente se tumbó a su lado, esperando algún milagro.

Pablo marcó repetidas veces el número de Marta, pero ella no contestaba. Le dejó unos cuantos mensajes de voz, suponiendo que estaría ocupada, o algo así. Estaba sentado en un banco del parque, junto a Marlene.- ¿Sigue sin coger?- preguntó Marlene, arqueando las cejas.- No, nada.- No te preocupes, estará con Sara, a ella tampoco la he visto.- Marlene no iba del todo desencaminada.- ¿Te apetece tomar una cerveza?- Marlene miró a Pablo y sonriendo, movió la cabeza afirmativamente.- Vamos a Hall.- Vamos.- Se levantaron simultáneamente y caminaron hasta un bar que doblaba la esquina. Era un bar viejo, de tipo vintage. Las ventanas estaban pintadas de un color grisáceo, que dejaba entrever manchas de pintura blanca, lo que le daba un color todavía más viejo y antiguo.- Dos claras, con limón.- Marlene se rió.- ¿Qué ocurre?- Marlene suspiró.- Nada, que hace meses que no bebo alcohol.- Ah, ya, y me lo dices ahora.- Marlene miró a su alrededor, entonces, allí, entre aquella multitud, vio a Laura.- Mierda mierda mierda, joder.- Pablo la miró desconcertado.- ¿Qué ocurre?- Pablo dirigió la mirada a donde ella había estado mirando.- No mires joder, disimula.- ¿Quien es?- Marlene se cubría la cara con su mano derecha. Laura ignoraba por completo que ella estuviera en la barra, ni si quiera se había dado cuenta.- Es la ex de mi ex.- Pablo no pudo evitar soltar una risa larga.- ¿Qué?- Marlene también se rió.- Esa chica, es la ex de Sara. O sea, que Sara la dejó por salir conmigo, y no me puede ni ver. Cuando Sara y yo no éramos más que "un rollo", ella y yo tuvimos un enfrentamiento, y digamos que no acabó muy bien.- Pablo continuó su risa.- Qué fuerte es esto, Dios mío.- Cada vez su risa que oía más y más, lo que alarmó a Laura y a su pandilla, y que de inmediato, miraron hacia ellos. Laura no reconoció a Marlene, pero sí tenía la sensación de conocerla de algo, tal vez algún día tuvieron "un rollo", o algo, pero sabía que le sonaba su cara.- Mierda, ha mirado, ha mirado, vámonos corre.- Marlene se estaba meando de la risa.- Llegaron hasta la puerta.- Oye, que no hemos pagado.- Dijo seriamente. Se miraron y salieron corriendo, entre risas.

Aguanta pequeña, aguanta.- Marta estaba demasiado débil, se estaba desangrando, y su pulso, yacía pausado, su corazón a penas hacía boom-boom. A lo lejos un chico corría hacia ellas, tan rápido como pudiese.- No, joder, no.- Gritó.- Vamos, tú, levántate, ayúdame a sacarla de aquí.- Sara estaba desconcertada, la raya que se había metido antes le empezaba a afectar. Se levantó tan rápido como pudo, y juntos incorporaron a Marta. Sara pasó el brazo derecho de esta por sus hombros, y Myers repitió el mismo paso con el brazo contrario.- ¿Quien eres tú?- Sara, amiga de Marta, que pasaba por aquí por casualidad y ví como ocurrió todo ¿Tú?- Myers, amigo de Marta. Hoy había venido a cenar conmigo para ayudarme con algo y me dijo que la dejara en el centro, pero yo no me fío de la gente de aquí, así que la seguí, pero perdí el rastro. Así qué divagué por las calles intentando encontrarla, y hasta aquí he llegado.- Sara y Myers avanzaban a pasos muy rápidos, mientras Marta, totalmente inconsciente y prácticamente sin pulso, se dejaba llevar.- He intentado llevarla en brazos, pero mírame, sólo yo pesó lo que pesan sus tetas.- El comentario era gracioso, así que Myers dejó caer una carcajada, que en seguida se fue.- ¿Qué le ha ocurrido?- Yo estaba..- Sara dudó.- Digamos que estaba y punto; entonces la vía a ella paseando por aquí, intentando huir sin llamar la atención, y un drogadicto se acercó a ella, exigiéndole algo, ella lo empujó, e inmediatamente cayó al suelo, tras un horrible disparo, justamente entre el pecho y la cadera. Myers y Sara estaban reventados, ya no podían más, pero hicieron un último esfuerzo para llegar hasta el coche de Myers.- Métela ahí, vamos, ponle el cinto y agárrala.- Sara siguió las órdenes de aquel chico tan extraño, pero que parecía caerle bien.

La pequeña Melanie estaba junto a la antigua cama de Marta. La añoraba, y mucho. Melanie comenzó a avanzar con su la muleta hacia la puerta.- Mami.- Articuló por fin con los mínimos movimientos que la lengua le dejaba producir.- Empezó a mover las pestañas, indicando que quería algo. Pronto la madre la entendió.- Toma.- Le entregó una foto de Marta y ella juntas, cuando Melanie todavía estaba bien. Mel, dejó caer una lágrima.- Echo menos.- Isabelle, su madre, comprendió que su hija necesitaba ver a Marta, pero ¿por qué ella se había alejado tanto de su hija?

Caitlyn, la enfermera, presionó con su mano izquierda la herida que Marta presentaba justo debajode su vulnerable corazón. Marta emitía algún que otro quejido de dolor. Myers la miró; habría jurado que ella sabría defenderse, tal como parecía, y que al parecer, algo la había hecho cambiar. Caitlyn empujaba de la camilla en dirección al quirófano, tendrían que intervenir, o de lo contrario, esa noche se perdería una vida, una vida irremplazable. Sara se mordía las uñas con nerviosismo y Myers, estaba sentado en una silla desgastada de colorido mirando hacia la puerta del quirófano, esperando noticias. Una enfermera se acercó.- Buenas noches, ¿son ustedes familiares o conocidos de la muchacha que acaba de ingresar?- Myers y Sara asintieron a la par.- Ajá.- Anotó algo en su agenda.- ¿Y alguno de ustedes presenció el asalto?- Myers miró hacia Sara; esta tardó en contestar.- Sí, sí, yo estaba cuando pasó.- Vale.- Volvió a anotar algo en su agenda.- Si no os importa, la policía llegara en un rato y os hará un pequeño interrogatorio, no os agobiéis, es algo normal en estos casos.- Myers carraspeó y, de inmediato se levantó de su silla y se dirigió camino a la máquina de refrescos. Sara lo siguió.- Tranquilo, todo saldrá bien.- Myers la miró y presionó su mano contra el hombro de ella.- Si no lo hace, no me lo podré perdonar.- Entonces, dio media vuelta hacia su silla. Sara se quedó junto a la máquina, apretando el botón de una Coca cola.

Para siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora