12. Desde el momento en que te ví.

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- Perdona yo.. Estaba distraída.- Se sonrojó.- No te preocupes, ya los recojo.- Oh, déjame ayudarte.- Ambos se agacharon y sus cabezas se chocaron. Él se levantó.- Uy.- Se reía. Ella miró hacia arriba.- Perdona.. Otra vez.- Recogió los libros y se los entregó.- Él se rió.- ¿Sabes? Tú cara me es muy familiar.- ¿Sí? Yo pensaba lo mismo.- ¿Cómo te llamas? - Marta, ¿y tú?- Pablo.- Pablo..- Se quedó pensativa.

Las sirenas seguían sonando, Pablo se preocupaba cada vez más.- Tranquilo, seguro que no ha sido nada.- Se quedaron unos minutos en silencio hasta un el politono del móvil de Pablo sonó.- ¿Sí?- Un respiro fuerte y conmovedor sonaba en el otro lado.- Pablo..- La voz femenina de esa chica sonaba muy débil.- ¿Qui..¿Quien es?- La voz de Pablo sonaba desconcertada.- Me temo que.. Que no...- En seguida la línea se cortó.- ¿Quien es? ¿Érike?- ¿Qué ha pasado?- Sara miraba fijamente a Pablo.- U.. una chica me acaba de llamar y..y no sé.. Quien era.- Vayamos a dormir, es mejor que dejemos el tema por esta noche.- Ambos bajaron las escaleras de la azotea hasta llegar cada uno a su planta, se despidieron con un par de besos, y quedaron para desayunar juntos en la cafetería.

02:47 a.m

Pablo no era capaz de dormir. Se movía de lado a lado, sin saber que hacer. Marta estaba fuera y, y era tarde, todavía no había vuelto, y...aquellas sirenas.. Aquellas sirenas no eran de gran ayuda, y menos esa llamada. Pablo cogió el móvil y marcó el número de Marta, pero ella no lo cogía. Pasaron un par de horas y lo volvió a intentar, nada.

6:12 a.m

- ¿Diga..?- Pablo se frotaba los ojos.- ¿Pablo Rial?- Si, soy yo, dígame.- Le llamo del hospital Lerme, es usted familiar o amigo de las señoritas Érike Bassani y Gina Bassani, ¿verdad? han sufrido un accidente, un camión irrumpió en el carril contrario, llevándose al taxi que las trasladaba por los aires. Una.. Una está bien, pero la otra.. No se ha podido hacer nada.- ¿Quien doctor? ¿Quien esta muerta?- Érike Bassani señor, ella ha fallecido, no hemos podido hacer nada, llego con una gran herida en el pecho, un hierro procedente del camión la atravesó y.. No hemos podido reaccionar a tiempo, ya era tarde para ella.- Pablo agachó la cabeza, grandes lágrimas recorrían sus mejillas.- ¿y Gina?- Está inconsciente, ella solo tenía un pequeño rasguño en el hombro derecho y una pequeña fractura en la cabeza, es raro, en realidad el hierro iba en dirección hacia ella, no se cómo ha podido acabar en el cuerpo de Érike, diría que ella se interpuso y le salvó la vida a su hermana.

Marta se acurrucó entre las sábanas, sus ojos estaban medios abierto, y pudo distinguir una figura humana.- Buenos días.- Myers estaba apoyado en el marco de la puerta. Marta se frotó los ojos.- Bue.. Buenos días.- Sonrió.- ¿Quieres desayunar?- Claro.- Marchando un buen desayuno para la señorita.- Myers.- Dime.- Contestó desde la cocina.- ¿Después me podrías llevar al hospital?- ¿Al hospital?- Sí, tengo que hacer algo.

Melanie dió un par de golpes en la habitación de Marta, pero ella no le contestaba.- ¿Seguro qué es la 242?- Eso me ha dicho la jefa de planta.- Isabelle ladeó la cabeza. Melanie llamo por Marta en un tono alto, pero nadie contestaba.- Mamá, no está.- Lo intentaremos más tarde cariño.

Pablo ladeó la cabeza. No sabía sí entrar. Tenía una sensación rara en el cuerpo, estaba triste, Érike se había ido, y no sabía como se lo habría tomado Gina.- Señor Rial, puede pasar.- La chica desde la recepción le daba paso, pero el seguía dudando.- Abrió un poco la puerta y la vio a ella, tumbada en esa cama, como sí fuera un cuerpo inerte, decidió cerrar la puerta.- ¿Hola..?- La voz de Gina era débil, muy débil, apenas se distinguía, pero Pablo hizo un esfuerzo.- Ho..Hola.- La luz iluminaba los claros ojos de Gina, su pelo negro brillaba. La expresión de Gina fue emocionante.- Pablo?!- Intento incorporase, pero un extraño dolor cubrió todo su cuerpo.- lo siento, no..no puedo incorporarme.- Gina dejó caer una lágrima de sus ojos.- Me alegro de verte, Gina.- Pablo esbozó una pequeña sonrisa falsa, o al menos lo intentó. Gina ladeó la cabeza.- ¿Y Marta? ¿Ha venido?- Ella no.. No ha pasado la noche en el hospital.- Pablo agachó la cabeza.- No te preocupes, seguro que está bien.- Gina se acomodó el flequillo.- Es curioso pero, no recuerdo que es lo que ha pasado.- ¿No te lo ha contado el doctor?- ¿Lo qué?- Oh, nada nada.- ¿Qué ocurre, Pablo?- Gina puso una expresión de incomodidad.- No ocurre nada, Gina.- ¡Pablo! ¿Qué es lo que ocurre?- Es mejor que dejemos este tema aquí.- Pablo, por favor..- ¿Érike? ¿Qué ocurre con Érike? ¿Iba conmigo en el coche?- Verás, ella ha..- Pablo dejó caer unas pequeñas gotas de sus ojos tristes y cansados.- ¡No! ¡No puede ser!-Gina tambaleó la cabeza y en seguida se sumió en un profundo sueño.

Marta hizo sonar el móvil de Pablo repetidas veces, pero este no tenía el móvil consigo, así que el intento era inútil.- ¿Qué ocurre, Marrrta?- Myers no terminaba de pronunciar adecuadamente su nombre.- Oh, nada.- Marta inhaló fuerte.- Paremos a tomar algo, ¿sí?- Myers aparcó su coche y ambos se dirigieron a la cafetería más cercana.- Café con leche, por favor.- Un descafeinado.- Ahora mismo lo traigo.- La camarera emitió una falsa sonrisa y regresó a la barra donde se dispuso a elaborar los pedidos.

Pablo subió las escaleras hasta la azotea; allí se encontraba su buena amiga Sara.- Hey.- Sara le ofreció los cinco y Pablo se los dió.- Hey.- ¿Qué tal te va?- "perf"- ¿Ya eres hipster o que?- Todavía no he ido a un Starbucks, así que creo que no.- Ambos se rieron y Pablo recordó esa risilla floja que tenía Marta en los momentos más inoportunos. Sara le dio una última calada a su cigarro y lo arrojó hacia los coches de la carretera.- ¿Sabes algo ya de Marta?- No, nada.- Pablo miró a Sara.- ¿Cuanto llevas aquí encerrada?- Pues en el hospital llevo 4 meses, sin salir de aquí llevo 3 meses.-Pablo se sorprendió.- ¿Qué dices?- Sí, se ve que no se fían de mi.- Sara se rió.- Al principio, cuando ingresé, me importaba una mierda lo que a mi cuerpo le pudiera afectar la droga, así que, cuando salía, me dedicaba a chutarme más y más cosas. Cuando volvía a esta cárcel de mierda llegaba peor y peor, las consecuencias eras mayores y yo seguía sin ser consciente del daño que provocaba en mí, así que decidieron prohibirme la salida.- Pablo asintió.- ¿Te apetece dar un paseo?- Ojalá pudiera, esto es lo único que puede permitirme.- Y señaló la ciudad desde aquella azotea.- ¿Y sí vienes conmigo, te dejarán, no?- Sara encongió los hombros y sonrió.

Para siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora