0. prologue

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Riga, Letonia
Abril, 2014








Odile se miró al espejo y odió lo que vio en su reflejo

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Odile se miró al espejo y odió lo que vio en su reflejo. Podía notar todas sus imperfecciones, sus enormes ojeras, el anormal color rosado en sus ojos, su labio inferior partido, su piel arruinada y la enorme cicatriz en su frente que le recordaba continuamente la vida de mierda que había tenido.

A los diez sus padres habían muerto, dejándola sola con su hermano mayor para cuidarse como podían. Ambos habían buscado la forma de salir adelante por métodos totalmente ilegales pero que les daban ingresos suficientes para sobrevivir. Odile era demasiado joven para entender lo grave que era vivir de la forma en que lo hacía, y únicamente lo hizo al encontrarse en severos aprietos.

Cuando tenía solo quince años y un largo historial que la había colocado entre los más buscados de la Interpol, Odile y su hermano Georges realizaron un asalto que los convirtió en millonarios, pero durante su escapada ella resultó herida de gravedad. Una bala en su cabeza la había dejado a ella con muerte cerebral en una camilla de hospital y a su hermano mayor con la responsabilidad de elegir si desconectar a la pequeña o gastar todo su dinero en mantenerla respirando con máquinas.

Allí fue cuando su vida se fue por el caño. Si, sorpresivamente Odile podía afirmar con seguridad que estar muerta con tubos realizando el trabajo que su cuerpo no podía hacer no entraba al top diez de situaciones de mierda en su vida. No estaba ni cerca de hacerlo.

El director del St. Vincent's Central se había acercado a su hermano. Con su perfecto traje de Armani, su enorme Rolex y sus promesas falsas lo había convencido de que él, Marcus Ruskov, era la única persona en el mundo que podía curar a Odile de lo incurable (bueno, quizás no él directamente, pero sí su sádica hermana quien todavía vivía en las pesadillas de Odile). Georges había aceptado casi que enseguida, y ella no lo culpaba, después de todo él también era joven e ingenuo y creía estar haciendo lo mejor por ambos.

Por supuesto que si un hombre aparece de la nada diciendo ser el salvador del mundo, uno debería de sospechar que algo no andaba bien. Quizás Marcus sí había cumplido su promesa, después de todo Odile había llegado a su cumpleaños número veintiséis, pero el precio que debió de pagar por llegar a ese punto de su vida era uno que nadie debía de pagar nunca.

Sus ojos brillaron aún más fuertes cuando su mente la llevó de nuevo al internado en Nueva York donde había pasado gran parte de su adolescencia y juventud, y las voces en su cabeza comenzaron a aumentar exponencialmente.

El día en que finalmente había regresado de la muerte había sido uno para olvidar. Jamás había sentido tanto dolor, y le gustaría decir que jamás volvió a sentirlo, pero estaría mintiendo. Se había despertado en una incómoda cama y oído las angustias y dolores de decenas de chicas taladrándole la cabeza y consumiéndole la energía. Las oía unas superpuestas a las otras, todas a un volumen increíblemente alto, y por más que suplicaba que se detuvieran, ninguna lo hacía.

Lo extraño fue cuando cayó en la cuenta de que ninguna estaba produciendo sonido alguno y que milagrosamente estaba oyendo sus voces interiores ventilando sus más oscuros pensamientos y las penas que más las afligían. Odile no sabía cómo dejar de escucharlas, y fue cuestión de tiempo para que intentara hacer que todo se detuviera de la forma más drástica que se le ocurrió.

Tenía una cicatriz a lo largo de su antebrazo para probarlo.

Odile bajó la mirada para verla y trazó sus dedos sobre ella desde el interior del codo hasta su muñeca, deteniéndose en el brazalete plateado sobre esta. Una de las pocas cosas que había salido bien de su tiempo en el internado infernal, había sido conocer a quienes con el tiempo se convirtieron en sus hermanas de corazón. Con algunas tenía más afinidad que con otras, Maya siendo una de ellas.

Quizás había sido porque ambas tenían la misma edad, o porque Maya había sabido calmarla cuando perdía la razón, pero su amistad había sido la que más valoraba de todas. Ahora no tenía la menor idea de dónde se encontraba ni si estaba con vida, pues la había perdido de vista durante el escape del internado y nunca logró contactarla.

Nunca logró encontrar a ninguna.

Con una tenue sonrisa tocó el brazalete recordando los pocos momentos felices en el St. Vincent's.

Volvió su vista al espejo, sus ojos habían regresado a la normalidad, ella volvía a tener el control. Aplicó labial a sus labios resecos y decidió que ya estaba lista.

Salió del cuarto de baño, se colocó un guante sobre su mano derecha y entró en la habitación contigua, donde un hombre bastante mayor la esperaba en una cama sin ropa alguna. Este, al verla todavía vestida, supo que Odile no estaba allí para lo que le había prometido, y ni bien puso un pie fuera de la cama un cuchillo le atravesó el cuello y lo ahogó en su propia sangre.

Odile se acercó al tipo agonizante y se sentó en la cama a esperar a que la vida se esfumara de su cuerpo. Una vez asegurado que estuviera muerto tomó una fotografía y la envió a su contacto.

Al instante una notificación le anunció que había recibido una enorme suma de dinero en su cuenta bancaria.

Retiró el cuchillo del cadaver y lo guardó junto a los demás en su cinturón, provocando que el suelo se manchara de sangre bajo el de sangrante cadaver. Odile no estaba orgullosa de lo que acababa de hacer, no estaba orgullosa de su vida, pero no sabía que más hacer, no tenía ningún otro talento y de algo tenía que vivir.

Un nuevo mensaje cayó en su celular esta vez proveniente de su querido hermano.

Georges no sabía qué estaba haciendo Odile con su vida, pero tampoco preguntaba, todo lo que sabía era que ella siempre estaba dispuesta para darle una mano en algún trabajo y aquel parecía bastante interesante: un asalto a un barco de SHIELD en medio del Océano Índico, una simple toma de rehenes y pedido de rescate en aguas internacionales.

Era sospechoso y peligroso, del tipo de trabajo que los hermanos Batroc tanto adoraban. Odile aceptó la cálida invitación mientras salía del hotel que había oficiado como escena del crimen.

Esperaba que el desastre que acababa de dejar atrás sirviera para darle mucho trabajo a Ettiene, el oficial de la Interpol encargado de su caso, un despiadado asesino que limpiaba su nombre y acortaba su condena persiguiendo a todos aquellos quienes, como Odile, se ganaban la vida de forma sangrienta. Ella era ahora la última en pie, tal y cómo él lo había querido, y sabía que Ettiene no descansaría hasta asesinarla de la forma más lenta y dolorosa posible.

Odile se lo merecía, después de todo había sido ella quien lo había unido al Convenio de Asesinos, y había sido ella quien años más tarde lo había entregado a las autoridades para salvarse a sí misma.

Con un reciente miedo a ser descubierta se subió la capucha de su chaqueta y desapareció entre el gentío de las bulliciosas calles de Riga.















Publicado 09/05/2021
Será corregido cuando la historia esté terminada.















N/A: AAAAAAAAAA

Nono los nervios que me dan publicando esto basta Odile es mi bebita y finalmente presentársela al mundo me pone mal.

Perdón por la carencia de diálogo y las partes que pueden haber quedado un poco confusas, de verdad que no supe cómo escribirlo mejor, a veces pasa.

Espero pronto subirles el primer capítulo, mientras tanto voten, comenten y sobre todo protejan a Odile que a pesar de tanta cagada que se mandó en su vida todavía está chikita y hay que cuidarla ahre.

✓  RENDEZVOUS ━ steve rogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora