xxx. odile 'disappointment' batroc

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Berlín
Agosto, 2016



Había algo casi gracioso en el hecho de que, tras cuatro años funcionando como asesina a sueldo por el mundo, la primera vez que las autoridades la apresaban era por ser cómplice de un delito que, en teoría, no debería ni ser considerado uno

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Había algo casi gracioso en el hecho de que, tras cuatro años funcionando como asesina a sueldo por el mundo, la primera vez que las autoridades la apresaban era por ser cómplice de un delito que, en teoría, no debería ni ser considerado uno.

Cuatro años evadiendo a la policía para terminar esposada por haber intentado proteger a otro ex asesino a quien intentaban incriminar por un atentado en la ONU sonaba a una broma y, sin embargo, era su realidad.

Luego de haber recibido un mal trato por parte de los uniformados en Bucarest, los habían llevado a sus instalaciones de Berlín con fin de más tarde procesarlos por sus delitos y posiblemente extraditarlos para enfrentarse a la justicia en sus países y pagar sus condenas en sus cárceles.

En otras palabras, mientras que todos sus amigos regresarían a los Estados Unidos con una advertencia de que no volvieran a hacer algo similar, Odile volvería a Francia para terminar eternamente tras las rejas.

La idea de que ese fuera el oscuro futuro que le deparaba había sido suficiente para mantenerla en silencio durante las horas que les llevó salir del bullicioso centro de Bucarest y llegar a las instalaciones del centro antiterrorista en la capital alemana. Por todo ese tiempo, las únicas palabras que rondaban por la cabeza de la mujer eran irás a prisión y no verás nunca a tu hija, palabras que eventualmente lograron hacerla sentir miserable, sobre todo porque eran ciertas.

Tampoco vería más a Milo, aquella bola de pelos que había quedado en Washington DC al cuidado de sus vecinos con la promesa de que regresarían por él en un par de días. Odile no regresaría nunca, no volvería a abrazar a su hijo perruno, no volvería a tener interesantes discusiones con él mientras la miraba con aquellos brillantes ojos de cachorro que la habían enamorado desde el segundo que lo encontró en Sokovia. Él nunca sabría por que su dueña nunca regresó.

Para el momento en que los obligaron a bajarse del transporte en Berlín, los ojos de la francesa estaban rojos de la cantidad de lágrimas que llevaba conteniendo. No iba a dejar que la vieran llorar, se rehusaba a darles el placer de saber con certeza que se sentía como un completo desastre y fracaso.

Tampoco ayudaba que Steve, quien había estado todo el tiempo sentado a su lado, en ningún momento le dirigió la palabra o siquiera la miró. Hasta el rey T'Challa —quien resultó ser la persona bajo el disfraz de gato negro— le había hablado durante el viaje y, aunque Odile no tenía la más remota idea de qué le había dicho, seguía siendo un hecho que un desconocido le dirigió la palabra y su pareja no.

Mientras Odile se debatía entre si debía preguntarle qué le pasaba o seguir en silencio, una mujer un poco más alta que ella, de cabello negro que caía sobre sus hombros e impecable traje bajo una chaqueta que indicaba que pertenecía a la CIA, se les acercó con un elegante paso que hacía que, por momentos, no prestaras atención al hecho de que se apoyaba sobre un bastón para caminar.

✓  RENDEZVOUS ━ steve rogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora