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Nueva York
Octubre 2023



Odile podía contar con los dedos de su mano la cantidad de veces que había ido a las instalaciones de los Vengadores en los últimos cinco años: dos

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Odile podía contar con los dedos de su mano la cantidad de veces que había ido a las instalaciones de los Vengadores en los últimos cinco años: dos. Una para buscar las cosas que Steve se había dejado atrás, poco tiempo después de mudarse definitivamente a Nueva York; y otra para tener una reunión de emergencia con las imágenes holográficas de Carol, Nebula y Rocket, quienes creían haber encontrado algo que les sirviera para deshacer el chasquido (aunque terminó siendo otro camino sin salida).

Ahora no le alcanzaban los dedos de ambas manos para contar la cantidad de veces que llevaba yendo en el último mes.

Su lavadora se había averiado —hasta el punto de echar humo y causar un corte de luz para todo el edificio— y no encontraban quién se las quisiera arreglar. Los técnicos que habían pasado a verla alegaron que no había forma de repararla, que lo mejor sería conseguir una nueva. Con los lavaderos locales cerrados por la falta de clientela, habían decidido hacer la colada en la vieja lavandería de las instalaciones al norte de la ciudad y más tarde conseguir una lavadora nueva. Pero cuando encontraron que ir hasta allí servía como una excusa para ver a Natasha, Maya y Alain más seguido que de costumbre, siguieron yendo.

Esa tarde, Odile salió más temprano de una de sus clases y decidió pasar por la sesión de terapia grupal de Steve, la cual debería estar cerca de llegar a su fin. Al ambos salir del trabajo tenían pensado darles una visita a sus amigas y su sobrino mayor y, mientras tanto, lavar la bolsa de ropa sucia que descansaba en el maletero de su auto.

Llegó al antiguo centro comunitario de Brooklyn y entró lo más silenciosa que pudo, tratando de hacer el mínimo ruido posible para no molestar a los presentes. Se asomó por una puerta y vio al pequeño grupo sentados en círculo en medio de un gran salón.

A su lado, un triste cartel leía «¿A dónde vamos ahora que ya no están?». Odile odiaba ese cartel. No estaba segura de por qué, era una publicidad para una línea telefónica de ayuda para los afectados por el chasquido, para prevenir la decaída en la salud mental de los que quedaban todavía con vida. Pero había algo en él que la molestaba. Quizás era el mensaje que no terminaba de asentarse en ella. Quizás era que sí lograba asentarse en ella, pero que la hacía sentir miserable, porque no había lugar al que pudiera ir en toda la galaxia que la hiciera olvidar a los que habían perdido.

Se adentró lo suficiente en la sala como para dejar de ver el cartel y se dispuso a escuchar la conversación del grupo, aunque solo captó el final de lo que supuso que fue uno de los tantos discursos diarios de Steve.

—Y eso es todo —decía él—. Esos pequeños y valientes pasitos que debemos dar para tratar de recomponernos, para tratar de hallar un propósito. Me congelaron en 1945 y desperté setenta años después. Debes seguir adelante... —La resignación y derrota con la que pronunció aquellas palabras hizo que su mensaje perdiera el significado que quería. Odile se preguntó si había sido la única en la habitación en notarlo—. El mundo está en nuestras manos. Nos quedó a nosotros, chicos, y debemos hacer algo con él. De lo contrario... Thanos debería habernos matado a todos.

✓  RENDEZVOUS ━ steve rogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora